Miércoles, 24 de Abril 2024
Suplementos | La esperanza y la oración sincera llegan hasta el corazón de Dios

El adviento es el tiempo oportuno para llegar a Cristo

La esperanza, reforzada con la oración sincera, es efectiva porque llega hasta el corazón de Dios

Por: EL INFORMADOR

Cuando se pone la esperanza en lo bueno y grande que Jesús nos ofrece en su Navidad, esa esperanza no se esfuma después de la fiesta. EL INFORMADOR /

Cuando se pone la esperanza en lo bueno y grande que Jesús nos ofrece en su Navidad, esa esperanza no se esfuma después de la fiesta. EL INFORMADOR /

LA PALABRA DE DIOS

RIMERA LECTURA:

Isaías Is 61, 1-2a. 10-11.


"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros, la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor".

SEGUNDA LECTURA:

Primera carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5, 16-24.

"Hermanos:
Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. En toda ocasión tened la Acción de Gracias: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros".

EVANGELIO:

"Evangelio según San Juan 1, 6-8. 19-28.


—Yo soy "la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor"

GUADALAJARA, JALISCO (14/DIC/2014).- En este tercer domingo de adviento, el pensamiento de la Iglesia es la alegría del cristiano.

El espíritu del adviento es la oración del deseo en un clima de alegría. La alegría por la certeza de tener un Salvador, alegría preanunciada seis siglos de antes por el profeta Isaías quien dice: “Me alegro en el Señor con toda el alma, y me lleno de jubilo en mi Dios”.

El auténtico cristiano siempre se alegra en el Señor.

Muchos enfilaban sus pasos al desierto, para ver y escuchar a un hombre vestido con una piel de camello y ceñida su cintura con un cinturón de cuero, cuya voz clara, potente, invitaba a sus oyentes a dejar el pecado, a arrepentirse, y luego, como signo de conversión echaba sobre sus cabezas el agua purificante de las corrientes del Río Jordán.

Los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle “¿Quién eres tú?” y él afirmó “yo no soy el Mesías. Yo soy la voz que grita en el desierto: “enderecen el camino del Señor”.

La evangelización sigue inacabada, incompleta, en este siglo.

Todavía no ha llegado la luz a muchos hombres de los cinco continentes. No han sentido, en su tránsito por el tiempo, la necesidad de un salvador, y nunca lo han invocado.

Mas hay también muchos cristianos “nominales”, sin verdadera vida de creyentes; sin haberse convertido, sin experiencia personal de Cristo en su vida; sin la presencia santificadora del Señor en la intimidad de su alma.

También son lamentables la apatía, la incredulidad de muchos, afanados por lo cercano, por las ofertas atractivas de las cosas materiales, por lo inmediato; y no pocas veces se comportan como la plebe de Roma, contenta con  que sólo se les diera “pan y circo”.

El adviento es camino para un verdadero encuentro con Cristo… el adviento es el tiempo oportuno para llegar a Cristo.

José Rosario Ramírez M.

¿ Conocemos a Jesús?

Nos estamos preparando, en este tiempo de Adviento, para una gran celebración, en la que se hará presente, como origen y motivo de ella, precisamente, Jesús resucitado, y por lo tanto ha de resultar para todos, una celebración trascendente, que no quede en un simple recuerdo, ni en un simple hecho histórico, sino que, por el encuentro personal que se habrá de tener con Él, deberá operarse un cambio y una transformación en nuestra forma de pensar, sentir, creer, vivir, etc.

Sin embargo, en muchos corazones, hogares, comunidades, no sucede así, porque dicha celebración se realiza aun a nivel superficial, es decir, con mucho folclore, colorido, algarabía, pero sin su sentido verdadero y profundo.

La causa principal es que estos realmente no conocen a Jesucristo; para celebrarlo con autenticidad, primero hay que conocerlo, experimentar en carne propia que está vivo, y entonces amarle con todo nuestro ser. Ciertamente, para conocerlo a cabalidad hace falta toda una vida y aún más; sin embargo podemos ir descubriéndolo y conociéndolo, día a día, para ir enamorándonos de Él, también día a día.

