Viernes, 26 de Abril 2024
Suplementos | Domingo XXVIII ordinario

El reino es para todos

La liturgia de esta semana propone tres textos, los cuales iluminan nuestro caminar cristiano, enfatiza principalmente en hacer a un lado lo que estorba o hace pesada la marcha, porque el Reino al que invita Jesús es el de la vida

Por: EL INFORMADOR

Para lograr la salvación, hay que confiar en Dios.  / Especial

Para lograr la salvación, hay que confiar en Dios. / Especial

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA


Lectura del Libro de la Sabiduría (7,7-11)

“Supliqué, y se me concedió la prudencia; invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría”.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la Carta a los Hebreos (4,12-13):

“No hay criatura que escape a su mirada”.


EVANGELIO

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos (10,17-30):

“¡Qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!”.


GUADALAJARA, JALISCO (11/OCT/2015).
- En este domingo vigésimo octavo ordinario del año, en el capítulo décimo del Evangelio de San Marcos, en una breve escena de la vida del Señor Jesús se plantea un doble problema: el fundamental, el trascendental, el más importante de todos, la propia salvación; y el valor de la riqueza, que no es un bien absoluto, supremo entre los valores humanos, sino auxiliar, porque si bien sirve y ayuda, es un peligro si no se le da el debido trato.
Hay otros valores superiores a la riqueza, como son la paz, la justicia, el amor, la sabiduría.

Y grandes peligros son la incredulidad, el fariseísmo, la propia suficiencia, que es la soberbia, y la vida encadenada a las pasiones de la carne.

“Cuando Jesús se puso en camino un hombre joven corrió hacia Él y arrodillándose le preguntó: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?”

Se percibe que llevaba una vida limpia, sana y que como muchos de los jóvenes de entonces y también los de este 2015 sienten una insatisfacción, una inquietud, un deseo de buscar sentido profundo de plenitud a la vida, una aspiración de altura. Muestran desilusión de esta vida colmada de técnicas donde el simple aparato de teléfono es inseparable compañero; y luego los miles de recursos de la publicidad, de la televisión, del cine, de campeonatos deportivos, de novedades en marcas y modelos de automóviles y motocicletas, nuevos estilos en las ligerezas de la moda y los atractivos del mundo de los espectáculos.

Todo esto atrae y engaña al mismo tiempo; entretiene, mas no sacia, porque el ser humano tiene en su piso mas alto, en su cumbre, el privilegio y la tragedia de ser espiritual, y su verdadera hambre no puede ser saciada con los nutrimentos materiales.

Cuando crece el culto al dinero, el corazón se endurece; brotan por todas partes los  asaltos, los secuestros, los robos, las multiformes transgresiones a la justicia, al exhibicionismo, el despilfarro, los caprichos, la soberbia y un a cruel indiferencia, una ceguera, ante el dolor del pobre.

Los pobres de espíritu no son los apocados, ni los inútiles, ni los enfermos del alma, ni los carentes de bienes o dones naturales. Los pobres de espíritu son verdaderamente libres, con una libertad interior tal, que a nada ni a nadie le temen.

Los pobres de espíritu poseen como si poseyeran, y ese desasimiento interior les trae una paz y una alegría que otros han experimentado.
Jesús no recompensa con bienes materiales. Si Pedro ha dejado una casa, le promete 100, en el sentido espiritual de una recompensa 100 veces mayor a su desprendimiento, a su pobreza de espíritu.


El reino es para todos

La liturgia de esta semana propone tres textos, los cuales iluminan nuestro caminar cristiano, enfatiza principalmente en hacer a un lado lo que estorba o hace pesada la marcha, porque el Reino al que invita Jesús es el de la vida; El reino del Padre es una realidad donde el único valor es el amor. Las renuncias de las que nos habla Jesús nos llevan a perder todo aquello que es vano, aquellas actitudes que nos alejan del compartir fraterno con los que nos rodean, así como señala el Libro de la Sabiduría, cuando el hombre es capaz de jerarquizar todo y comprender qué es lo más importante, irá consiguiendo, poco a poco, satisfacer todas sus necesidades y expectativas, sí y sólo sí va acompañado de la presencia del Padre. Quien con avidez y avaricia busca la riqueza y la comodidad, antes que cualquier cosa, no disfruta realmente de la vida; la obsesión por lo que tienen o por lo que le falta, lo atormenta siempre y no vive en paz. Por ello sorprende que los discípulos se alarmen ante la afirmación de que los ricos difícilmente entrarán al Reino. Posiblemente, el motivo de su sorpresa está en la exigencia del Padre a una decisión radical en el seguimiento.

El candidato que se acercó no pudo con lo que le pedía; ellos lo siguen pero no saben si podrán salvarse, pues su apego a los primero lugares, al exclusivismo en la misión, su miedo ante las revelaciones de Jesús, son evidencias de su falta de radicalidad. La salvación es asunto divino, por eso no es imposible, tienen que confiar en Dios. Seguir a Jesús no es lanzarse al vacío, es tener la palabra del Señor empeñada, como garantía de que más que perder se va a ganar en gran medida con la presencia del Padre, reflejada en cada una de las relaciones con las que compartimos a diario. Por ello unamos en la oración del Papa Francisco quien nos dice que “pidamos al Padre un corazón libre para no ser esclavos de las trampas del mundo”.

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