Sábado, 18 de Mayo 2024
Suplementos | VI Domingo de Pascua

Evangelio de hoy: Como el Padre me ama, así los amo yo

Creamos en el amor de Dios y manifestemos en todas nuestras acciones ese amor de Jesús que vive en nuestros corazones

Por: Dinámica pastoral UNIVA

«Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros'». WIKIPEDIA/«Despedida de Cristo a sus apóstoles», de Duccio.

«Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros'». WIKIPEDIA/«Despedida de Cristo a sus apóstoles», de Duccio.

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Apóstoles 10, 25-26.

«En aquel tiempo, entró Pedro en la casa del oficial Cornelio, y éste le salió al encuentro y se postró ante él en señal de adoración. Pedro lo levantó y le dijo: "Ponte de pie, pues soy un hombre como tú". Luego añadió: "Ahora caigo en la cuenta de que Dios no hace distinción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que fuere".

Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban escuchando el mensaje. Al oírlos hablar en lenguas desconocidas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes judíos que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos.

Entonces Pedro sacó esta conclusión: "¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?" Y los mandó bautizar en el nombre de Jesucristo. Luego le rogaron que se quedara con ellos algunos días».

SEGUNDA LECTURA

Juan 4, 7-10. 

«Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados».

EVANGELIO

Mt 28, 16-20.

«En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros''».

Amar como Él lo hace

¿Cuántas veces hemos escuchado que Dios es amor? Quizá sean cientos, pero, ¿cuántas veces hemos sentido su amor? Probablemente se reduzcan considerablemente; aun así, podemos afirmar que lo hemos sentido. Sin embargo, a pesar de que lo hemos sentido, ¿cuántas veces hemos amado como él nos ama?

Como cristianos, hemos escuchado muchísimas veces esta verdad que es fundamental en el mensaje de Jesús: Dios es amor. Sin embargo, se nos ha repetido tantas veces que puede llegar a convertirse solamente en un eslogan y, en consecuencia, perder todo su significado y sus implicaciones. Pero el problema no es escucharla por todas partes, sino que no la sentimos. No nos sentimos amados por Dios, por eso nos cuesta tanto trabajo responder a ese amor amando como Él nos ama.

Juan hoy nos dice que Dios es amor, lo cual es diferente a decir que Dios nos ama. Por supuesto, no estoy negando que Dios nos ame, lo que quiero decir es que amar no es, solamente, una característica de Dios, sino que es su ser. Dios nos ama porque es amor. Lo sabemos porque Jesús, quien conoce al Padre, nos lo comunicó. Así que para conocer cómo Dios ama, tenemos que ver a Jesús curando, sanado, perdonando, “misericordiando” (como dice el papa Francisco) y ofreciendo la vida por sus amigos, por todos nosotros.

Sin embargo, a veces, aunque hermosos, los textos nos parecen lejanos. Podemos comprender que Jesús era bueno, amoroso y que eso es una muestra de lo bueno y cariñoso que es Dios, pero nos cuesta sentirlo. Saberlo no necesariamente implica vivirlo. Entonces, ¿qué debemos hacer para experimentar el amor de Dios? Me gustaría ofrecer una receta para ello, pero no la tengo. Con lo que cuento es con mi experiencia: confiar en que lo experimenté en lo cotidiano haciendo, a través de los que me rodean, lo que Jesús hacía. Y con esa confianza, hacer el esfuerzo de encontrarlo haciendo lo que Él es, porque solamente si experimentamos su amor, es decir, nos experimentamos siendo amados por Dios, podremos responder a su invitación de amar a los demás como Él lo hace.

Hugo Xicohténcatl Serrano, SJ - ITESO

“Como el Padre me ama, así los amo yo”

Dios nos invita a vivir en verdadero amor, dando el ejemplo de cómo el Padre lo ama a Él y cómo Jesús ama al Padre, hasta entregar su vida por nosotros. No hay amor más grande en el mundo, que aquel que da la vida por sus amigos.

Jesús mismo nos llama amigos, y nos entrega este mandamiento de amor para vivirlo en abundancia porque quien vive en el amor del Padre, vive cercano a Jesús, esa cercanía que nos deja en su palabra, de cómo relacionarnos con los demás, la cercanía tangible de su amor, al encontrarlo todos los días en la Eucaristía, que transforma y da vida a nuestro corazón.

Es ese compromiso de dar fruto en Él y testimonio de misericordia, de amar con gran generosidad a todos nuestros hermanos y hermanas, el amor incondicional a cada uno de ellos, porque en ellos encontramos a Jesús.

De volvernos servidores y ver las necesidades de todos nuestros hermanos, no seamos indiferentes antes las distintas situaciones de la vida, donde conocemos amigos, familiares, hermanas y hermanos que sienten abandono o soledad, entreguemos un amor más efectivo que afectivo, que no sea de un instante, sino que deja huella, ese fruto que nos pide Jesús, es amor, que nos lleva de vuelta al Padre, porque el que permanece en el amor del Hijo, permanece en el amor del Padre, y esto nos da esa felicidad de la que tanto tenemos sed.

Hoy a nuestro corazón le cuesta estar dispuesto a ayudar a los demás, nos cuesta escuchar la palabra de Dios que nos guía en todo momento de nuestras vidas, vivimos tan rápido y con tantas distracciones que estamos perdiendo la capacidad de amar en verdad con desinterés y de ser amados con la profunda confianza de que contamos con la amistad de Jesús.

Amémonos los unos a los otros como Jesús mismo nos ama, es vivir el amor eternamente unidos a Él, Vivamos de ahora en adelante un amor lleno de hechos, de compromisos donde manifestemos confianza en los demás, donde no solo demos amor, sino también demostremos que vivimos en amor, creemos en el amor de Dios y manifestamos en todas nuestras acciones ese amor de Jesús que vive en nuestros corazones, dispuestos a ayudar a los demás y a acogerlos no solo como hermanos sino como amigos en Cristo.

El mandamiento de amor y amistad que Jesús deja a sus apóstoles es el regalo más grande que nos da a nosotros los creyentes, de saber que siempre viviremos amados por Él, de sentirnos especialmente unidos a Él, como amigos. Por nosotros dio la vida, nosotros ahora demos nuestra vida para manifestar ese gran amor a todos los que nos rodean.

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