Sábado, 27 de Abril 2024
Suplementos | Él y sus amigos acaban de dejar la infancia, pero son veteranos del arrebato

Los teléfonos de Juanpedrohernando

Él y sus amigos acaban de dejar la infancia, pero son unos veteranos en el arte del arrebato; ellos tienen a la venta el smartphone con el que usted siempre soñó

Por: EL INFORMADOR

Juanpedrohernando se le ha hecho costumbre cargar los smartphones entre la trusa y su trasero. ESPECIAL /

Juanpedrohernando se le ha hecho costumbre cargar los smartphones entre la trusa y su trasero. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (30/JUN/2013).- Juanpedrohernando se le ha hecho costumbre cargar los smartphones en la caverna que la evolución humana cinceló entre sus nalgas morenas. Le caben hasta dos teléfonos en ese estrecho hueco vertical y la trusa, que pasa horas pegada al asiento de una motocicleta negra y muy potente. Esos teléfonos no tocan jamás las mejillas de Juanpedrohernando. Ni siquiera son de él. El joven, de unos de entre 17 y 20 años, es un intermediario, por llamarlo de alguna forma.

A bordo de su motocicleta negra Juanpedrohernando, también por darle un nombre, parte siempre con esa zona de su anatomía vacía a las calles de la ciudad y regresa siempre con ese hueco —y algunas veces los calcetines— llenos de teléfonos a la explanada de la estación San Juan de Dios del Tren Eléctrico Urbano.

Por eso, si usted es de los que han querido, pero no han podido ahorrar el mínimo de seis mil pesos que le cuesta tener un teléfono inteligente con su distribuidor autorizado, vaya mucho a buscar a Juanpedrohernando a San Juan de Dios.

Él y sus amigos son más inteligentes que cualquier teléfono.

Él y sus amigos acaban de dejar la infancia, pero son unos veteranos en el arte del arrebato.

Él o sus amigos tienen el aparato con el que usted siempre soñó, o le pedirán un par de horas para conseguirlo. En este último caso, Juanpedrohernando partirá a buscarlo echo un demonio y lo traerá. Lo traerá de donde lo encuentre y cueste lo que cueste.

La ventana idílica

Para los compradores, a la explanada es mejor llegar en tren. Si usted viene del Oriente de la metrópolis basta que suba los 18 peldaños que separan de la superficie al mosaico Ventana idílica, basado en una obra del pintor Luis Valsoto. Ventana Idílica muestra el paisaje de una Guadalajara muy feliz, donde, algunas mujeres desnudas van montadas sobre caballos o bicicletas —sin que alguien las acose— y otras se dan un chapuzón en el Río San Juan de Dios, que en realidad hoy corre entubado y pútrido bajo la explana en cuestión. Seguro a usted no le interesa el mosaico, porque ya está desesperado por tener un smarthphone. Por cierto, si llega a San Juan de Dios desde el Poniente de la ciudad debe tomar el túnel subterráneo para cambiar de andén, antes de llegar a la Ventana idílica y ascender los 28 escalones.

Apenas haya llegado a la explanada, camine unos pasos hacia el Norte. No se distraiga con el que vende las agujetas, no compre a 10 pesos la película que no se ha estrenado en el cine. No. Vaya mucho a buscar a Juanpedrohernando y sus colegas, que le estarán esperándolo a partir de las 10 de la mañana, para más señas entre el busto del independentista José María Mercado y un sillón de bolearse los zapatos, el que tiene la lona con el letrero: “En Guadalajara vive lo que más quieres”;  una simpática campaña del ayuntamiento local.

En ese punto le será fácil encontrar a los comerciantes o intermediarios, la mayoría de los cuales usan lentes polarizados, de esos que impiden que uno pueda ver su cara real.

Son los adolescentes, adultos y viejos que ocupan la mayoría de los espacios en la bancas de fierro de la plaza; los que cargan cuatro teléfonos por mano, unos entre cada dedo; los que se ponen los maletines cuadrados sobre las piernas; los que platican animosos con los colegas. Encontrará a otros, como los amigos de Juanpedrohernando, que no se conforman con un maletín, sino sacan los teléfonos de una mochila de gimnasio que luce pesada. Jóvenes, como son, cualquier cosa les hace gracia; por ejemplo, se matan de la risa cuando, por su descuido, algún aparato se estrelló contra el piso.

