Jueves, 25 de Abril 2024
Suplementos | Testigo silente del paso del tiempo en una ciudad en continua mutación

El Teatro Degollado, 148 años de historia

El monumental recinto ha sido testigo silente del paso del tiempo en una ciudad en continua mutación

Por: EL INFORMADOR

El 13 de septiembre de 1886 se abrieron las puertas del recinto para albergar la voz de Ángela Peralta. EL INFORMADOR  A. HERNÁNDEZ  /

El 13 de septiembre de 1886 se abrieron las puertas del recinto para albergar la voz de Ángela Peralta. EL INFORMADOR A. HERNÁNDEZ /

GUADALAJARA, JALISCO (14/SEP/2014).- Son casi las cuatro de la tarde y estoy parado frente al Teatro Degollado. Detrás de mí, en Plaza de la Liberación, hay un monstruoso toldo. La gente hormiguea frente a éste y cerca de las bancas que circundan la plaza. Los que ya están arranados apartan varios asientos. Les ponen encima pedazos de papel, bolsas y paraguas cerrados.

A mi derecha hay un grupo de policías estatales. Son cinco. Tres comen lonches y dos percuten las pequeñas teclas de sus celulares. ¡A-a-tención, sigan comiendo!, dice uno y sigue picándole al celular.

Una paloma se pasea por el filo del frontispicio del Teatro Degollado. El Apolo y las nueve musas de Benito Castañeda la ven emprender el vuelo. Sólo algunos turistas se detienen a observar el teatro. Por la calle de Belén se oye el paso rebotado de un caballo flaco que jala una calandria. Por mero trámite pecuniario, el hombre sentado en el pescante les explica a los paseantes que a la izquierda está el Teatro Degollado. “Allí hay obras de teatro”, les dice.

Pienso en las palabras del arquitecto Guillermo García Oropeza: “Describir la propia ciudad tiene siempre algo de incómodo y también algo de inútil. Se carece de la mínima perspectiva y, seguramente, de la básica objetividad. Pero lo peor es que se siente uno haciendo una especie de trampa, al escribir de cosas tan conocidas, tan obvias”.

“Luego uno se da cuenta —continúan las palabras de García Oropeza— que esa ciudad vista desde siempre resulta ser una desconocida. Se la empieza a descubrir en azoradas caminatas y también en descubiertas bibliografías. Y allí empieza un proceso que quizá se prolongue infinitamente...”.

II

El 13 de septiembre de 1866 se inauguró el Teatro Degollado “a la mexicana”, pues cuando se estrenó la ópera Lucía de Lammermoor, de Gaetano Donizetti, las obras no se habían concluido. Esa noche, Ángela Peralta, estrella de la compañía de ópera italiana de Annibale Bianchi, fue la protagonista. Los “cultos” habitantes de la “majestuosa e importante Guadalajara” disfrutaron del talento del “Ruiseñor mexicano”, como se conocía a la soprano.

Pero, antes de continuar, retrocedamos un poco. Aurelio Hidalgo cuenta que, en sus inicios, el teatro en México —y en Guadalajara— fue una continuación del teatro español. Había presentaciones en iglesias, atrios, plazuelas, corrales con tablados improvisados y, finalmente, edificaciones permanentes. A principios del siglo XVII, dice el ex administrador del Degollado en su libro “El Teatro Degollado 1866-1896” (Publicaciones del Gobierno del Estado, 1966), algunos templos y conventos edificados en la capital de la Nueva Galicia fueron sede de obras teatrales con las que se celebraban festividades eclesiásticas. Se festejaba así a San Miguel Arcángel, patrono principal de la ciudad; a San Clemente y a San Sebastián; a la virgen de la Soledad, abogada contra los temblores de la tierra, y a las vírgenes del Rosario y Zapopan, benefactoras del temporal de aguas.

Una fiesta especial era la de Corpus. Organizada por el Ayuntamiento, era el medio animado por el que se difundía la religión. Se llevaban a escena comedias, entremeses, loas y pantomimas con argumentos que pretendían persuadir a los indígenas del poder de los conquistadores, quienes deliberadamente aparecían como seres superiores y casi divinos.

Hidalgo resalta que el 8 de mayo de 1638 se ordenó pagar de los “propios” y rentas municipales 200 pesos en reales para los gastos de las comedias que se darían en las fiestas del Corpus.

