Jueves, 28 de Marzo 2024
Suplementos | Quickly era una palabra casi mágica que zumbaba en los oídos 'rebeldes'

Los tiempos en que las Quickly`s nos invadieron

Una época en que era muy suave la línea que dividía la rebeldia y la inocencia

Por: EL INFORMADOR

Nostalgia. La grandiosa e insuperable moto Quickly de NSU en Alemania. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

Nostalgia. La grandiosa e insuperable moto Quickly de NSU en Alemania. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

GUADALAJARA, JALISCO (07/FEB/2016).- Entre las aventuras que nos suceden a cada día, nunca está de más detenernos un ratito y voltear a ver los sucesos de antaño que, aunque unos sean más antañosos que los otros, habrá que darles su propio valor para apreciarlos en su dimensión única e irrepetible que nunca volverá.

Para empezar diremos que el incomparable James Dean, el famoso “Rebelde sin Causa”, con su mirada intrigante, retadora y con un sesgo de ternura, enfundado en su camiseta blanca y su chamarra roja, era el ídolo indiscutible. Ni qué decir de Elvis Presley; de voz profunda, seductor, copete altivo, piernas ondulantes y movimientos sexys que hacía aullar a las morras de falda bajo la rodilla, calcetín doblado y choclo boleado. Angélica María “La Novia de México” (y mía por supuesto) a manera de desquite era la contrapartida. César Costa, Enrique Guzmán, Paul Anka y varios etcéteras, eran del grupachón que nos hacían tararear “Mi novia Popotitos”, las “Agujetas de Color de Rosa” “El Rock de la Carcel” y otras más que… ya sabrán.

La calle de López Cotilla, por donde uno que otro coche circulaba, estaba pavimentada con una mezcla de chapopote en color negruzco. Un potente foco con su cachucha protectora, era la iluminación pública que colgaba de las cuatro casas en donde cruzaba la calle de Simón Bolívar. En la siguiente esquina estaba la pequeña —e inolvidable— mercería llamada La Muñeca; y contra esquina, la tienda de Lupe.

La Muñeca tenía una amplia banqueta redondita, y una como plazoletita en la esquina. En la tienda de Lupe había unas bien diseñadas escaleras de cemento rojo que conducían a una banca recubierta de viejos azulejos de Tlaquepaque que le daban un carácter por demás acogedor. En La Muñeca había buena plática; y en la tienda de Lupe las tortas de pan birote con crema y sal gorda eran francamente deliciosas. Fácilmente comprenderán que estas estupendas esquinas, era donde al grupo de adolescentes quince-diciochoañeros nos gustaba merodear.

“¡Quickly…!”. Quickly era una palabra casi mágica que zumbaba en nuestros oídos “rebeldes” (a lo James Dean) y deseosos de gloria y furia juvenil… Fue entonces que las Quickly`s comenzaron a llegar al vecindario tratando de apaciguar nuestras ansias juveniles y —temo decirlo— atormentar al vecindario… ¡y más allá!

Cada uno a su modo, fue consiguiendo con mañas y magañas, promesas de buenas calificaciones y abonitos fáciles en la tienda de Navarrete y Alcaraz su estupenda… ¡Quickly! que satisfaría cualquier deseo de gloria, grandeza o libertad que soñaran nuestras imberbes e inquietas personitas.

Claro que estoy hablando de una… no digo moto… de una ¡Súper Moto! Infinitamente superior a cualquier Harley, Triunph o Indian; a las que denostábamos (pura envidia) por grandotas, pesadas e incómodas. No, no… Las Quickly`s (prohibidísimo decirles bici-motos) eran ligeras, bellas, potentes y… ¡simplemente insuperables! Y además estaban fabricadas nada menos que por la NSU de Necarsulm Alemania. ¡Quiúbole…!

Unas eran rojas, otras azules, y otras verdes. Algunas (las primeras que llegaron) tenían el tanque de gasolina chico y eran de dos velocidades. Claro que tenían pedales como si fueran bicis pero, aunque con ellos activáramos el encendido y les ayudáramos en las subidas, hacíamos caso omiso de ello, puesto que nuestras Quickly`s de 49 cc., eran motos potentes, formales y punto. Más tarde, llegaron las más picudas; con tanque grande y… ¡tres velocidades! en el puño, con las que casi podíamos alcanzar la friolera de… no me acuerdo si 60 o 600 kilómetros por hora (cuestión de ceros) pero eso es lo de menos; lo importante no es lo que se lograba… ¡sino lo que se sentía…!

La fama de estas incomparables máquinas mensajeras de prestigio y libertad, llegó a tal grado que no había chavo que se prestigiara de valiente que no tuviera una, pese a los sacrificios que se tuvieran que hacer por adquirirla. La fiebre de las Quickly`s cundió; y el enjambre de quickeros que pululábamos por la barriada, hizo que los colonos se tuvieran que resignar al aturdímiento de los estruendosos mofles “modificados” de nuestras adoradas máquinas; pero bueno… podemos decir —si esto sirve de disculpa— que eran otros tiempos.

Claro que algunos de nuestros compañeros (varios) perdieron la vida en ellas —como siempre— en imprudencias; pero los que aún vivimos en este planeta, recordamos con añoranza aquellos tiempos en que las Quickly`s llenaron de alegría nuestros inquietos momentos juveniles.

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