Viernes, 29 de Marzo 2024
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Raquel Tibol, ejemplo de generosidad intelectual

Luis Camnitzer describe a la crítica de arte, recientemente fallecida

Por: EL INFORMADOR

'Ella es de esas personas que uno extrañará por el resto de su vida', comentó el docente y crítico. EL INFORMADOR / M. Valencia

'Ella es de esas personas que uno extrañará por el resto de su vida', comentó el docente y crítico. EL INFORMADOR / M. Valencia

GUADALAJARA, JALISCO (01/MAR/2015).- A nivel internacional, Luis Camnitzer es una personalidad respetada y reconocida en el mundo del arte, representa una experiencia de más de cinco décadas, no sólo como creador, sino como docente y crítico; así, amigo y colega de la recientemente fallecida crítica de arte Raquel Tibol, evoca su visión de la maestra en un retrato forjado a lo largo del tiempo como evidencia de un trato esporádico, pero de gran “confianza humana” entre ambos.

En palabras del artista uruguayo, “la conocí en 1968 o 1969, y fuimos amigos desde entonces; no siempre de acuerdo, pero nuestra discrepancia fue siempre amistosa también. Siempre la consideré una figura gigante dentro de la crítica de arte latinoamericana (ámbito donde no hay demasiada gente); ella es quizá la única que supo conectar el pasado muralista mexicano con el arte contemporáneo y nuestros días, de una manera continua y sin quiebres, algo que me parece muy importante”.

De este modo, justo por la exigua cantidad de críticos de arte a nivel continental, Tibol se torna aún más determinante como una referencia, admite el crítico, “porque si tengo que juntar nombres, quizás haya apenas cinco o seis nombres en la historia de la teoría del arte el pasado siglo, y ella es una de quienes estarían en el tope de esa lista; hablamos de gente como Jorge Aníbal Romero Brest, Juan Acha o Marta Traba”.

Para Camnitzer, Tibol quedó “como espina dorsal dentro de la historia del arte del siglo XX, porque —en general— algunas figuras son muy partisanas o polarizadas frente al arte; y ella supo establecer una continuidad que va más allá de la opinión, estuvo estudiando de manera constante, poniéndose al día en cosas que tal vez no le interesaban tanto como gusto estético, pero en las que reconocía su importancia cultural”.

Curiosidad continua

En opinión del maestro emérito de la State University de Nueva York, este respeto por el trabajo de los otros se fundaba “en una curiosidad continua; incluso cuando había algunas cuestiones que no entendía del todo o no le agradaban, igual se paroximaba a ellas con la intención de comprender. Su generosidad intelectual era muy grande, lo mismo que su falta de dogmatismo”.

Esas características que consigna Camnitzer en Tibol, hoy día, resultan infrecuentes en el oficio de la crítica, incluso “podríamos decir que pasadas de moda”, aunque la crítica siempre mereció el respeto de sus colegas y era consultada con frecuencia; “creo que como persona ella no pensaba desde el ego, no se distrajo en el posible legado que dejaría como individuo; veía desde un plano más amplio una manera de afectar la cultura, como tenemos que afectarla todos. Por eso pienso que fue un ejemplo en el tratar a la cultura como un proceso de equipo, en el que ella era un miembro más, nunca una conductora. El mérito se le reconoce desde fuera, no desde dentro; que me parece la mejor manera de reconocer una forma de mérito”.

En un entorno donde los espacios para discutir acerca del arte han ido desapareciendo —en especial si se piensa en México—, esta posición de comprometarse con la cultura general y no consigo misma toma relevancia; dice el crítico de origen alemán que “el compromiso con ella misma fue la integridad y no la promoción. Eso es fundamental como ejemplo humano”.

Causa casi misionera

Aunque sabe reconocer el enorme tesoro que significa la amplia obra de Tibol, Camnitzer admite por igual que su “contacto personal era esporádico pero siempre de mucho cariño mutuo. Siempre la vi como una persona dedicada totalmente a ‘la causa’ que, aunque teñida políticamente, era en última instancia el bien común, el progreso cultural para la mayor cantidad de personas posible”.

De esta forma, en palabras del artista, Tibol “fue crítica del elitismo, de las injusticias sociales, y trató de ubicar el arte como un instrumento para corregir esas cosas; en todo ello, yo nunca vi un intento de beneficiarse personalmente o proyectarse, su causa era casi misionera, casi religiosa podría decir (en el mejor sentido)”.

De acuerdo con Camnitzer, la escritora y crítica de arte “no deja una escuela, y quizá sea mejor que no la haya, para que quede como un ejemplo humano de dimensiones enormes, que contribuyó a concientizar a una gran cantidad de gente. Ahora, aunque hiciera estudios especializados —como los de Diego Rivera y el muralismo— su perspectiva era trabajar todo desde un punto de vista social general, nunca para unos pocos, sino con la intención de expandir un campo aparentemente restringido para que tuviera acceso todo mundo. Eso es importante, donde quiera que suceda”.

Confianza humana

Recuerda el docente y curador que su último encuentro personal con Tibol ocurrió “hace más o menos ocho años, en Puerto Rico; no recuerdo la fecha, pero fue una coincidencia —ella trabajaba en algo y yo en otra cosa— y, por supuesto, fue muy alegre el momento. La relación entre las personas puede ser química, puede haber una conexión inmediata o no, pero con ella yo tuve una conexión inmediata”.

Detalla Camnitzer que, a fines de los sesenta, estuvieron en una mesa redonda en la Ciudad de México, en el Museo Universitario —también, dice, estuvo Mathias Goeritz—, y en esa discusión hubo discrepancias de tipo político, pero en una dinámica de mucho respeto y cariño. “Así, digamos, esa unión química quedó viva desde entonces; y cuando iba a México la veía, o en La Habana o Puerto Rico. Siempre era retomar el contacto, no comenzarlo; había una confianza humana mutua que permanecía aunque no nos viéramos. Ella es de esas personas que uno extrañará por el resto de su vida”.

Luis Camnitzer (1937)

Pintor y artista, crítico, docente y teórico. Es una figura líder del conceptualismo latinoamericano. Sus padres fueron refugiados judíos que huyeron de la Alemania nazi en 1939 rumbo a Uruguay. Creció en Montevideo, estudió en la Escuela de Bellas Artes de Uruguay y en la Academia de Munich. Recibió la Beca Guggenheim en 1961 y 1982. Actualmente, es profesor emérito de la State University of New York (ciudad donde reside desde 1964). Su obra se halla en el Tate Modern, MoMA, y El Museo del Barrio, con retrospectivas en el Bronx (1991), Kunsthalle Kiel (2003), Daros Museum (2010) y El Museo del Barrio (2011).  Participó en la Bienal de La Habana (1984, 1986 y 1991), Bienal de Venecia (1988), Bienal del Whitney (2000), Documenta 11 (2002) y la Universidad Nacional de Colombia. Es colaborador regular de la revista ‘ArtNexus’. También ha escrito varios libros, entre los que se encuentran: “New Art of Cuba”, “Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation” y “On Art, Artists, Latin America and Other Utopias” (todos en University of Texas Press).

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