Sin embargo, durante siglo y medio no existió un lugar exclusivo para las representaciones teatrales.

En 1788, durante la intendencia de Antonio de Villa Urrutia, el ayuntamiento decidió construir un coliseo fijo. Los encargados de buscar el terreno fueron el regidor Antonio Colazo y Feijó y el director de la compañía teatral Carlos Gamboa.

El Coliseo de la Comedia nació en 1789. Su ubicó en lo que hoy es el cruce de las calles Galeana y López Cotilla. Según Octavio Sosa, autor del libro “La ópera en Guadalajara” (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002), el Real Coliseo de Comedias representó, cantada en español, según la usanza, la primera ópera: Il matrimonio segreto, de Domenico Cimarosa. Sin embargo, el investigador destaca en 1799 fue dictado el decreto real que prohibía las representaciones operísticas en España y en las Indias por considerar que este género en particular podría propagar ideas liberales.

Las actividades en el Coliseo de la Comedia se interrumpieron al inicio la Independencia. Las puertas se abrieron de nuevo a principios de 1814, pero en esos días una compañía de filipinos y panameños destruyó parte del edificio.

Al terminar la lucha armada, las representaciones continuaron. Pero éstas quedaron sujetas a reglamentaciones añejas. Las comedias tenían que terminar antes de la oración de la noche; no podían concurrir hombres y mujeres juntos; los cuartos debían estar descubiertos, despejados y libres para que se vieran los asistentes; no podían ejecutarse bailes, ni comedias, ni sainetes, ni entremeses indecorosos, indecentes, provocativos u obscenos... Hasta su demolición definitiva, en 1840, el Coliseo albergó varias compañías de ópera.

III

De 1821 a 1855 se presentaron varias iniciativas para construir un nuevo teatro en Guadalajara. El 1 de octubre de 1855 Antonio Pérez Verdía presentó al gobernador Santos Degollado un proyecto en el que le proponía la construcción del Teatro Alarcón, en memoria del dramaturgo mexicano. La idea era construirlo en la plazuela de Venegas, en los terrenos donde se ubicaba el Mercado Corona.

El 12 de diciembre se emitió un decreto en el que se invitó a los arquitectos para que, en un mes, presentaran planos adecuados al terreno y para que le explicaran al gobierno la idea que habían preparado con “demostración matemática de la economía, solidez y elegancia de su plano”. Al beneficiado se le pagarían 100 pesos y se le permitiría dirigir la obra.

Jacobo Gálvez, conspicuo miembro del “desfile estático” de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, fue el único que presentó el proyecto al final del plazo. Lucía Arévalo Vargas señala que en febrero de 1856 se abrieron los cimientos y el 5 de marzo el general Santos Degollado colocó la primera piedra. El acto fue bendecido por el canónigo José Luis Verdía, déan de la Catedral. Asistieron miembros del Tribunal Superior, integrantes del ayuntamiento, empleados civiles, jefes y oficiales de la guarnición y personas de todas las clases sociales.

La cronista agrega que los acontecimientos políticos de marzo de 1858 provocaron la emigración de los liberales tapatíos. Al éxodo se unió el arquitecto Gálvez, quien abandonó la construcción del teatro, hasta que el gobernador conservador Leandro Márquez le dio garantías para que volviera.

Los trabajos continuaron, pero se suspendieron en 1860. En 1861 murió Santos Degollado. El 12 de noviembre de ese mismo año se decidió que el edificio en construcción se llamaría Teatro Degollado. En diciembre Gálvez y Gerardo Suárez ya estaban pintando al óleo la bóveda del teatro. Pintaron el canto IV de la Divina Comedia, de Dante Alighieri.

La actividad no paró en 1862 y 1863. Pero a principios de 1864 se abandonó la construcción. Arévalo Vargas acentúa que esta situación se debió al avance de las tropas francesas sobre Guadalajara. “Cuando los franceses se posesionaron de la ciudad, el nuevo gobierno dispuso que el edificio en construcción se volviera a llamar Teatro Alarcón”.

En enero de 1866 se retomó la construcción del teatro. En agosto, a pesar de que hacía falta terminar el pórtico, los palcos de galerías y la cazuela en el interior, el concejal Antonio Álvarez del Castillo propuso al ayuntamiento el estreno del Teatro Alarcón así como estaba, pues la Compañía de Ópera Italiana de Annibale Bianchi se encontraba cerca de Guadalajara.

IV

El 13 de septiembre de 1866 Ángela Peralta se presentó en el escenario del entonces Teatro Alarcón, que tres meses más tarde, cuando las tropas republicanas llegaron a Guadalajara, recuperaría su nombre original de Teatro Degollado. Dice Aurelio Hidalgo que la mexicana fue recibida en medio de aplausos y de flores. Peralta no defraudó al público. Esa noche fue galardonada junto con Jacobo Gálvez.

El resto de septiembre la compañía italiana ofreció obras de Bellini, Donizetti, Rossini y Verdi, entre otras. Hidalgo registra que el 2 de octubre se cantó el primer acto de Traviata, el tercero de Hernani y el tercero de Lucía de Lammermoor. El domingo 7 de octubre se llevó a cabo la última función de despedida de la compañía de Bianchi.
Ángela Peralta volvió a Guadalajara en mayo de 1881 y se fue en marzo de 1882. Después se quedó ciega. La sacaban de la mano al escenario para que cantara. Murió el 30 de agosto de 1883.

V

“La Guadalajara colonial nunca fue rica —detalla García Oropeza— y por tanto su aristocracia no pudo edificar palacios de piedras fantasiosamente labradas y lindos azulejos y así sólo los conventos, con mejor financiamiento, eran mucho más impresionantes y galanos...”

El siglo XIX, continúa el cronista, fue de crisis permanente en la ciudad. Liberales y beatos pelearon desde la Independencia hasta las costas del Porfirismo. Sin embargo, en medio de los cañonazos que casi desaparecen a la ciudad, quedó el Teatro Degollado, exponente de nuestro romanticismo.

“El Degollado que hoy vemos es mucho más pretencioso que el que se inauguró a finales de la intervención francesa, en un estilo más suave e inserto en un contexto urbano menos espectacular”.

En la “Guía Arquitectónica esencial de Guadalajara” (Secretaría de Cultura Jalisco, 2005), Alfredo Varela Torres apunta que la concepción del Teatro Degollado parte de los esquemas italianos para teatros en herradura del siglo XIX, principalmente enfocados a representaciones operísticas.

“A lo largo de su historia ha tenido varias intervenciones, algunas poco afortunadas. Su expresión estilística, del neoclásico sobrio, incorporó elementos nuevos del eclecticismo, además de agregar un recubrimiento de chapa de cantería no original en los parámetros de sus fachadas”.

VI

Después de recordar las palabras de García Oropeza veo que una nube negra se acerca acechante al centro. El viento que sopla desde el Oriente y las campanadas de la Catedral interrumpen el andar torpe de las palomas. Las personas que están sentadas sobre las bancas de la plaza ignoran a saltimbanquis y mendigos que caminan arrastrando su cobija.

Qué lejos está la Guadalajara actual de aquella que describió Ignacio Manuel Altamirano: “La vista no puede menos de quedar encantada al ver brotar la llanura, como una visión mágica, a la bella capital de Jalisco, con sus soberbias y blancas torres y cúpulas, y sus elegantes edificios que brillan entre el fondo verde oscuro de sus dilatados jardines”.

Aquí sólo hay un toldo, policías y muchos gandayas apartando lugares. También hay personas pidiendo dinero. La fábrica de la miseria es pródiga en la producción de artistas. La nube negra se posa por encima del Teatro Degollado. En tiempo de lluvias, dice Altamirano, el cielo tapatío “parece siempre entoldado de nubes sombrías y tempestuosas; la cordillera no se distingue en el horizonte oscuro; la ciudad se envuelve en un manto de lluvia; silba el viento de la tempestad en la llanura desierta; se estremece el espacio en cada instante con el estallido del rayo, y el valle todo parece magníficamente ceñido con una corona de tormentas”.

Decido irme de la plaza. Ya sopla el viento de lluvia. La gente que está sentada sobre las bancas ni se inmuta.

Un policía termina de comerse su lonche y bosteza.

TOMA NOTA

Libros a consultar

“El Teatro Degollado 1866-1896” (Publicaciones del Gobierno del Estado, 1966), de Aurelio Hidalgo.
“La ópera en Guadalajara” (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002), de Octavio Sosa.
“El jardín de la historia” (Ayuntamiento de Guadalajara, 1988), de Guillermo García Oropeza.
“Guía Arquitectónica esencial de Guadalajara” (Secretaría de Cultura Jalisco, 2005), de Alfredo Varela Torres.

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