Viernes, 26 de Abril 2024
Suplementos | En 1980 todavía había gente que enterraba sus pertenencias

Los tesoros no son cosa del pasado

¿Qué es un tesoro? Si uno se remite a la literatura clásica, la ficción nos cuenta que son los bienes más preciados de los piratas

Por: EL INFORMADOR

Exploraciones GPA. El grupo ha hecho de este pasatiempo una profesión.  /

Exploraciones GPA. El grupo ha hecho de este pasatiempo una profesión. /

GUADALAJARA, JALISCO (29/JUN/2014).- El Código Civil Federal vigente en México define al tesoro como “el depósito oculto de dinero, alhajas u otros objetos preciosos cuya legítima procedencia se ignore”.

Mark Twain, en su clásico Las aventuras de Tom Sawyer, escribió: “Llega el momento en toda vida bien llevada de un niño, en el que se tiene una furiosa ansia de viajar lejos en busca de algún tesoro”. Pero la búsqueda de tesoros no es cosa de niños.

Mucha gente vive con la idea de que esos tesoros son cosa del pasado, leyendas de antaño que muy rara vez cobran vigencia. Pero  no es así, los tesoros sí existen, aunque en la vida práctica no siempre vengan en cofres de madera que rechinan al abrirse. Y si algo existe, no es de extrañar que haya gente que se dedique a buscarlo, como los buscadores de tesoros.

No se trata de ir por ahí cavando sin ton ni son: hay aparatos especiales para detectar metales enterrados: algunos alcanzan a percibir materiales enterrados varios metros; otros, los más sencillos, reconocen los metales sólo si están muy cerca de la superficie. Muchas cosas influyen al momento de escoger un buen detector: la ergonomía, pues no todos son fáciles de cargar por varias horas, pero sobre todo el uso que se les pretende dar, si va a ser un detector para principiantes o si se quiere buscar algo grande.

La gente cree que todos esos entierros son antiguos, pero no, incluso a partir de excavaciones han descubierto que en 1980 todavía la gente enterraba sus pertenencias, comenta Omar Gómez, un buscatesoros profesional. Y de igual manera, los tesoros no están escondidos metros bajo tierra.

Adrián Real, con más de 10 años de experiencia como explorador en busca de objetos valiosos, comenta que los tesoros tienen en promedio una profundidad de menos de un metro, “a veces sólo lo que mide un brazo: la gente enterraba sus cosas para luego sacarlas”: por fortuna para ellos, mucha gente que enterró oro y plata nunca logró desenterrarlos.

Adrián y Omar son parte del Exploraciones GPA (Grupo Plan de Ayala), un colectivo de amigos que se dedican a esta actividad y que tomaron su nombre por el parque Plan de Ayala, uno de los más viejos de Guadalajara. En aquel parque ubicado en el Oriente de la ciudad es donde han probado el equipo que utilizan para detectar metales: desde los clásicos detectores hasta un georradar (que puede mostrar las más mínimas alteraciones en el suelo, incluso si sólo se cavó un poco). El costo de los aparatos es bastante variado: los hay de 900 pesos, pero también existen sofisticados sistemas que superan las decenas de miles de pesos. Para sacarle el mayor provecho a ellos, el grupo ofrece sus servicios para buscar en fincas ajenas, siempre y cuando quien los contrate demuestre ser el dueño de la propiedad, pues ya les ha pasado que a medio proyecto, mientras escanean el suelo, llega el dueño verdadero y los saca a punta de pistola.

Quienes los contratan son personas que no tienen la paciencia ni el equipo para buscar los tesoros de una manera exitosa. La periodicidad con la que consiguen clientes es de aproximadamente dos o tres veces por mes. Sus honorarios los cobran se encuentre o no el tesoro, contrato de por medio. Han acudido a servicios por todo el país, aunque reconocen que la zona más rica por su historia colonial es el Centro de México, Puebla, por ejemplo. Las diferentes etapas conflictivas del país son las que provocaron que la gente quisiera esconder su dinero: la independencia, la revolución, la guerra cristera.

El hecho de que cobren por sus servicios hace que la gente evalúe la veracidad de su historia: alguien que dice que en su casa hay dinero enterrado porque lo platicaba la tía anciana, pero que no se anima a pagar, es porque sabe que seguramente sólo era invención. En contraparte, hay gente que cree firmemente en lo que se dice sobre la existencia de tesoros en su hogar: Adrián relata la historia de un señor que contaba de su abuela antes de morir y cómo indicó que en el solar había algo, decía que no era mucho, pero eran unas monedas para ellos. Buscaron y efectivamente encontraron un pequeño cajón con imágenes ya muy borrosas, un rosario y unas monedas de plata. Su cliente se soltó llorando, no por la ambición, sino porque la historia de su abuela era cierta. Desgraciadamente no siempre es así: “El dinero no cambia a la gente”, dice Adrián, “el dinero muestra a las personas tal y como son. Me ha tocado ver casos en los que con una o dos monedas el cliente pierde la razón, grita, quiere encontrar más, se ven desesperados”.

