Martes, 19 de Marzo 2024
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La vida es la irrepetible oportunidad para trabajar y merecer el salario eterno

Laborar en la obra de Jesucristo desde nuestras posibilidades y talentos

Por: EL INFORMADOR

El privilegio no está en la hora en la que se fue contratado, sino en aceptar la invitación a trabajar en la viña del Señor. ARCHIVO /

El privilegio no está en la hora en la que se fue contratado, sino en aceptar la invitación a trabajar en la viña del Señor. ARCHIVO /

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Isaías 55, 6-9

“Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los suyos, mis planes que sus planes”.

SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los Filipenses 1, 20c-24.27a


“Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia”.

EVANGELIO

San Mateo 20, 1-16

“¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.

GUADALAJARA, JALISCO (21/SEP/2014).- La vida del ser humano no está circunscrita, no está limitada entre una cuna y un féretro. Breve es el caminar en el tiempo, corta es la vida y el hombre no se contenta; siempre, desde el despertar de la conciencia, ha tendido con su pensamiento, con su anhelo a querer la eternidad.

Y este espacio temporal llamado vida es la irrepetible oportunidad para trabajar y merecer el salario eterno.

A todos la Iglesia ofrece espacio y oportunidades para poner en acción los talentos que cada uno haya recibido, y ponerse a dar frutos en buenas obras, con un sólo espíritu, cada quien conforme a su propio ser y sus personales carismas.

Entre los muchos males que aquejan a la Humanidad, hay violencias contra violencias, pueblos contra pueblos; asoman por todas partes la agitación, un materialismo obsesivo, el afán de divertirse y el olvido de los verdaderos valores.

Pero sin duda un gran mal es que muchos no conocen a Cristo, o tienen una noticia de Él muy superficial y vaga. Ignoran que es el Hijo de Dios que se hizo hombre, que vive, que ha traído la salvación a los hombres.

Encontrarlo es ya el principio de la verdadera felicidad. Él es quien invita a mirar este mundo con sus luces y sus sombras, sus inquietudes y sus esperanzas.

El trabajo en la Iglesia es para todos. “Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu Santo. Hay diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra en todas las cosas, en todo, y a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad”.

Así se expresa San Pablo en su carta a los cristianos de Corinto, y luego ilustra la misma idea con un ejemplo: “Porque así como, siendo el cuerpo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, son un cuerpo único, así es también Cristo”.

Un sólo cuerpo es la Iglesia, los bautizados, y Cristo es la cabeza. Todos los miembros en unión, en servicio común, sin faltar uno solo, deben estar activos.

A cada quien un denario. Esta parábola está basada en la vida cotidiana. La jornada de trabajo era de sol a sol. Unos trabajadores empezaron desde temprano, otros a media mañana, a mediodía y hasta casi caer la tarde. Y para todos fue igual la paga.

Así el Señor se manifiesta misericordioso y espera. En los 21 siglos del caminar de la Iglesia hay incontables historias de conversiones en todas las edades, desde la mañana de la vida, hasta los afortunados que en los últimos momentos de su vida han escuchado como el buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Recompensa: pago generoso a todos, al final de la jornada.

José Rosario Ramírez M.

La revolución de las jornadas laborales

En el ámbito laboral se habla de una infinidad de tipos de jornada, reducida, continua, partida, por turnos, en horario nocturno, cubriendo festivos, horas extras, la famosa semana inglesa, y muchas más que se pueden enumerar.

Pero el tipo de jornadas y modos de contratación que hoy se presentan en el texto evangélico supera toda imaginación, en un mismo día, cinco procesos de contratación a un mismo oficio y con un mismo salario, la variante, nada más y nada menos que las horas trabajadas, sueño de muchos, ser de los últimos para evitar el peso del Sol y la jornada. Pero este modo de acción no es novedoso por su implementación en los procesos de nómina, sino por la magnanimidad que se constata en el contratista: ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? Y lo suyo, lo suyo, es la bondad.

El privilegio no está en la hora en la que se fue contratado, sino, en haber respondido positivamente a la invitación a trabajar en su viña, que representa el Reino de los Cielos, visto así, la dicha de aquellos que fueron llamados a primer hora, será mayor por el tiempo que se comparte en aquello que de verdad vale la pena.

No nos mueva la envidia de las otras vidas, en comparación con la nuestra, Dios no nos compara, nos llama a participar de su labor, no como simples jornaleros, sino como constructores y coherederos del Reino, que le pertenece por excelencia a Él, y del cual nos hace partícipes, a través del trabajo, dichoso trabajo que nos une a Él, en el cumplimiento fiel de nuestra misión, y bien gozadas las horas o minutos que nos permiten prefigurar —aquí y ahora— lo que es el Reino de los Cielos, no por nuestros méritos, sino por su bondad.

Nuestra responsabilidad como cristianos

Es un hecho que los que creemos en Jesucristo y pertenecemos a la Iglesia fundada por Él, la Iglesia católica, vivimos actualmente una época de gran prueba y crisis para nuestra fe y vida cristiana.

Esto se manifiesta en diversos signos, tanto en el ámbito interno, como en el externo. En el primero, podemos mencionar, entre otros, la gran apatía que existe en tantos bautizados, que permanecen al margen de una auténtica vida cristiana, unos totalmente, y otros cumpliendo con ciertos preceptos. Por otro lado, es mínimo el número de ellos que siendo conscientes de que son parte activa, ‘piedras vivas’ de la Iglesia, así como de su vocación y misión, trabajan activa y entusiastamente, colaborando con la tarea evangelizadora de la misma.

