Jueves, 25 de Abril 2024
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Caracas... tan sorprendente como conflictiva

Una ciudad normal sin más pena ni gloria que ser otra más de América Latina

Por: EL INFORMADOR

Caracas. La confusión de los pensamientos de sus gobernantes aparece en estos artísticos toldos en el patio de la presidencia. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

Caracas. La confusión de los pensamientos de sus gobernantes aparece en estos artísticos toldos en el patio de la presidencia. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

GUADALAJARA, JALISCO (02/OCT/2016).- La historia de Venezuela, como bien sabemos, ha transcurrido penosamente entre dictador y dictador -uno peor que el otro- prometiendo cada cual lo de siempre: justicia, igualdad y el oro y el moro, a sabiendas que nunca se cumplirá lo prometido.

Increíble rueda de la fortuna en donde curiosamente el personaje promete, a sabiendas que lo que promete es mentira y se lo promete a quien, conciente de que lo prometido es falso, finge, mintiendo, creer en lo prometido, creándose otra mentira en la que (casi todos) creen a pié juntillas a sabiendas que es mentira, etc. Un círculo vicioso en el que nadie cree; y que extrañamente gozan y padecen los pueblos en un sadomasoquismo incomprensible, en donde, la frase de “al pueblo pan y circo”  se repite una y otra vez como si fuera un carrusel macabro(¿?).

“Maduro ni nos da circo ni nos da pan”, nos decían con una sonrisa-mueca muy latina y fatalista, que sólo los latinos entendemos.

“Si las locuras de Chávez -nos comentaban pesimistas- han despistado a algunas de nuestras gentes, las de Maduro, al no tener pies ni cabeza, ni tan siquiera el extraviado carisma de su antecesor, nos hacen caminar por nuestras vidas padeciendo sus demencias sin alternativa alguna”.

“Leopoldo López (y muchos otros más) luchando contra esas incoherencias -nos comentaban- injustamente sigue en la cárcel en espera de que la razón llegue a la ‘madurez’ de un político a quien de improviso le llegó el cargo que fue ‘enviado por un pajarito que se paró en su ventana’ (expresión registrada en un conocido discurso)”.

Locuras como esta y como la de Castro (confieso que era mi ídolo al principio de sus andanzas) desgraciadamente han perdurado (más de medio siglo en este caso) extraviando por años la historia de todo un pueblo.

Este sentimiento me vino a la mente al ver en la ciudad decenas de edificios, hoteles y comercios, costosísimos, enormes, bellos y con visión hacia el futuro, ya sea totalmente abandonados, o brutalmente ocupados por gente vaga y holgazana que -amparados por el gobierno- poco apoco y con indolencia los están destruyendo usándolos anárquicamente sin ningún motivo ni cuidado.

Tristeza fue observar aquellos estupendos edificios que alguna vez pertenecieron a prestigiosas cadenas hoteleras “del imperio”, siendo invadidos por hordas de indigentes amparados por los demagógicos discursos del presidente. Esta triste anarquía ‘a ojos vista’, opacó para nosotros un poco de la belleza de Caracas, creándonos una imagen imposible de evitarla al platicar sobre la capital de Venezuela.

-Uuuufff… ¡Caracas es muy peligroso!- Nos dijeron nuestros amigos; en general todo Venezuela está terrible. ¡Peligrosísima! mejor no vayan, insistía con preocupación a quien le preguntáramos.

Agradeciendo sus advertencias partimos aventureros hacia aquel ‘terrorífico’ país del que, habiendo sido advertidos sus bemoles, sus atractivos naturales y selváticos -muchas veces estudiados por nosotros- nos atraían sobremanera. Sin embargo Caracas nos hizo detener un poco la carrera para pasar unos días en ella, conociéndola, disfrutando sus bondades y averiguando las advertencias que nos habían hecho.

La verdad es que, sin haber tenido contratiempo alguno, ni tan siquiera sospecha de ello, nos encontramos con una ciudad moderna, tranquila, pacífica y amable;  una ciudad normal y cosmopolita (con todos los riesgos que ello implica) sin más pena ni gloria que ser otra más de las ciudades de la América Latina.

La gente que tuvimos la suerte de encontrar, no hacía más que demostrarnos su amabilidad, su cortesía y su hospitalidad. Justo es señalar que el personal femenino que coquetamente se paseaba por las calles, nos dejó con la pupila cuadrada, brillante y sin lagañas (no exagero).  

El barrio del Hatillo -honor a quien honor merece-, es un bonito y hospitalario barrio antiguo, lleno de casas vetustas y leyendas de la época colonial en donde, restaurantes y casas de antigüedades nos hacen recordar los tiempos idos, haciéndonos vivir las épocas de bonanza y parsimonia de aquella época. La calma y la tranquilidad que se respira en el lugar, es como para disfrutarla hurgando los aparadores de las tiendas, o las delicias ¡más que abundantes! de la comida típica de los restaurantes del lugar. Una tarde en El Hatillo es para disfrutar -de a de veras- la famosa ciudad de Caracas. ¡Gócenla!

vya@informador.com.mx

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