El tema de los tesoros es un cruce entre tecnología y creencias: hay quienes trabajan con espiritistas, quienes creen en todo lo paranormal que nutre el folclor con leyendas, pero Adrián es muy claro: “En mis 10 años (de experiencia) no he visto nada paranormal”. Por eso a su equipo le han puesto el mote de “el rompehistorias”, pues con él echan abajo las historias de que hay dinero en ciertos lugares. Otra creencia común es que el tesoro se mueve, pero si lo que hubo es un fierro que se hizo polvo por tantos años de humedad, el campo magnético continúa, de ahí que varias personas crean que el tesoro se movió porque el detector marca algo pero al escavar no hay nada y la señal deja de aparecer.

Conocimiento más allá

La actividad, dice Omar, es un pasatiempo muy bonito y completo: además de hobby y profesión, es también un ejercicio físico al cavar ellos mismos en busca del tesoro (con pico y pala), y de igual manera es algo que los incita a estudiar más. En su aventura con los tesoros es común que el buscador se adentre en los temas de historia, geología, geografía, mineralogía e incluso arqueología. Es un aprendizaje sobre la marcha que los incita a la investigación; además viajan y es toda una actividad de convivencia.

Uno de los detalles que menciona Omar Gómez es que se necesita mucha paciencia, porque a veces las excursiones no tienen un término feliz, y al final del día lo que queda es sólo la experiencia, haber pasado el día excavando, buscando pero conviviendo y aprendiendo sobre el lugar. Omar comparte que aproximadamente una de cada 10 excavaciones tiene éxito.

Al buscar tesoros las personas se exponen no a los espíritus que custodian los objetos de valor, sino a los gases  que expiden los metales cuando no están en contacto con el aire. El conocimiento sobre la mineralización es básico, pues si se descuidan podrían sufrir los daños de los gases que liberan los metales cuando no están en contacto con el oxígeno por mucho tiempo. Cuando sí están en contacto esos gases, es decir, cuando de alguna manera hay una salida hacia la superficie: se ven pequeñas llamaradas que salen de la tierra. Pero cuidado, el hecho de que haya una llamarada en un lugar no quiere decir que justo debajo de ahí se encuentra un tesoro valioso: puede ser que se trate de un túnel, tal vez cavado por un topo, y que la salida de esos gases se dé a muchos metros de distancia del lugar en el que se encuentran realmente los metales. Eso le sucedió a unos jóvenes en las afueras de Ciudad Guzmán, cuenta Benito Chávez, escritor y buscador de tesoros ya retirado: tenían un terreno que ya habían cavado por completo porque veían esa flama, pero era por un túnel: con un detector de metales se descubrió que una talega con tres mil centenarios de oro estaba al borde del cerro, ya fuera de su terreno.

Regalos bajo tierra

Lo que suelen encontrar en las excavaciones va desde los huesos, reliquias, objetos de valor como monedas, hachas antiguas, etcétera.

Omar nos muestra varios de sus tesoros personales, una moneda vieja de a mediados del siglo XVII, y un cascabel de metal, prehispánico, de menos de un centímetro de diámetro. Si acaso llegan a vender las monedas que encuentran no lo hacen en el Centro, donde pululan algunos sitios para la numismática, sino a coleccionistas o por los foros de internet. “Los del Centro quieren comprar todo muy barato”, dice.

Adrián Real tiene una buena colección de monedas. Entre las más llamativas está una moneda de ocho reales de 1808 que encontró en Ameca: está casi intacta, sólo tiene un par de golpes leves por la pala que usó. A partir de esa experiencia sabe que si ya está a punto de encontrar algo, porque el detector así lo indica, entonces debe cavar con mayor cuidado. Igualmente posee cascabeles de Michoacán y de Jalisco, algunos con una antigüedad calculada de más de mil años.

Afirma que hay que aprender de numismática: como referencia básica posee un libro estadounidense sobre el tema, Coin Prices Guide, es una guía de monedas de todas las épocas de Canadá, Estados Unidos y México. Y como hay mercado, muchas veces en los lugares donde se ven venden monedas viejas se encuentran falsificaciones.

“Hay dos tipos de monedas falsas; las actuales que parecen viejas, que son simplemente fierro, y las falsas época, es decir, monedas viejas pero falsificadas, que eran monedas de fierro pero que las recubrían de plata”. Esos ejemplares no tienen un valor monetario por su contenido, pero sí un valor histórico.

SABER MÁS

Léxico de un busca tesoros:

> “Monedear”: ir a un parque (o cualquier otro lugar público) a buscar monedas, joyas y demás objetos de valor que pueda haber perdido la gente.

> “Relación”: es un tesoro, se suele decir: “En ese lugar hay una relación”.

> “Radiestesia”: es una técnica en la que la persona toma un péndulo u otro objeto, éste recibe la energía del metal enterrado y así puede guiar al usuario hacia el lugar correcto para escarbar. Es un método muy rudimentario, y sobre él Omar Gómez comenta: “No conozco a nadie que haya encontrado algo con eso”.

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