Viernes, 26 de Abril 2024
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La triste historia de las carnes abundantes

Pobreza, comida chatarra, obesidad y las complicaciones que conlleva

Por: EL INFORMADOR

Ahora los hospitales deben recurrir a agujas más grandes que puedan traspasar la abundante piel.  /

Ahora los hospitales deben recurrir a agujas más grandes que puedan traspasar la abundante piel. /

GUADALAJARA, JALISCO (27/JUL/2014).- No es lo mismo ser gordo por fuera que por dentro y nada como las entrañas humanas para aprender sobre obesidad. Aquí, en el antiguo Hospital Civil de Guadalajara, la obesidad es un asunto con el cual los cirujanos deben pelearse más o menos diario.

No los cirujanos plásticos —aunque el hospital tiene un programa de cirugía bariátrica, que ha reducido un poco más de 100 estómagos—. O no sólo los plásticos se pelean con la grasa. Los médicos de distintas especialidades luchan varias veces al día contra carnes rebosantes de grasa. Algunas veces pierden la batalla.

Aquí, por ejemplo, en la sala de ginecología, se libran tres combates esta mañana elegida al azar contra las panzas de tres pacientes, quienes en tres quirófanos tienen el vientre abierto, o por lo menos con un orificio.

En una de las salas de operación le extirpan un quiste a una mujer que debe andar alrededor de los 30. El quiste se ha transformado en una bola de sangre vieja, un líquido chocolatoso que se antoja eterno. En el quirófano contiguo otra, quizás en el último tercio de su vida, acaba de quedarse sin matriz. Como un animal dormido que perdió a su dueño, la matriz descansa dentro de una bolsa roja en el piso. Dicen los médicos que pesa casi dos kilogramos. Al lado una congénere tiene un orificio cerca del ombligo, donde una cámara se abre paso hasta la salpinge uterina, que los ginecólogos ligarán para no vuelva a tener hijos.

Los tres equipos comparten un problema. No es un cáncer terrible ni un paro respiratorio y, hoy, tampoco la falta de gasas en un hospital público que de vez en cuando se enferma de desabasto. El problema común es que sin ser parientes ni conocerse siquiera las tres son gordas.

Hasta hace apenas unos 15 años los cirujanos del Civil no habrían creído que además de los padecimientos asociados a la pobreza tendrían que enfrentar el sobrepeso de sus pacientes. Pero estos días, el hospital debe hacer pedidos especiales de agujas más largas para aplicar la anestesia. Las que usaban antes, mucho más cortas, no llegan ahora al espacio epidural, cerca de las vértebras, pues antes deben atravesar varias capas de grasa.

La grasa de los humanos es muy parecida a la de las gallinas, amarillenta y espesa, según se puede ver través de la cámara que traspasó el ombligo de una de las mujeres que esta mañana reposan en los quirófanos.

II

Desde la mitad del siglo XIX los caricaturistas políticos mexicanos dibujaron famélicos a los mexicanos pobres. Todavía en los años noventa alguien hizo un cartón en el que un marginado esquelético iba apretando su cinturón en cada año de crisis económica. Muchos de los que se atienden en el Hospital Civil son muy pobres, pero hoy no habría forma de dibujarlos escuálidos.

En 1988 la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición no halló problemas con los kilos de los mexicanos. Un decenio después, en 1999, la Ensanut concluyó que México tenía una epidemia de sobrepeso y obesidad.

El problema apenas empezaba

En 2013 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dio a conocer que México es el país con más población obesa en el mundo. El problema incluye a tres de cada 10 adultos y a una tercera parte de los niños.

Aunque muchos consideran que los kilos son culpa del que los acumula, el director del Colectivo Flatlander-Reimagine! con sede en Texas, Francisco Argüelles, afirma que no es casualidad que en Estados Unidos, igual que en México, la epidemia de la obesidad afecte sobre todo a los más pobres: “Hay una relación directa entre la clase social y el acceso a la comida saludable y a la recreación”.

En Estados Unidos por lo menos, la mercadotecnia de la chatarra está dirigida a los pobres, quienes trabajan más horas y no tienen tiempo para cocinar —ya en 2004 la Revista del Consumidor ponía focos rojos en el hecho de que los mexicanos destapaban 46 vasos de fideos instantáneos cada segundo. En estos días un vaso de esas sopas cuesta la mitad o menos que un litro de leche y un kilogramo de tortillas—. Además, igual que aquí, en los barrios más marginados no hay infraestructura (parques, iluminación, banquetas) ni condiciones de seguridad para que las personas se ejerciten.

No es sólo lo que comes, sino dónde vives, afirma Argüelles, también asesor del grupo CChe Puede, que trabaja en la generación de barrios saludables en Estados Unidos. Allá el combate a la obesidad es una política prioritaria desde que Obama ocupa la presidencia y se prevé que los primeros resultados podrán sentirse en 2015.

III

Un estómago abierto se parece mucho a una boca humana que se ha quedado inmóvil tras una mala noticia. Así es el estómago abierto de la mujer del quiste chocolatoso. Una boca profunda e impávida. Esta mañana los médicos hurgan con muchos trabajos en sus entrañas, que están a 18 centímetros de profundidad; casi 18 centímetros de grasa espesa, tras los cuales lo único que queda es el sentido del tacto de los galenos. Un error sería fatal.

Dieciocho centímetros son muchos, pero no tantos. A la mujer del quirófano contiguo, la que se despojó de la matriz, los médicos pudieron quitarle el cuerpo, pero no el cuello del útero. No hubo manera de encontrarlo en el universo de sus carnes, que es inmenso, se encoge de hombros el cirujano.

La escena de la matriz sin cuello es cada vez más común, explican sus colegas.

Resulta que en México, desde hace unos 15 años las historias tristes de la medicina para los pobres no tienen que ver con el hambre. Y que eso, en lugar de ser un alivio, se ha transformado en una pena.

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