Jueves, 18 de Abril 2024
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Pok Ta Pok, el juego de los dioses

Para las civilizaciones precolombinas, el juego de pelota poseía un significado especial, que ha trascendido hasta nuestros días

Por: EL INFORMADOR

En el 'Popol Vuh', los hermanos divinos retan a los dioses de la muerte y bajan al inframundo para celebrar el Pok ta Pok. EL INFORMADOR / J. Monroy

En el 'Popol Vuh', los hermanos divinos retan a los dioses de la muerte y bajan al inframundo para celebrar el Pok ta Pok. EL INFORMADOR / J. Monroy

GUADALAJARA, JALISCO (15/MAR/2015).- El tradicional juego de pelota prehispánico, que en la cultura maya recibía el nombre de ‘Pok ta Pok’ —como onomatopeya que refiere al sonido que produce al rebotar la bola de caucho que se utiliza—, constituye hoy día una de las grandes tradiciones que sobreviven en la península de Yucatán. Y es que además de ser un ritual, se ha convertido en un atractivo turístico que habla al visitante de la historia del lugar, además de evolucionar en un espectáculo y una oportunidad de diversión en distintas plataformas electrónicas.

De hecho, si el juego gana ahora popularidad es porque representa una suerte de oráculo en el que las interpretaciones se vinculan al movimiento de la pelota, a la que se golpea —con la cadera, pero dependiendo de la zona del país puede ser también con el hombro, el antebrazo u otras partes del cuerpo que no sean las manos— hasta que uno de los jugadores la deja caer por error; así, la leyenda cuenta que el vencedor es decapitado y su sacrificio persigue evitar la destrucción del universo.

Ritual e historia

Los más antiguos testimonios del juego, más allá de los vestigios arqueológicos que revelan el espacio donde se practicaba, se hallan en el célebre “libro sagrado” de la cultura maya, el “Popol Vuh”, donde se cuenta que los hermanos divinos retan a los dioses de la muerte y bajan al inframundo para celebrar el Pok ta Pok, el juego solemne de orden astral en el que se enfrentan los elementos contrarios del cosmos (luz y oscuridad, bien y mal, noche y día), por lo que a veces los jugadores poseen un rol de cuerpos estelares o deidades específicas (Tezcatlipoca y Quetzalcóatl era de hecho un enfrentamiento clásico).

Debe recordarse que el Pok ta Pok no sólo fue jugado por los mayas —en náhuatl se le conocía como ‘Tlachtli’ y los zapotecas le llamaron ‘Taladzi’, por poner dos ejemplos, aunque de modo general se le nombra ‘Ulama’, y desde hace dos mil años se jugó desde Centroamérica hasta lo que hoy es Sinaloa— porque se trató de una práctica sagrada y consuetudinaria, con el juego se pretendía conocer la voluntad de los dioses y la muerte era el premio; con el tiempo, se volvió profano pero no por ello desapareció su significación religiosa. Por supuesto, los españoles lo prohibieron porque creían que era propicio para la adoración de las deidades “paganas”.

Variadas opiniones

De acuerdo con las anotaciones de misioneros cronistas como Fray Bernardino de Sahagún, Diego Durán, Alonso de Molina o Gonzalo Fernández de Oviedo, la noche anterior al encuentro los jugadores hacían “penitencia”; horas después, con su público en lo alto de las murallas, se dividían en dos equipos y, al jugar, la clave era mantener la pelota en constante movimiento, sin rebasar ciertas marcas, golpeando la bola con el codo y la cadera, las rodillas y los hombros, aunque cada religioso difiere en su registro.

De igual manera, se difiere en lo que respecta al sistema de puntuación; los campos reconstruidos donde se celebraba indican que la bola debía pasar por un aro dispuesto en los muros laterales, aunque también era considerado “negativo” golpear la bola con una parte del cuerpo no permitida (quien lo provocaba, de dice, ganaba un punto); con todo, el triunfo definitivo era pasar la pelota por el aro.

Un espectáculo de hoy


Hoy día, como ha sucedido con otras danzas o eventos rituales del México ancestral —como cuadros folclóricos o el ceremonial de los voladores de Papantla—, el Pok ta Pok se ha tornado atracción turística y no pocos grupos lo llevan a cabo como una escenificación en diferentes escenarios en Yucatán o Quintana Roo, desde parques hasta campos móviles que han sido llevados de gira para que el juego se lleve a cabo en otras partes del país o el extranjero. Los elementos básicos del juego, con todo, se mantienen; puede variar el número de participantes y los campos o áreas de práctica se “decoran” y no, al igual que sucede con la indumentaria de los “jugadores”. El aumento de la práctica tiene un doble cometido: dar a conocer las bases de la tradición y entusiasmar a los espectadores, de manera que perviva el conocimiento del ritual por medio de una representación.

Para llevarlo a todas partes

Finalmente, no sólo se ha convertido en una atracción y espectáculo sino, también, en un juego electrónico que puede practicarse en diferentes plataformas; así, por ejemplo, en internet se puede acceder a un sitio completo (www.poktapokgames.com) en el que existen diferentes opciones para elegir, desde escenarios hasta participantes (la calidad no es la mejor pero constituye una manera de vincular la tecnología contemporánea con tradiciones prehispánicas, pues se incluye información básica).

Y eso no es todo, desarrollado y producido por Roberto Rochín —director de la película “Ulama, el juego de la vida y la muerte” (1986), en la que se documenta cómo sobrevivió el juego en Oaxaca y Sinaloa y que dio origen a un libro homónimo escrito por Felipe Solís y Ernesto Velasco (2011)—, existe desde fines de 2012 un videojuego basado en el Pok ta Pok, diseñado para teléfonos móviles en sistema iOS de Apple, y con versión en Kinect para Microsoft, además de adaptarse a consolas de distinto tipo. Por lo visto, algunas tradiciones pueden asegurar su permanencia en la memoria colectiva de modos insospechados.

SABER MÁS

Popol Vuh


Derivado de la lengua k’iche’ y pronunciado ‘popol wuj’, a este documento se le conoce como “libro del consejo” o “libro de la comunidad” (de popol: “reunión” o “casa común”, y wuj: “libro”) y en él se reúnen narraciones míticas y legendarias del pueblo maya guatemalteco (k’iche’), en las que se narra la creación del universo, de la civilización y los fenómenos naturales.

 El primer traductor del libro fue el misionero fray Francisco Ximénez, pero sus trabajos debieron esperar hasta el siglo XIX para que despertaran interés en exploradores como el austriaco  Karl Scherzer o el francés Charles Brasseur (que lo publicó en su país); después de que un coleccionista estadounidense adquirió los archivos, se les confinó en una biblioteca hasta 1911 y, gracias a Adrián Recinos (embajador de Guatemala entonces) se produjo la primera edición moderna del volumen, en 1947.

 Aunque de incuestionable valor, se ha dudado de la “autenticidad” del libro porque la traducción primera, además de “errores” que actualmente se han consignado, refleja contenidos que fueron “occidentalizados”, en la narración que ofrecen.

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