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¿Qué hacer frente a Trump?

El viernes pasado, el mundo contuvo la respiración a la espera de las primeras palabras del magnate como presidente en funciones

Por: EL INFORMADOR

Trump no esconde sus intenciones, aunque no falta quien piense que la silla terminara moderando al magnate. ESPECIAL / J. López

Trump no esconde sus intenciones, aunque no falta quien piense que la silla terminara moderando al magnate. ESPECIAL / J. López

GUADALAJARA, JALISCO (22/ENE/2017).-  Comenzó la era Donald Trump. El viernes pasado, el mundo contuvo la respiración a la espera de las primeras palabras del magnate como presidente en funciones. Jura el cargo un hombre que ha definido claramente sus prioridades: “Recuperar la grandeza de América”. Los americanos, primero; lo dijo en múltiples ocasiones en su primer discurso como presidente. Y, para ello, no hay enemigo pequeño. Sean los chinos y sus ventajas comerciales o los mexicanos que se roban los empleos de los americanos. La reconstrucción del “imperio” pasa por doblegar al otro, por recuperar la relación de vasallaje que se esfumó con la globalización. Nacionalismo a ultranza como medicina frente al hastío de los americanos con sus gobernantes. Trump no esconde sus intenciones, aunque no falta quien piense que la silla terminara moderando al magnate. No lo creo.  


Y ante la amenaza, en México, nos hemos dado cuenta del tamaño de la crisis en la que estamos parados. No hablo de dificultades económicas y ni siquiera la crisis de gobernabilidad tras el gasolinazo. Me refiero a la crisis de proyecto nacional. Una nación desdibujada, dijera Claudio Lomnitz. Somos presa de una múltiple crisis, que va desde lo político hasta lo económico y lo moral.

México está extraviado, sin rumbo y sin liderazgo político. Apostamos por tres décadas a ser el maquilador del norte, la mano de obra barata y a pensar que el mundo se terminaba en los deseos y caprichos del consumidor de los Estados Unidos. Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto nos dijeron una y otra vez que nuestro proyecto comenzaba y terminaba en los Estados Unidos. No hay alternativas, la geografía nos condenó. Eso decían.  

Así, el México de la transición construyó su proyecto económico con una brújula que solo apuntaba para el norte, no miraba para ningún lado más. Incluso, nos dijeron que voltear para América Latina era inútil, para Asia un desperdicio de nuestro tiempo y que Europa era más pasado que futuro. Lo que juntó la geografía, los políticos no debían separarlo. México ya había elegido y la integración con América del Norte era cuestión de tiempo. Sin embargo, la política está doblegando a la economía y en México parece que no tenemos un plan B.  

Así, la narrativa se topó con pared y hoy vemos sus más salvajes consecuencias. ¿Cómo llegamos al momento en que un tweet de Donald Trump puede mandar al peso al más bajo de los infiernos? ¿En qué momento dejamos que las inversiones en México se decidieran en la Casa Blanca? ¿Por qué pensamos, alguna vez, que ser el paraíso de la mano de obra barata nos podía dar un proyecto futuro sustentable, de oportunidades y con bienestar? ¿Por qué se pensó que poner todos nuestros huevos en una canasta no nos iba a pasar factura en algún momento? Los tecnócratas que han tomado decisiones en los últimos 34 años, seguro que tienen muchas cosas que explicar.  

Sin embargo, más allá del diagnóstico, ¿Podemos hacer algo frente a Trump? ¿O estamos condenados a sufrir tremendos golpes económicos en los próximos cuatro años?
Para empezar, México necesita entrarle al debate. El silencio del Gobierno Federal y de la diplomacia mexicana frente a Trump es injustificable. Ni siquiera ha habido una agenda de comunicación para enfrentar los prejuicios y la estigmatización constante de la mexicanidad. No se han convocado a los líderes de opinión mexicanos que viven en los Estados Unidos para sumarse a una campaña que dimensione los beneficios de la relación entre México y Estados Unidos, y que desmonte las acusaciones contra los mexicanos que han tenido éxito en algunos segmentos de la población americana. Como ha señalado Jorge Castañeda: en Washington hay que hacer política. Y ésta se puede hacer desde los medios de comunicación, las universidades y la sociedad civil. La renuncia del Gobierno mexicano a debatir, no se entiende en ningún lugar del mundo. En lugar de prender una vela para pedirle al cielo que Trump no cumpla sus promesas, México debería impulsar una agenda ambiciosa de fortalecimiento de nuestra imagen nacional.  

