Jueves, 28 de Marzo 2024
Suplementos | La ley electoral y la poca creatividad componen unas campañas aburridas y monótonas

¿Por qué aburren tanto las campañas?

La ley electoral y la poca creatividad de los partidos políticos, componen el coctel perfecto para unas campañas aburridas y monótonas

Por: EL INFORMADOR

En México estamos acostumbrados a campañas malas, aburridas y caras. Campañas con poca información e impregnadas de frivolidades. EL INFORMADOR / S. Mora

En México estamos acostumbrados a campañas malas, aburridas y caras. Campañas con poca información e impregnadas de frivolidades. EL INFORMADOR / S. Mora

GUADALAJARA, JALISCO (03/MAY/2015).- Si las elecciones son la fiesta de la democracia, las campañas tendrían que ser su periodo más emocionante. Semanas en donde los candidatos estarían llamados a debatir sobre los principales temas que aquejan a los ciudadanos; semanas en donde se tendrían que contrastar trayectorias y dotar de más y mejor información al elector; semanas en donde los candidatos se deberían sentir obligados a poner sus proyectos políticos a escrutinio de la ciudadanía. En resumen, las campañas deberían ser ese espacio, tal vez efímero y corto pero significativo, en donde el elector tiene a los políticos al desnudo. 

Sin embargo, en México estamos acostumbrados a campañas malas, aburridas y caras. Campañas con poca información e impregnadas de frivolidades. Campañas sin rumbo, en donde puede más la táctica que las ideas; en donde se impone la frialdad del cálculo. Campañas que nos dicen nada: un candidato comiendo con su familia en un spot y demostrando que es buen padre; otro candidato que nos recita frases huecas; y hasta el candidato que sale bailando para demostrarnos que es uno como nosotros. Las campañas en México se han convertido en sufrimiento para la ciudadanía, lo que no deja de ser paradójico en un país que tanto anheló que el voto contara. Pero, ¿Por qué son tan aburridas las campañas en México? ¿Es culpa de los candidatos o de los ciudadanos? ¿Qué se puede hacer para hacer de las campañas un momento de debate auténtico y de calidad?


La ley electoral y la estrechez de miras de los consejeros

Es innegable que la ley electoral está diseñada para que las campañas aburran. Incluyendo el periodo de precampañas, supuestamente reglamentado para que los partidos políticos desahoguen sus procesos internos, las elecciones duran poco más de cinco meses. Son cinco meses repletos de publicidad oficial, spots que no dicen nada y espectaculares que atiborran la ciudad de puntos comunes. La ley está hecha como coraza protectora de campañas huecas y vacías, la institucionalización de la tiranía del spot.

Y es que el modelo de comunicación política que está detrás tanto de la reforma electoral de 2007 como de la reforma aprobada en 2014, empuja hacia la spotización y la ausencia de contraste. Los medios de comunicación están atados a una falsa equidad, en donde se debe informar con pocas opiniones y poniendo el micrófono al primer candidato que lo pida. No importa si un candidato es creativo y presenta una agenda de propuestas sólidas, su cobertura será la misma que un candidato que se quedó “rascándose la panza” en su casa. El mérito desapareció de las campañas. La creatividad se sanciona y la monotonía se premia. 

En el mismo sentido, la estrechez de miras de los consejeros electorales tampoco abona a campañas de calidad. En todas sus resoluciones, la Comisión de Quejas y Sanciones del INE, compuesta por tres consejeros, ha privilegiado la censura del mensaje de contraste, eludiendo una posible interpretación más liberal. Como menciona Jesús Silva-Herzog Márquez, es la visión de un grupo de consejeros que cree que nos puede decir qué podemos y qué no podemos ver en la televisión, cual padre con sus hijos. Una interpretación pobre y paternalista por parte de los consejeros. Es una ley que  mete la mano en los medios de comunicación, premiando a los que hacen mal su chamba y castigando a los que buscan innovar. 


El derrumbe de las ideologías y los despachos de asesoría

Un extraño centrismo se ha vuelto hegemónico en la política mexicana. En un momento nacional que demanda definiciones, debates y  contraste de proyectos, estamos ante el derrumbe de las ideologías. Parece que todos están a favor de todo y en contra de lo mismo. Las distancias ideológicas entre los partidos se han reducido a matices. No deja de ser extraña esta claudicación ideológica en un país con 53 millones de pobres y un modelo económico que ha tenido como resultado un raquítico crecimiento promedio anual de 1.8% en 30 años.

La confusión ha llegado a tal nivel que el tradicional partido de la derecha mexicana, el PAN, convencido del mercado y del liberalismo económico, propone subir el salario mínimo. En cambio, la izquierda tradicional —PRD— supuestamente convencida del Estado y su papel redistribuidor, está en contra de aumentar los impuestos.  La ideología, no como fanatismo sino como un sistema de creencias sobre el mundo y su funcionamiento, se ha diluido entre los partidos. Parece que con contadísimas excepciones, todos creen en soluciones parecidas. ¿Por qué nadie propone repensar nuestro modelo económico? ¿Nadie tiene una visión alternativa sobre la relación entre el Estado y el mercado? ¿Habría algún partido capaz de proponer algo diferente?