Jesucristo es Dios; y también es Hombre verdadero como nosotros. Él es el que todo lo sabe y puede; el que es santo e inmenso. Él, que era Dios por ser hijo de Dios, también tuvo hambre, sed y sueño, y se cansaba de caminar como nosotros. Todo lo humano era suyo, excepto el pecado. Jesús sabía perfectamente lo que quería y a qué había sido enviado por el Padre. Se mantiene con una firme voluntad en su difícil misión. Él no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida por los demás; a prender fuego a la tierra; a salvar a los hombres; a anunciar la Buena Nueva de la entrada de Dios en la vida humana y en la historia de la humanidad; a dar testimonio de la verdad.

A una inteligencia y voluntad extraordinarias, une una rica afectividad. Su corazón es profundamente humano, noble y joven. Pasó haciendo el bien a manos llenas. Él dijo, y lo puso en práctica: No hay mayor amor que dar la vida por aquél a quien se ama.

Por algo lo han seguido tantos, y entre ellos grandes santos. Si nosotros lo conociéramos mejor, lo amaríamos más y le seguiríamos incondicionalmente; porque su amistad merece sacrificarlo todo. Sin embargo, Jesucristo, para muchos, incluso de los que se dicen cristianos o católicos, es todavía un desconocido.

Así clamaba su precursor, Juan el Bautista, el más grande y el último de los profetas del Antiguo Testamento: “En medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen...”

Aprovechemos este tiempo de gracia, de oportunidad que el Señor nos da para prepararnos de corazón al encuentro con Él, y la mejor forma de hacerlo es, reiteramos, conociendo más y más a Jesucristo.

Francisco Javier Cruz Luna

Adviento es espera y esperanza.


Cuando se espera algo bueno y hermoso, siempre se hace con ilusión y empeño, el corazón se llena de alegría que es proporcional a lo que se espera… si esperamos cosas pequeñitas, la alegría será muy reducida, si ponemos nuestras esperanzas en lo superficial y perecedero, toda la fantasía se va a acabar muy pronto.

La espera produce tensión, a veces cansancio y a veces desaliento. A veces queremos todo de inmediato… No nos gusta esperar, pero la lógica de Dios es otra.

El Señor Jesús nos renueva la fuerza para ser perseverantes en la esperanza y para poner también lo que está de nuestra parte.

A esto precisamente invita el Adviento que cada año sugiere renovar las esperanzas y hacer nuevas y consistentes las pequeñas y grandes ilusiones que cultivamos día a día.

Esto implica indudablemente revisar las motivaciones que orientan la vida. Esperar y buscar la  justicia y la paz nos llevará a elevar un nivel de calidad humana superior.

Esperar que lleguen las posadas solamente para fiestas y pachangas, es muy poco. Esperar las navidades para recibir regalos, también es muy limitado.

Pero esperar al Señor Jesús para que nos llene el corazón de bienes espirituales, de alegría, de mucho amor, eso ya redunda en cosas mejores que al fin y al cabo llenarán de plenitud la vida.

Entonces podrá decirse de cada uno, como afirmó Jesús de Juan el Bautista: eres el más grande en el Reino de los cielos.

Cuando se pone la esperanza genuina en lo bueno y lo grande que Jesucristo nos ofrece en su Navidad, esa esperanza no se esfuma después de la fiesta, sino que dura más allá del tiempo, porque toma dimensiones de eternidad.

Esperar implica también pedir: Pedir la paz para nuestro mundo, para nuestra patria, para el corazón de cada uno de los que nos rodean, de los que conviven con nosotros y también de aquellos que ni siquiera conocemos.

Una esperanza así, reforzada con la oración sincera, es sin duda efectiva porque llega hasta el corazón de Dios.

Oración


Señor Jesús, hoy he comprendido lo que dices:
que si quiero ser todavía más grande que Juan el Bautista,
tengo que elevar mi corazón hasta el nivel de los tuyos,
los que creen en Ti, los que esperan en Ti,
los que te aman sinceramente con todo el corazón
y están dispuestos a proclamar tu mensaje por todo el universo.
Ayúdame Señor a recobrar una esperanza auténtica.

María Belén Sánchez, fsp

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