Jueves, 25 de Abril 2024
Suplementos | En este domingo décimo tercero del año, San Marcos narra dos milagros de Cristo

'Hija, tu fe te ha curado'

En este domingo décimo tercero del año el evangelista San Marcos narra dos milagros que obró Cristo, después que llegó en la barca al otro lado del lago

Por: EL INFORMADOR

El milagro más amoroso y poderoso de Jesús es su sufrimiento, muerte y resurrección por nosotros. ESPECIAL /

El milagro más amoroso y poderoso de Jesús es su sufrimiento, muerte y resurrección por nosotros. ESPECIAL /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24

“Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”.

SEGUNDA LECTURA:

Segunda Carta de San Pablo a los Corintios 8, 7.9.13-15


“Ya que sobresalen en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tienen, distínganse también ahora por su generosidad”.

EVANGELIO:

San Marcos 5, 21-43


“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.

GUADALAJARA, JALISCO (28/JUN/2015).- En este domingo décimo tercero del año el evangelista San Marcos narra dos milagros que obró Cristo, después que llegó en la barca al otro lado del lago.

El primero fue la curación de una mujer que llevaba 12 años de padecer flujo de sangre, e ineficaces habían sido todos los remedios de los hombres para curarla”. Ella se le acercó por detrás a Jesús entre la gente y le tocó el manto. Jesús, no para humillarla, sino para exaltar la fe de aquella mujer, preguntó: ¿Quién ha tocado mi manto? Aunque era una multitud la que lo apretujaba, ella, que había quedado sana, asustada y temblorosa se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Aquí la fe se volvió confianza. Quien así pide, siempre alcanza, porque Cristo es amor, es compasión y tiene poder para sanar a todos los enfermos, porque su condición de Dios igual al Padre y al Espíritu Santo supera las enfermedades, las desgracias, las crisis y las tinieblas de los hombres, y hasta la misma muerte.

Angustia, desolación, son el ambiente en esa casa donde ha quedado quieto un corazón de apenas 12 años.

Llega Cristo, sereno ante la actitud angustiada y desesperada de las personas y dice una frase que que no entienden y hasta provoca burla: “La niña no está muerta, está dormida”. La fe del padre de la niña al suplicar su intercesión, conmovió a Cristo. La fe es humildad, reconocimiento de la propia pequeñez, confianza ante quien todo lo puede.

Humilde y confiado, aquel hombre llamado Jairo, logró el milagro. La mano bendita de Dios y dos palabras: talita, kum… y el corazón de la niña volvió a latir, abrió los ojos, se levantó y comenzó a caminar.

Ante la muerte de otros y ante la propia, el cristiano, a diferencia de los que no tienen esperanza, ha de actuar con sabiduría evangélica —no exenta de cierta angustia, similar a la que el mismo Cristo sufrió— pero con serena confianza en el que es dueño de la vida y quien ha dicho, y solo Él puede decir: “Yo soy la Resurrección y la vida y quien cree en Mí, aunque muera,vivirá; y todo el que viva y cree en Mí, no morirá para siempre.”

Para librar al hombre de la muerte, el Hijo de Dios se encarnó, o sea que tomó naturaleza mortal. Es el grano de trigo: Murió, pero fue sepultado, sembrado en la Tierra, y así todos los reconciliados con Dios por la muerte de uno, tienen la gracia de la vida de Cristo.

José Rosario Ramírez M.

Según San Marcos

A lo largo de los domingos de este tiempo ordinario, estaremos leyendo textos del Evangelio de Marcos, dicho libro comienza diciendo: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Con estas palabras, San Marcos nos lleva inmediatamente a reconocer la identidad de Jesucristo, afirmando que Jesús es el Mesías. El evangelista nos dice que tiene buenas noticias sobre el Mesías, sobre sus actos poderosos y sus promesas.

¿Cuáles son las buenas noticias sobre Jesucristo, que San Marcos reveló a los cristianos oprimidos de su tiempo, y qué buenas noticias nos revela a nosotros hoy?

