Jueves, 25 de Abril 2024
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Un poco antes de que el volcán se enojara tanto

Me lancé a perseguir al fatigoso hombrón a quien le llamé 'El Abominable Hombre de los Volcanes'

Por: EL INFORMADOR

Impresión. Imponente fumarola del volcán, vista desde las cercanías de la Laguna la María. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

Impresión. Imponente fumarola del volcán, vista desde las cercanías de la Laguna la María. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

GUADALAJARA, JALISCO (09/OCT/2016).- Las posibilidades de ver de cerca una erupción del Volcán de Colima, ahora que está enojado, nos llevaron a hacer una excursión por los lugares mencionados como ‘zonas de riesgo’.

La Yerbabuena, el lugar habitado más cercano a las faldas del volcán, se presentó como el sitio más adecuado.

Seguimos la carretera de cuota a Colima; y 2 kilómetros adelante de la segunda caseta de cobro, dimos vuelta rumbo a Tonila; después a Quesería, El Naranjal y La Becerrera (otro lugar de riesgo) y luego… a la derecha por el pequeño camino empedrado que va rumbo al volcán, donde nos encontramos a no más de nueve kilómetros de la gran caldera, una lagunita que supuestamente se formó en el hueco de otro pequeño cráter.

Ahí, en la laguna La María, y con una incomparable vista del volcán, decidimos instalarnos en unas cabañitas que nos parecieron adecuadas para hacer ahí nuestro “campamento base”.

Jesús Márquez, encargado del lugar y magnífico anfitrión, nos  platicaba muy ameno y  para nuestro contento, las historias, leyendas de fantasmas, y de los duendes colorados que merodean por la laguna. También nos relató la viejísima (y clásica) historia de la legendaria María… quien por andar de peleonera, celosa y ambiciosa, el diablo se la llevó por los aires para tirarla a media laguna, y como nunca volvió a salir… todavía en las noches de luna llena, se oyen sus escalofriantes gritos  lastimeros.

En eso estábamos, cuando se presentó un grandulón sudoroso, con mochila, botas y fuerte acento europeo, preguntando muchas cosas a las que no les pusimos mucha atención.

Un rato después, se me ocurrió preguntarle a Jesús, que quien era ese cuate de apariencia tan extraña.

-Es un vulcanólogo- me contestó -. En cuanto supo de la explosión del volcán, sin más ni más, agarró un avión en su nativa Bélgica y se lanzó sin tardanza hasta Colima y, dice que pidiendo “raite” llegó hasta aquí el día de ayer.

-Ahorita emprendió solo la caminata, que dizque hasta el cráter del volcán-, agregó con incredulidad.

-¿Que qué…?- le dije a Jesús

-¿Vulcanólogo? ¿Vino desde Europa a ver el volcán y va a subir hasta el cráter?-, le dije casi gritando.

-No sé cómo; pero si él sube, yo subo; esa no me la pierdo- salté emocionado.

Ni tardo ni perezoso me calcé las botas, tomé suficiente provisión de agua, algo que comer y me lancé a perseguir al fatigoso hombrón a quien le llamé “El Abominable Hombre de los Volcanes”.

En cuanto lo alcancé, y después de lanzarle un “bon jour” muy apresurado, le dije que si podría acompañarlo.

Tras de hacer una revisión de arriba abajo a mi persona, gruñó -¿Quiegres mogrir?- me preguntó en tono burlón y con marcado acento francés.

-No- me dijo riéndose- yo voy a aproximagrme al cono lo más que me sea posible pagra estudiaghr la pelighrosidad de los “lahares” (ríos de lodo y piedras de los volcanes) y veghr si tengo la suegrte que me toque una explosión-.

-¿Puedo acompañarte?- insistí.

Y con un -“Pour quoi pas”- emprendimos la caminata, que se fue haciendo cada vez más pedregosa, cenicienta, extenuante y peligrosa.

Bajamos hasta los “lahares” del fondo del “Río de la Lumbre”, en donde nos causó azoro el tamaño de las rocas que suelen bajar mezcladas con el lodo y las cenizas a velocidades sorprendentes, tanto cuando hay una erupción, como cuando caen lluvias torrenciales. Comentamos sobre las toneladas de potencia acumulada que deben de acarrear aquellos ríos de ceniza y piedras de decenas de metros de espesor.

Consideramos las pendientes, las barrancas y la posición de los poblados. Bajamos hasta el lahar del “Cordobán” haciendo fotos y estimaciones de los riesgos que se corren en cada lugar.

Francamente fue una interesantísima (y cansadísima) expedición en la que quedamos cubiertos de cenizas y gravilla caliente que nos caía en cada una de las (por fortuna pequeñas) exhalaciones. Las emociones y la experiencia de que estaba gozando, se acentuaban con la cátedra inigualable, “in situ” y detallada, de las experiencias del -ahora mi amigo- Alain Melchior.

 Dicha grande fue el haber tenido la suerte de pasar por una experiencia como esta.

PD: En el sitio de Internet (melchior.alain@skynet.be) relata algo de esto que les platico.

pfs@telmexmail.com

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