Ya ahí reconocerá a los comerciantes que no son ni tan jóvenes ni tan viejos y entienden la formalidad de un empleo. Ellos tendrán acomodada su mercancía sobre huacales y mesas plegadizas, adornados con una franela roja como mantel.

La boca se le hará agua; eso es seguro.

Si usted quiere, pero no ha podido tener ese androide que tanto soñó, si por las mañanas amanece con la resaca porque no ha chateado con los suyos, si quiere pertenecer a las redes sociales y no ha podido por falta de un maldito aparato inteligente, no lo deje pasar. Juanpedrohernando y sus amigos resolverán su problema.

El Lumia 500, el Galaxy Pro, el Galaxy S4, el Live with Walkman, el iPhone 4S,  el BlackBerry 9300, el Optimus L3X, el Motorola MB526… ¿Cuál quiere? ¿Quiere el Iphone 5? Vuelva en una hora y aquí se lo tenemos. ¿Una tablet, dijo? Uy, la tablet es más difícil de…  conseguir. Aguante dos días.

Todo funcionando, todo calado, gracias a la magnífica red de internet que el ayuntamiento mandó instalar en la explanada —y usted tiene a bien pagar—, hace un par de años.

Sobre advertencia no hay engaño. Si le queda un poco —cualquier cosita— de conciencia cívica no haga preguntas, nada que de dónde traen estos teléfonos, que si tiene la factura, que si alguien salió herido. Si va a empezar con dramas burgueses ni venga.

Otra cosa: si a la mitad de su transacción comercial mira que un par de gendarmes vienen directo a usted y a Juanpedrohernando no se eche a correr, no se haga del delito. Salude y sonría. Los azules son amigos. El 28 de mayo, a las 13:42 llegaron dos, de los que traen el lema: “Proximidad ciudadana” bordado en el chaleco negro. ¿Entonces en cuánto me lo vas a dar?, preguntó el justiciero que se veía más de confianza. “En cuatro mil, ya habíamos quedado, jefe. Tsss… Órale pues, pero préstamelo, se lo voy a dar una de mis viejas; si le gusta te lo pago. Ya sabes que sí, jefe”.

Escenas como esta han ser muy comunes, porque hasta le dieron tema para escribir una crónica al agente encubierto “Romo”, que forma parte de un grupo disidente de la Policía de Guadalajara y publicó el texto Comercio ilegal, con fotografías, en el blog Policías Tapatíos (www.policiasgdl.blogspot.mx).

Los inspectores tapatíos, ellos se cuentan aparte. Así como son despiadados con las vendedoras de papas fritas, los pordioseros, los boleros y los vendedores de helados, a quienes se han encargado de retirar del Centro de Guadalajara porque dan una mala imagen, así son muy buenos con los comerciantes de smartphones de la explanada de San Juan de Dios.

El lunes pasado, a mediodía, un vendedor maduro, de los que tienden su mercancía sobre una franela roja, me mostraba un Ipad recién llegada, de cuatro mil pesos “a ofrecer”. En ese momento se hizo presente un trío de inspectores uniformados con camisetas rojas y caras largas; parecían músicos. Antes de que los servidores municipales se atrevieran interrumpirlo, el comerciante los puso en su lugar, con voz imperativa. “Ahorita no; estoy atendiendo a una clienta”… El inspector se disculpó.

Ese lunes Juanpedrohernando no andaba por ahí. Sus amigos explicaron que se fue en su motocicleta a conseguir el teléfono inteligente con el que usted siempre ha soñado.

Un par de detalles, para terminar: si se anima a comprar su smarthphone en la explanada de San Juan de Dios, la que está a 28 peldaños de la Ventana Idílica, recuerde que debe limpiarlo muy bien para retirar los posibles gérmenes que Juanpedrohernando pudo haberle inoculado. Tome en cuenta, además, que en lo sucesivo deberá usar su teléfono con mucho cuidado, en el resto de la ciudad: ahorita hay muchos, muchos robos de aparatos inteligentes en todas partes.

La versión de los afectados coincide. Cuentan varios de ellos que estaban haciendo una llamada, en la banqueta o al cruzaban una calle, cuando en un abrir y cerrar de ojos un muchacho moreno, delgado y buenísimo para maniobrar su motocicleta negra les arrebató el gusto.

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