Es un Evangelio un tanto diferente a los otros tres, porque nos presenta a Jesús como un hombre de acción. Su narración está llena de acciones milagrosas y de sanaciones, como las que leemos este domingo, en favor de los más necesitados.

El milagro más amoroso y poderoso de Jesús es su sufrimiento, muerte y resurrección por nosotros. San Marcos narra sólo una muestra de las parábolas de Jesús, y no incluye discursos o enseñanzas tan largas. Razón por la cual este Evangelio es ideal para quienes conocen poco de Jesús y desean adentrarse en su misterio.

En este Evangelio sobresalen tres temas: el primero, la humanidad de Jesús, que en su rostro cercano y misterioso invita a descubrir la presencia y el poder del Hijo de Dios que hacer milagros.

El segundo tema aparece cuando muestra que seguir a Jesús es cargar con la cruz de Cristo. El verdadero discípulo está dispuesto a dar la vida por los demás, como lo hizo Cristo.

El tercer tema tiene que ver con el servicio a los demás. Aunque San Marcos no da larga lista de cómo servir a Dios y a los demás, sí nos muestra en Jesús el modelo de quien, en vez de buscar ser servido, se hace servidor de todos.

San Marcos escribió este Evangelio para las personas que estaban padeciendo persecución y discriminación física, social y económica bajo el Imperio romano por causa de la fe en Jesús.

Fue escrito alrededor del año 65; es el Evangelio más antiguo y también el más breve.

JESÚS ANTE LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE

Con Jesús la muerte no es ya un límite absoluto: hay otra orilla que puede ser alcanzada únicamente por la fe. Un verdadero creyente espera firmemente superar la muerte.  En dos milagros que nos narra el evangelio de hoy, Jesús se manifiesta como Señor de la vida y de la muerte.

Jesús se presenta como verdadero Mesías porque su palabra da vida. En ambos casos, la fe ciega, sin más apoyo que la propia incapacidad es condición indispensable para la intervención de Jesús. Marcos presenta a Jesús con atributos divinos pero no como superhombre.

La Palabra de Dios ilumina hoy uno de los misterios más grandes de la existencia humana, el que más nos la entenebrece y el más temido: el misterio de la enfermedad y de la muerte. Curando a una mujer y resucitando a una niña, Jesús se nos presente como el Señor de la vida y de la muerte. Es posible, como sucedió a los primeros discípulos, que no pensemos en él ni siquiera cuando nos sentimos amenazados por el mal ni recurramos a él, aunque bien sabemos que solos no podemos librarnos del mal ni asegurarnos un día más, o un momento mejor, a nuestra propia vida. La mujer con hemorragias contaba con una fe decidida y valiente; el jefe de la sinagoga tenía una fe probada en la tribulación. ¿Cómo es mi fe? ¿Por dónde y en qué se me escapa mi vida? ¿A él recurro constatando mi impotencia para darme vida? ¿No será que esté tan bien como para ya no necesitarlo o tan a gusto en mi mal que ya no me haga falta? Si no acudimos a Jesús para tocarle y sanarnos o para insistirle que nos cure, seguramente no es porque estemos totalmente sanos y seguros de no enfermar; más probable es que no conozcamos todavía los males que nos aquejan.

Jesús “contagia” su pureza, entrega vida y salud, a dos “intocables” de su tiempo. Compadecido el Señor del sufrimiento se pone en camino, se deja tocar, toca y resucita. ¿Cuál es mi actitud ante los “impuros”, los marginados, en nuestra sociedad? En el nombre del Señor, ¿cómo puedo llevarles vida, dignidad e integración?

El poder de Jesús sobre la muerte, alcanza su pleno cumplimiento en la resurrección del Señor. El discípulo de Jesús puede afrontar la vida con ilusión y encarar la muerte sabiéndola vencida: “Dios no hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes” (Sb 1, 13). Este es nuestro Dios y así quiere ser para nosotros. ¿Qué motivos de esperanza suscita en mí? ¿Cómo vivo la virtud de la esperanza en tiempos de crisis?

FRANCISCO JAVIER CRUZ LUNA

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