Así, el debilitamiento de las ideologías y de los proyectos alternativos es gasolina para el descontento con la política. Para muchos ciudadanos, elegir entre partidos es simplemente cuestión de algunos matices, algo así como elegir entre marcas de refresco. La política debe estar al servicio de las soluciones. El disenso en los caminos hacia el cambio es fundamental para la democracia, y no lo vemos.

Y en gran parte, los culpables del desvanecimiento de las ideologías son los despachos de imagen y asesoría que hoy en día juegan un papel fundamental en las campañas. La política se ha vuelto esencialmente táctica. “No digas esto”, “mejor evita aparecer”, “no asistas a determinada reunión”, o “no digas lo que piensas en ese tema”. Las campañas se convierten en puestas en escena en donde los caros despachos de asesores son los grandes directores de la obra. Le dicen al candidato cómo vestir, cuándo sonreír y cómo declarar. Buscan reducir la incertidumbre y los compromisos al mínimo. La ideología y el proyecto es lo que menos importa. Así, una campaña aburrida y monótona es la mejor noticia para algunos asesores. Sobre todo para aquellos despachos que asesoran a los punteros.


Propuestas y aversión por el debate


A todo esto, ¿Cuánto importan las propuestas en las posibilidades que tienen los candidatos de ganar? ¿Son tan decisivas como se suele decir? La literatura sobre comportamiento electoral arroja que los votantes no emiten necesariamente su sufragio por propuestas. Las encuestas de salida demuestran que el voto hacia una u otra opción es producto de múltiples factores que se conjugan, y van desde los estereotipos del votante con respecto a un partido hasta la imagen de un candidato. Las propuestas ayudan en la medida en que construyen dicha imagen o identidad, pero son decisivas en casos muy contados.

Este divorcio entre propuestas y voto, es un incentivo más para la construcción de campañas aburridas. A la misma aversión que tienen muchos candidatos por el compromiso hay que abonarle la baja rentabilidad de construir una campaña sustentada en propuestas. La imagen o la mercadotecnia personal son herramientas mucho más eficaces para aumentar la intención de voto. Esta realidad dista mucho de lo que sucede en otras latitudes,  en donde el posicionamiento de los candidatos en las distintas materias es fundamental para atraer o perder apoyos electorales.

Sólo basta ver la elección en Gran Bretaña. El debate político ha girado en torno a la propuesta del “impuesto de mansiones”, encabezado por el Partido Laborista. Difícilmente veremos en México que las propuestas se coloquen como el eje de las campañas electorales. Es decir, un perro que se muerde la cola: el político no propone y los ciudadanos no premian a candidatos con iniciativas.

En este sentido, y siguiendo el eje de propuestas, las campañas son aburridas por la bajísima cultura de debate que tenemos los mexicanos. Tal vez por ello dice Jorge Castañeda que en México se fomentan más los concursos de oratoria que los clubes de debate. No falta el “desorientado” que pone nerviosa a la gente en una reunión por su atrevimiento a discutir sobre un tema de interés o el aguafiestas que se ponen a hablar de política a medio festejo cumpleañero. En el imaginario de nuestra cultura política, debatir es destruir; debatir es dividir; debatir significa encono e irritación. No lo vemos como una forma de resolver nuestros problemas, por el contrario como un problema en sí mismo.

Esta aversión por el debate se ha reproducido como un desincentivo para que los políticos arriesguen por auténticas campañas de contraste. El político prefiere mostrar a su familia, hablar de su carácter o de su afición futbolística, que atreverse a compararse con los demás candidatos, a exponer públicamente sus fortalezas y debilidades. Los políticos no van a cambiar su aversión al riesgo y al debate, hasta que el elector le haga ver que se premia a los que discuten, a los que dan la cara y a los que se atreven a defender sus proyectos públicamente.

Hay muchos elementos que abonan al aburrimiento en las campañas. Tenemos en México el coctel perfecto para hacer de las campañas otro espacio que abona al descontento social y que reproducen el hartazgo con la clase política y con los partidos. Para corregir esta dinámica, se debe empezar por una reforma profunda al modelo de comunicación política que se aprobó en las reformas de 2007 y 2014. La equidad no es criticable, mientras deje algún espacio para premiar a aquellos candidatos que por sus propios méritos traces campañas informativas, propositivas y abiertas. Los mexicanos no son menores de edad que deben ser tutelados, sino ciudadanos que quieren información y contraste. Las buenas campañas son las que dotan de información al votante, bajo esta premisa la democracia mexicana está reprobada. 

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones