Viernes, 29 de Marzo 2024
Suplementos | La importancia de cuidar los ojos

Dime cómo ves y te diré cómo aprendes

Especialistas explican que tener deficiencias en la vista puede ocasionar un fuerte impacto en el desenvolvimiento escolar

Por: EL INFORMADOR

Las dificultades visuales pueden resultar en un bajo rendimiento escolar.  /

Las dificultades visuales pueden resultar en un bajo rendimiento escolar. /

GUADALAJARA, JALISCO (18/AGO/2014).- Los bajos desempeños escolares no siempre se relacionan a un lento aprendizaje. Aunque las causas pueden ser detonarse por diversos factores, existen características distintivas en algunos alumnos que ni con clases regulares logran equilibrar su potencial académico.

Las dificultades visuales pueden ser causa de un pobre rendimiento escolar, como lo explica Martín Huizar Álvarez, quien es técnico optometrista y especialista en salud visual de Grupo Óptico Pavi, al detallar que la miopía y el astigmatismo son algunas de las complicaciones más comunes que suelen repercutir en la asimilación de la información que reciben los estudiantes.

Estos dos problemas de enfoque y acercamiento visual generalmente ocasionan que la persona no logre una lectura ágil y comprensiva porque tiende a confundir letras (dislexia) y/o se acerca demasiado a los objetos para saber detalladamente qué están viendo.

La miopía significa una visión corta, es decir, le cuesta identificar objetos a distancias lejanas, en tanto que el astigmatismo se refiere al enfoque de objetos cercanos. A pesar de que son complicaciones también presentes en los adultos, el experto advierte la importancia de atender los síntomas desde la etapa infantil, pues es aquí donde la persona desarrolla su capacidad visual de por vida, al igual que las habilidades psicomotrices.

Pero si existe un problema, ¿qué es lo que procede? Primero, para identificar ligeras alteraciones visuales, padres de familia y profesores deben analizar las carencias que el menor presenta en un estado común de aprendizaje y observar si la lectura es lenta, no identifica correctamente números, letras, figuras y colores a una distancia variable entre los 15 centímetros o un metro, se acerca demasiado a los objetos, no tiene concentración al momento de continuar la lectura o secuencia o marca demasiado el ceño en signo de un enfoque forzado.

El niño que no ve bien suele sufrir de dolores constantes en cabeza, sueño, frustración e incluso agresividad, al considerar que su vista es normal y no a causa de un problema ocular.

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PARA ENTENDER
Prevención


Los problemas congénitos de la vista se presentan con regularidad en bebés prematuros, que estuvieron en incubadora. Desde el primer año de vida es posible identificar si el menor presenta alteraciones severas, principalmente por exceso o falta de oxígeno en la cornea.

Si los padres padecen defectos visuales es probable que los hijos también presenten casos de miopía, estrabismo o astigmatismos elevados por deformación corneal. Aunque son situaciones de muy bajo porcentaje en nacimientos.

La exposición a pantallas de televisión o computadoras debe respetar distancia de visualización, dependiendo del tamaño y forma de éstas, la amplitud del cuarto en donde son colocadas, la luz del entorno.

Procurar descanso y protección a los ojos puede realizarse con la utilización de gafas solares con filtro UV para disminuir el impacto de la radiación solar, no tallarse los ojos con los dedos/manos sucias y evitar zonas de alta contaminación.

El costo del armazón y micas o vidrios, depende del modelo y marca, pero generalmente existen opciones para niños desde los 300 pesos.

Entender al menor


Pese a que algunos niños son conscientes de que necesitan lentes, Martín Huizar destaca que el acoso escolar o bullying hacia los menores que requieren de este apoyo óptico, ocasiona que la mayoría de éstos desistan al uso de los armazones por vergüenza o miedo a ser llamados “cuatro ojos”, por ejemplo.

Para esos casos de rechazo hacia lo lentes de armazón, el experto recomienda hablar tranquilamente con el niño y animarlo a probar con modelos y colores atractivos que le resulten de su agrado, e incluso, con micas adaptadas que no reflejan las altas graduaciones, pero anteponiendo la verdadera funcionalidad de las gafas médicas para un efectivo uso y solución al problema visual.

“Desafortunadamente, un niño que desde temprana edad necesita lentes no dejará de usarlos hasta quizá después de los 18 años cuando hay posibilidades de una cirugía refractiva, que también tienen una duración de 10 años de efectividad, tampoco no son definitivas”.

Cambiar el entorno

Si bien la miopía y astigmatismo pueden ser muy ligeros en el niño y no representar un problema mayúsculo en su aprendizaje, Huizar Álvarez expresa que estas complicaciones pueden agravarse con la edad y el sobre esfuerzo si no se atienden inmediatamente, porque detonan mayores carencias en la adolescencia, en donde las dioptrías (el valor positivo o negativo de refracción de la vista) se incrementan considerablemente con lentes de alta graduación y mayor dependencia a éstos.

“Entre los seis y ocho años es la etapa inicial. El 80 por ciento de los problemas refieren a casos de miopía que son cortos de vista, y el restante más común es una agudeza en la visión que es el astigmatismo, hipermetropía y otros casos congénitos”.

Es esto se suman factores de riesgo como el uso constante de computadoras, que a través de su pantalla exponen a la vista a una luz de baja densidad y que, de no utilizar los lentes o protecciones oportunas, desenlazan afectaciones visuales a largo plazo.

El especialista añade que la ausencia de comidas nutritivas y en su correspondiente momento, principalmente el desayuno, también son agravantes paralelos que pueden causar somnolencia, falta de concentración y pereza para realizar las actividades escolares.

Es por ello que cualquier síntoma o alteración del ojo debe ser atendidas para descartar daños de mayor agudeza, como el caso del ojo rojo, que bien puede ser por una sobre esfuerzo de enfoque, falta de luz adecuada para la actividad o por una conjuntivitis causada por alergias, contaminación, tierra o bacterias.

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