Segundo, un proyecto económico que fortalezca el mercado interno y la diversificación. Es cierto que vamos a un contexto económico sino de desglobalización, sí de cierto retorno a la idea de nación y soberanía. El Gobierno mexicano debe entender que se ha quedado sólo cuando de aplicar las recetas del Consenso de Washington se trata. Por lo tanto, México debe apostar por fortalecer su mercado interno, los productos hechos en México y proteger ciertos sectores que son clave para la economía. Pasar de ser el maquilador del norte, los mexicanos que hacen lo que los gringos abominan, y apostar por un modelo económico distinto que, si bien no será tan competitivo para atraer inversiones, sí puede redundar en mejores sueldos y más consumo. Todo el mundo asume que la etapa del neoliberalismo desbocado comienza a esfumarse y nuestras autoridades parecen entercadas en mantenernos en un modelo que ya nadie sigue a pie de juntillas. Salimos más estadounidenses que los propios estadounidenses, que ya piden ajustes al modelo de apertura total que ha caracterizado al mundo neoliberal.  

Entiendo que mover un barco que ha estado en una ruta durante 35 años, nos va a costar más que la simple intención. Sin embargo, las dificultades económicas demandan respuestas políticas. Por ello, lo que sí necesitamos es un proyecto, que tendrá impacto en 15 o 20 años, pero que algún día hay que comenzarlo.  

Y la diversificación, fundamental. México está atado a los Estados Unidos con un 85% de dependencia en materia de comercio exterior. Es tiempo de entender que hay mundo al Sur de Chiapas o al poniente de Baja California. Nuestra obstinación en ser un leal socio de los Estados Unidos, provocó que hoy en día la relación con América Latina sea fría y lejana, y que no aprovechemos los distintos tratados que México tiene firmados con el mundo. Recordar que México es el país con más acuerdos de libre comercio en el globo; de los cuales obtenemos pocos beneficios. Al igual que cualquier asesor financiero nos recomienda no poner todas nuestras inversiones en un solo lugar, tampoco es deseable la brutal dependencia económica con Estados Unidos.  

De la misma forma que Peña Nieto no es México, Trump tampoco es Estados Unidos. En la Unión Americana existen millones de ciudadanos que escapan de las recetas del magnate. Millones de americanos que no quieren a un racista en la Casa Blanca y que tienen la firme intención de oponerse a su proyecto político. Las relaciones sociales entre México y Estados Unidos son de una riqueza incalculable. Somos, en la práctica, sociedades con un grado muy alto de integración.

Asociaciones civiles, universidades, intercambios, publicaciones, arte, cine, deportes y todo lo que se nos ocurra, son áreas en las que las sociedades a los lados del Río Bravo, interactúan con una altísima frecuencia. Por lo tanto, cuestionar la demagogia y la xenofobia de Trump no debe nunca significar romper los lazos de integración entre ambas sociedades. Por el contrario, la coyuntura invita a mayor conocimiento, diálogo y cooperación entre poblaciones. Así, si bien es importante que México apueste por recuperar un proyecto económico con mayor nivel de autonomía, eso no debe convertirse en una variante neo nacionalista que nos lleve a confundir a la sociedad americana con el racista de su presidente.

 México tiene ante sí un reto fundamental. Ya no hay de otra, casi por obligación, México deberá de cambiar. Nuestra coyuntura es así: no más huevos de oro en forma de crudo, no más mercado fácil en Estados Unidos y una crisis de las finanzas públicas que obliga a ajustes muy importantes. Es cliché decir que las crisis son oportunidades. Más bien diría que los momentos críticos son espacios fundamentales para repensar los proyectos y analizar si la navegación del barco llamado “México” ha llevado el rumbo correcto. Las apuestas económicas del neoliberalismo en México se vienen abajo una tras otra y hoy muchos mexicanos demandan un proyecto económico distinto al actual que nos tiene con crecimiento mediocre, empleos precarios, corrupción inimaginable, pobreza, desigualdad y una dependencia con Estados Unidos indeseable. Es tiempo de repensar el proyecto de México como nación y las “trumpadas” pueden ser el incentivo que necesitamos.

