Jueves, 25 de Abril 2024
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Alemania, tras la caída del muro

Veinticinco años desde que dos naciones se unieron para convertirse en potencia europea

Por: EL INFORMADOR

De un lado y otro rompieron los muros materiales y simbólicos. EFE /

De un lado y otro rompieron los muros materiales y simbólicos. EFE /

GUADALAJARA, JALISCO (09/NOV/2014).- Un día como hoy de 1989, la frontera que dividía lo que entonces eran dos Alemanias (y dos ciudades, porque se edificó en Berlín) se esfumó; el muro que, material y simbólicamente, dividía a una nación con base en los dictados de dos ideologías divergentes dejó de existir para dar paso a algo que, además de sorpresivo, significó no sólo el fin de un país —la República Democrática Alemana (RDA), en la órbita del socialismo soviético—, sino el inicio de un proceso de unificación que terminaría convirtiéndose en, tal vez, el suceso histórico más significativo para los germanos después de la segunda posguerra del pasado siglo.

El muro, una de las fronteras más vigiladas de que se tenga memoria, se edificó en 1961 y se mantuvo 28 años como representación de dos sistemas políticos que marcaron lo que se conoció como “guerra fría”; en este sentido, la primera consecuencia, describe Wolfgang Vogt, doctor en Letras Hispánicas y Francesas e Historia Medieval y Moderna por la Universidad de Bonn, Alemania —además de profesor, investigador, periodista, crítico literario, narrador y traductor que radica en esta ciudad desde 1976 y ha trabajado para la Universidad de Guadadalajara (UdeG) desde entonces—, tras la caída del muro fue que “se fundó una nueva república; no se abolió la RDA sino que políticos conservadores formaron un gobierno y se negoció luego la reunificación”.

Contento y rechazo: consecuencias

De hecho, comenta, “autores como Günter Grass reprocharon que en la realidad no se trató de reunificación, sino de una anexión, porque la RDA estaba en quiebra y sólo la Alemania occidental podía rescatarla; Helmuth Kohl prometió que se invertiría para reformar la economía del lado oriental y hubo fondos para reparación de casas y modernizar empresas. Así se comenzó a modernizar todo, porque había que adaptarlo al estándar de Occidente”.

“En un principio”, refiere el académico, “la gente estaba contenta, imaginaban que tendrían una moneda fuerte y adquirir bienes materiales, pero después se dieron cuenta de que el capitalismo tampoco era el paraíso; hubo problemas porque en la RDA se garantizaba un trabajo y un sueldo mínimo (muy bajo), pero al unificarse conocieron el desempleo; el gobierno era dueño de las viviendas y se pagaba poco alquiler, ahora se han remodelado por compañías privadas y la renta se elevó considerablemente (hasta cuatro o cinco veces el precio original). Es verdad que hubo cierto desencanto, pero ahora, si uno visita lo que fue el lado Oriente, las ciudades tienen mejor aspecto, pero hay menos trabajo y los ingresos son un poco más bajos”.

Lo no tan grato

Lo anterior, establece Wolfgang Vogt, “no dejó de provocar nostalgia en algunos sectores de la pobalción. Prueba de ellos son los resultados que arrojaron “las pasadas elecciones en Turingia, donde los antiguos comunistas obtuvieron la cuarta parte de los sufragios totales, lo que indica que personas mayores y antiguos burócratas continúan idealizando la situación de antes”.

Pero la vida en la RDA tenía también aspectos no muy gratos, ejemplo de lo cual fue la temible Stassi —la Policía del Estado— que, relata el investigador, “contaba con espías por todos lados y grandes archivos que, cuando se abrieron, resultó que muchas personas, incluso en el seno familiar, fueron colaboradores informales del Servicio de Seguridad, lo que derivó en un grave problema de confianza a nivel social”.

Una literatura sobre este periodo

Actualmente, establece Vogt, hay una literatura que revisa en Alemania que aborda ese periodo, “escrita por quienes pasaron de niños o adolescentes por la experiencia del Oriente y describen la situación de un Estado que se derrumbó”; así, si uno revisa La torre (2008), encuentra que su autor —Uwe Tellkamp— “es muy crítico con el antiguo régimen, revisa la historia de su familia y pone en evidencia a quienes nunca estuvieron comprometidos; trata de ofrecer una visión amplia, desde el punto de vista de la gente común y corriente”.

Claro, La torre no es la única novela de su tipo, “los autores siguen escribiendo sobre Alemania oriental; algunos incluso dieron el salto de un sistema a otro, pasaron de una vida cultural organizada por el gobierno al mercado libre (como Christa Wolf)”. Con todo, reconoce Vogt, “resulta difícil querer hablar sobre los más jóvenes, porque aún no se sabe bien quién se impondrá”.

Así, a 25 años de la apertura de la frontera, “los jóvenes de hoy no vivieron aquel Estado del lado oriental; quienes escriben sobre él son —ahora— quienes eran niños o adolescentes en aquella época, que tienen hoy entre 40 y 50 años de edad”.

Fortaleza actual y heridas

Actualmente, dice el también escritor, “se habla ya poco del impacto económico que tuvo la reunificación, pero como se ha visto en las recientes elecciones, quienes fueron funcionarios del viejo régimen ven un poco con añoranza aquellos años de comunismo, algo natural si se piensa que los niveles de vida son más bajos en el Oriente hoy día, y la tasa de desempleo es mayor también”.

Vogt sostiene que “el impacto de la caída del muro fue muy grande, pero la gente ahora está acostumbrada a la situación, tuvieron 25 años para hacerlo y no se puede negar que fue un evento histórico, pero ya es parte de la vida cotidiana en Alemania que, hoy día, es el país más poderoso de la zona Euro (ha recuperado mucha de la fuerza que tenía antes de la II Guerra Mundial), lo cual es en buena medida consecuencia de la reunificación. En un cuarto de siglo, el shock cultural puede terminar, pero todavía quedan heridas, personas que no se han adaptado bien a la nueva situación, pero no los jóvenes, a quienes ya no les interesa mucho el asunto”.

Alemania y México, cara a cara

Actualmente, por lo que toca a la relación bilateral entre nuestro país y Alemania —opina el Consejero Cultural de la Embajada de Alemania en México, Bern Weidlich— “son excelentes; nuestra cooperación económica es muy intensiva, hay más de mil 300 empresas alemanas que tienen negocios aquí. En lo político, no son menos intensas; en julio pasado nuestro canciller hizo una visita oficial y, en ese sentido, compartimos preocupaciones idénticas y posturas ante las Naciones Unidas (ONU), sobre todo en favor de un comercio libre que ayude a que prosperen nuestras naciones”.

En cuanto al campo cultural, detalla, “hay un intercambio constante; en la actualidad hay cinco colegios alemanes en México —uno en Guadalajara, uno en Puebla y tres en el Distrito Federal— con más de cinco mil 600 alumnos en total; a esto se suma el Instituto Goethe, que representa nuestra cultura en este país, siempre en colaboración con instituciones mexicanas”.

Respecto de la reunificación alemana posterior a la caída del Muro de Berlín, Weidlich afirma que “es un proceso interno que significó una transformación muy grande; casi nadie esperaba que se diera tan rápido y fue un desafío para los gobiernos, la economía, la sociedad, porque debieron enfrentar toda una serie de problemas que se dieron y demandaban una solución rápida. Hoy día las consecuencias de aquel hecho histórico se presentan de forma más clara a nivel internacional”.

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