Esta misma apatía, la falta de un encuentro con Jesucristo vivo, unidas a una deficiente formación, que deriva en el desconocimiento de la Sagrada Escritura, del plan de salvación de Dios, de la doctrina de la Iglesia y del origen, ser y quehacer de la misma, así como a una seria deficiencia en lo que se refiere a la experiencia comunitaria, y a la vivencia solidaria de la fe, está suscitando que muchos volteen sus ojos y decidan traicionar y abandonar su Iglesia e ingresar a otras iglesias, o lo que es peor, a una de las múltiples sectas que se han instalado en nuestro medio, sin antes hacer el más mínimo esfuerzo por conocer la gran riqueza que existe en la Iglesia en la que nacieron y  fueron bautizados, y por medio de la cual, por años, recibieron tantas gracias y bendiciones de parte de Dios.

En el ámbito externo, el fuego de esta prueba y su consecuente crisis se ve atizado por el creciente número de ataques, ya casi todos de manera descarada, a los valores sagrados de nuestra fe y nuestra Iglesia. Ningún medio de comunicación —aunque ciertamente algunos no son conscientes de la realidad y la gravedad de esto— es ajeno a ésta, que parece una campaña manipulada ‘por debajo del agua’ por los tradicionales enemigos del catolicismo, y también por algunos nuevos, para desprestigiar y desacreditar a la Iglesia como institución divina y humana, con una tradición milenaria, usando las estratagemas de la generalización, la magnificación, la ridiculización, obviamente la calumnia y los infundios, etc., las cuales persiguen ante todo minar, socavar desde dentro, la fortaleza, la solidez, la unidad de la fe y vida de los católicos.

Tengamos presente que a todos, sin excepción, los que un día por el Bautismo fuimos incorporados al Cuerpo Místico de Cristo que es su Iglesia, y, por este sacramento, adquirimos un compromiso con Él de ser con Cristo, profetas, sacerdotes y reyes, lo fundamental es escucharlo, adherirse a Él y obedecerlo; Él nos está llamando a todos, de una manera particular a los laicos, a trabajar en su Viña, es decir en su Reino, en su Iglesia.

Mientras no respondamos todos a este llamado, las crisis seguirán y se agravarán, y la paz social seguirá deteriorándose. No sigamos echando a perder el plan de Dios y desaprovechando el sacrificio de Cristo que nos trajo la paz y la felicidad verdaderas.

¡Vayamos a la viña, trabajemos con ahínco; que el Dueño sabrá darnos, ya, desde esta vida, el pago justo a nuestro esfuerzo, dedicación y sacrificio!

Francisco Javier Cruz Luna

La viña es el Reino de Dios.

En la actualidad, los pobladores de las ciudades modernas no entendemos mucho de siembra, de cultivos o de los procesos que se dan en el campo para hacer fructificar las plantas; y creo que en algunas regiones como la nuestra, poco o nada entendemos de viñas y de uvas.

Pero cuando hablaba Jesús, sus palabras envolvían un simbolismo que sus oyentes eran capaces de interpretar y comprender, y que también hoy nosotros estamos en situación de entender y de hacer las respectivas aplicaciones para trasladar la analogía de la parábola a nuestra situación concreta del presente.

Por eso, al ponernos en esa situación de ser invitados a trabajar en la viña del Señor, sabemos ciertamente que no se trata de ir a recolectar uvas, sino de ponernos en pie y trabajar, según nuestra condición y capacidad, para que el Reino de Dios sea una realidad en nuestro mundo.  
No es nada estratosférico, es una realidad que nos compromete: todos los que escuchamos la Palabra de Dios tenemos  que meditarla y practicarla, pero luego viene como consecuencia el compromiso de comunicarla.

Hay muchas cosas que escuchamos y nos parecen interesantes, y lo único que en ese momento nos motiva es ir a comunicar y compartir con otros aquello tan interesante que hemos escuchado.

Pero la Palabra del Señor no nos parece tan sensacional, y sin embargo, es lo más importante en la vida, y es lo que se nos pide, que nos dediquemos a hablar de aquello que el Señor nos enseña cada día. Los padres tienen el compromiso de trasmitirla a sus hijos, los amigos a sus amigos, los compañeros a sus colegas… Y así sucesivamente, porque el Reino de Dios se construye sobre estas palabras y lo único que es el Reino de Dios es justicia, amor y verdad.
Estas tres palabras lo engloban todo y Cristo Jesús ofrece una recompensa plena a quienes colaboran con Él en esta tarea tan importante y a veces tan poco comprendida de construir su Reino en este mundo, en el aquí y ahora de nuestra realidad.

ORACIÓN   


En todo tiempo y momento de nuestra vida,
sigue resonando tu voz para invitarnos
a continuar tu obra de vida y salvación…
Tú quieres ver un mundo sin mentiras,
donde brille esplendorosa la verdad.
Quieres que caminemos por sendas de justicia
y que sea el amor la gran motivación de nuestro ser.
Tú de premio ofreces a todos y a cada uno
un corazón rebosante de amor hasta el borde…
Ese es tu denario que darás a cada uno
al final de la jornada, larga o corta, pero plena.
Queremos responderte, Señor, aceptar tu invitación
y trabajar asiduamente hasta que acabe el día.   

María Belén Sánchez, fsp  

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