Reacción de la comunidad Hispana

Los latinos en Estados Unidos cuentan con una opinión polarizada sobre la llegada de Donald Trump a la presidencia de ese país; un efecto que principalmente se notó en el Estado de Florida el pasado viernes, donde la comunidad cubana celebró la toma de posesión con mariachi.  
Sin duda, el apellido Trump resuena en todos los rincones del planeta, y aquí dejamos constancia de algunas opiniones de latinos viviendo en su país de origen o fuera de él, con su visión peculiar del fenómeno que representa el nuevo presidente estadounidense.
 
Pavel Guerra, cubano

“Muchos cubanos de Estados Unidos votaron por Trump, creo que gracias a esos votos ayudaron a que él fuera presidente, porque en el Estado de Florida casi todos los que viven son cubanos; ahora todos prefieren a Trump, porque Obama acabó con una ley que le convenía a los cubanos (pies secos y pies mojados) y muchos cubanos quedaron retenidos en la frontera por acabar con esa ley. En mi opinión no acepto las ideas de Trump de estar en contra de los emigrantes que fueron y son los que construyen el país y hacen los trabajos que los americanos no quieren hacer. Y es una grande ironía, que en la punta del capitolio de la Casa Blanca está la estatua de un indio, como signo de convidar el mundo a Estados Unidos”.

María Torres, venezolana en Inglaterra

“No creo en Trump. Creo que llevará a Estados Unidos al mismo lugar donde está Venezuela por elegir un ‘nacionalista’ para presidente. Los extremos no son buenos, aquí en Inglaterra pues por los momentos el único impacto ha sido que la inflación aumentó, en los últimos seis meses la comida ha ido aumentando poco a poco de precio, y pues se espera un poco más apretado tal vez en el 2019.

La gran diferencia entre EU e Inglaterra, es que de verdad Inglaterra no necesita de la Unión Europea, le estaba representando un déficit, era más lo que UK le tocaba aportar que lo que recibía.

Mientras que los gringos son mucha potencia y lo que quieran, pero si se analiza desde otra perspectiva, ellos son lo que son por el uso que le dan a las naciones latinas y al pueblo latino en EU. En mi opinión muy latina, una empresa no se hace grande sólo con un gerente, y si esa supuesta posición hacia los latinos continua, los veremos muy mal a los gringos”.

Carlos Notario, cubano en México

“Hay un problema aquí. Los cubanos podemos tener diferentes opiniones, pero yo veo que ahora que todos están preocupados por lo que va a hacer Donald Trump, un proteccionista clásico, es un hombre de comercio y no un político como tal, entonces hay preocupación por eso. Y el problema de Trump con Cuba no es el gobernante, es la misma Cuba. El régimen cubano es la única dictadura militar que queda en este continente”.

“El presidente anterior, Obama, le dio increíbles concesiones al régimen de los Castro. No se permiten muchas cosas, ni elecciones libres. Hacia adentro no ha cambiado nada. Entonces, Obama, para colmo, su concesión terminó traicionando a muchos cubanos. Pero Cuba no es igual que los demás países latinoamericanos, y ahora con Trump pueden pasar muchas cosas. Quizá vaya y haga un arreglo comerical con Cuba”.

“Por lo pronto, con la medida que tomó Obama, hay muchos cubanos que van a ser rechazados, y hacia adentro de Cuba será como una olla de presión, y si el país no hace los cambios que tanto hemos esperado, con Raúl Castro, que es un poco más flexible, seguiremos a peor. Y si en Florida vieron con buenos ojos la presidencia de Trump, es porque él les dijo que influirá en la liberalización de mi país y que termine el régimen”.

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