La tuya en bicicleta

GUADALAJARA, JALISCO (13/ABR/2014).- Zhuhai es una ciudad de la provincia de Cantón, al sur de China, situada en el Delta donde el Río de las Perlas desemboca en el Mar de China Meridional. Cuando en los años ochenta el Gobierno creó las Zonas Económicas Especiales, Zhuhai fue una de ellas. O sea que allí empezaron a aplicarse políticas distintas del resto del país para desarrollar una economía más orientada al exterior, a la inversión foránea y a la introducción de tecnologías avanzadas. A pesar de esto, sus habitantes no perdieron las viejas costumbres y muchos siguen prefiriendo la bicicleta como medio de transporte.

Hay muchas maneras de llegar a Zhuhai. Yo lo hice a pie, cruzando la frontera con la colindante Macao, que ya estuvo bajo administración portuguesa y hoy es una Región Administrativa Especial de China, por tanto, para ir de una ciudad a la otra es necesario pedir visa. El país será el mismo, pero los sitios son diferentes. Me habían dicho que, a diferencia de Macao, en Zhuhai vería muchas bicicletas y apenas llegué ahí estaban: barrenderos en bicis de las que colgaban grandes cestos donde llevaban escobas, policías en bici, vendedores ambulantes cuyas bicicletas arrastraban carritos de productos. Además, y para alegría mía, en la ciudad hay carriles ciclísticos y funciona el servicio City Bike con estaciones de alquiler. Contenta me fui a buscarlas y en la primera me detuve. Había varias bicis modernas y disponibles, el único problema, al menos para mí, es que la información estaba en chino. No me quedó más remedio que seguir a pie.

En Zhuhai se combinan altos edificios y anchas avenidas con construcciones de pocos pisos y calles estrechas. El centro es un espectáculo. Tiene una amplia calle principal que es peatonal y de ella parten otras arterias que son estrechitas. Por doquier hay tiendas, hoteles baratos, locales de masaje y puestos donde se vende de todo: ropa, artesanía, electrónica, productos agrícolas, pescado seco, antigüedades, cosas de marca (algunas de dudosa marca) y, cómo no, bicicletas. En fin, todo. 

Saliendo de la algarabía del centro llegué a la calma de la bahía de Xiangzhou, que está bordeada por una vereda de palmeras, con bancos y espacios verdes. Pura armonía. Allí los niños jugaban y los viejos hacían ejercicios. Y allí encontré a un señor que alquilaba bicicletas, también hablaba chino, por supuesto, pero gesticulando logramos entendernos. Ese paseo bien vale la pena hacerlo en bici. Son unos cuantos kilómetros que bordean la bahía hasta llegar al símbolo de la ciudad: la estatua de la muchacha pescadora, que está sobre una roca en medio del agua, un poco alejada de la orilla y siempre rodeada de gente que hace fotos mientras ella sonríe. Del otro lado de la bahía se alzan los altos edificios de Macao.

De vuelta al centro, cuando empezó a caer la tarde, lo que parecía confusión en la mañana se trasformó en algo mucho más grande. Las tiendas seguían abiertas, pero la calle peatonal fue invadida por bares al aire libre y montones de puestos ambulantes que vendían comida: jugo de caña, brochetas varias, mariscos. Todo olía rico. Y las bicicletas pasaban veloces junto a mí. Las anchas avenidas se llenaron de autos que sonaban el claxon y de más bicicletas moviéndose entre ellos. Y se iluminaron las fachadas de los edificios y las vallas publicitarias y los anuncios con letras grandes. Me sentí algo perdida, pero me daba igual, de todas formas, por más que lo intentara no iba a entender, porque todo seguía estando en chino.

DATO CURIOSO

Ni a señas

En China son pocas las personas que hablan otro idioma además de su lengua madre, especialmente en ciudades pequeñas.

A veces, ni siquiera las señas sirven para darse a entender.