Jueves, 28 de Marzo 2024
México | En 2011, dos alumnos de la Normal Rural murieron tras un altercado con la policía

Los otros muertos de Ayotzinapa que pudieron haber evitado la tragedia

En 2011 alumnos de la Normal Rural buscaron audiencia con el gobernador; tras un altercado con la policía, dos de ellos murieron

Por: EFE

Velorio de Alexis Herrera, uno de los dos estudiantes que murieron en 2011 tras un enfrentamiento con la Policía Estatal Preventiva. NTX / ARCHIVO

Velorio de Alexis Herrera, uno de los dos estudiantes que murieron en 2011 tras un enfrentamiento con la Policía Estatal Preventiva. NTX / ARCHIVO

TIXTLA, GUERRERO (20/NOV/2014).- Gabriel Echeverría murió hace casi tres años por disparos de la policía mexicana, en una protesta de los estudiantes de magisterio de Ayotzinapa, un caso que ahora su familia quiere recordar para exigir justicia y denunciar que todo lo que hoy pasa pudo haberse evitado.

Aunque el 26 de septiembre de 2014 es una fecha que pasará a la historia como la noche del horror de Ayotzinapa, tres años antes hubo una mañana cruenta para esta escuela, la del 12 de diciembre de 2011, cuando los jóvenes Echeverría y Alexis Herrera perdieron la vida.

A la familia de Gabriel nunca se le olvidará aquel día maldito, cuando el joven de 22 años que estudiaba para ser maestro y sacarlos de la pobreza no volvió a casa.

"Él decía 'vamos a salir de la pobreza, vamos a estudiar y salir adelante para que ustedes no sufran'", cuenta su madre María Amadea, en la entrada de su modesta vivienda de Tixtla, frente a un altar con la foto del joven.

"Siento feo porque no lo quiero recordar, porque a mí me duele, yo quisiera tener vivo a mi hijo porque no fue un delincuente. Le echaba ganas al estudio, desde la primaria, así llegó a la Normal (Rural de Ayotzinapa), era muy estudioso y respetuoso", dice entre lágrimas.

Como en otras ocasiones, aquel 12 de diciembre los estudiantes habían organizado una protesta para pedir fondos y plazas para la humilde escuela internado en donde estudian los hijos de los más pobres para convertirse en maestros.

Habían cortado la Autopista del Sol que une la capital mexicana con Acapulco, a la altura del Parador del Marqués, en Chilpancingo (capital de Guerrero), cuando llegó la policía a reprimir la protesta a tiros.

Dos jóvenes murieron, varios resultaron heridos, otros fueron detenidos. Ese día también falleció un trabajador de una gasolinera cercana que fue incendiada en la refriega.

Pese a que el caso llegó incluso a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que determinó que hubo violaciones graves a los derechos humanos y abuso de poder, a día de hoy no hay nadie encarcelado por esos hechos.

Dos policías ministeriales fueron detenidos, pero salieron pocos meses después, mientras que cuatro funcionarios dimitieron, entre ellos Alberto López, entonces fiscal, y Ramón Almonte, secretario de Seguridad Pública. La CNDH pidió que se abriera un juicio político contra ellos, que aún no se ha celebrado.

Cuenta Gabriel Echeverría padre que en aquellos tiempos los recibió dos veces el gobernador Ángel Aguirre, quien se vio obligado a renunciar a finales de octubre pasado presionado por las protestas sociales, y les prometió reparar el daño, darles trabajo, entregarles una compensación, pero nunca justicia.

"Él dijo que iba a hacer la reparación del daño, pero no sé por qué confunden la reparación del daño con la justicia. No queremos eso, queremos justicia, que se castigue al que hizo eso y a quien lo ordenó", afirma.

No llegó ni la justicia, ni la reparación del daño, pues el matrimonio recibió una pensión y su otro hijo una beca solo durante un mes, hasta que les dijeron que "todo ya se había enfriado".

Entre las demandas de aquel 12 de diciembre estaba el ser escuchados por Aguirre, a quien le habían entregado un pliego petitorio unos días antes cuando visitó la escuela, pero nunca quiso reunirse con ellos.

La situación en la escuela del barrio de Ayotzinapa tampoco cambió, los estudiantes siguen sufriendo escasez y tienen que salir a pedir fondos a las poblaciones vecinas, como sucedió el 26 de septiembre en Iguala, a donde fueron a "botear" (pedir dinero) para financiar sus actividades.

Allí fueron atacados por policías locales por órdenes del entonces alcalde José Luis Abarca, tres de ellos murieron y 43 más fueron desaparecidos por miembros del cártel de los Guerreros Unidos, al ser confundidos con rivales, según las investigaciones.

Si se hubiera escuchado a los estudiantes, si hubiera habido justicia en el caso de su hijo, María Amadea cree que el país no estaría lamentado más muertes.

Sin embargo, aquello ya se olvidó y ella tuvo que hacer frente a continuar su vida de pobreza, con un hijo menos y otro que se empeñó en cumplir las voluntades de su hermano muerto y entrar en la Normal.

"Mi hijo Gabriel me dijo 'que estudie tu hijo, que le eche ganas para que también vaya a la Normal, dos años vamos a estar juntos, yo voy a tenerle cuidado'", relata.

Y el hermano pequeño de Gabriel le contó a su madre que no quería incumplir la voluntad del mayor e ingresó a la escuela en la que cada día ve el rostro de su hermano pintado en la pared, con el obituario: "Su lucha nos elevará la conciencia para lograr sentir el amor hacia la libertad del pueblo".

Y, desde allí, sueña con que su muerte y las otras muertes sí sirvan por fin para algo.

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