Jueves, 25 de Abril 2024
México | REPLICANDO Y EN LA PROCESIÓN POR JOSÉ M. MURIÀ

¿Frontera o trinchera?

¡Qué gran crimen se cometió al conseguir que los defensores de la población se vean ahora como los mayores enemigos de ella: más aún que los delincuentes!

Por: EL INFORMADOR

Desde la ventana del hotel, la vida de Tijuana parece ser completamente normal: los coches se entrecruzan como un tejido que se hace y deshace constantemente. Sin embargo no es tan idílico. A pesar de que la cultura vial es muy superior a la que tenemos en el Centro de México, ya han aparecido choferes enojados que tocan airados la bocina y, eventualmente, alude al árbol genealógico de algún congénere.

También, si se afina la vista, se notará que el llamado “parque móvil” tiene un aire diferente. Coches más grandes y en casi todos se echa de ver un trato más duro y un acicalamiento más escaso. Sin embargo, la atmósfera general no deja lugar a dudas de que se trata de una ciudad mexicana.

Ello resulta especialmente halagador para quienes ya peinamos canas y, de muy jóvenes, cuando empezamos a recorrer estas tierras nos asaltaba el temor de que su identidad se perdiera y acabaran convirtiéndose en gringos.

Supongo que algunos lo han deseado, pero lo cierto es que el resultado, cuatro décadas después, es otro. Acciones y actores de todo tipo lo han logrado. Hasta podríamos destacar a hijos del Occidente de México que enraizaron firmemente en Tijuana y contribuyeron sobremanera a que la mexicanidad sobreviviera. Pienso, por ejemplo, en Rubén Vizcaíno, originario de Colima, a quien tuve el gusto de conocer y admirar mientras hacía su campaña con la complicidad del periódico más importante de Tijuana, cuyo nombre es ya evidente: El Mexicano. Pienso también en mi colega David Piñera, nacido en Tepìc y licenciado en derecho por la Universidad de Guadalajara. Es el historiador por antonomasia de Tijuana y del Estado de Baja California.

Gente como ellos, que se abocaron al fortalecimiento de la “voluntad de ser”, salieron vencedores de una lucha constante, aunque a veces sorda e imperceptible. La trinchera no sólo funcionó como defensa sino que, incluso, ha sido plataforma de penetración en el otro lado de la frontera… pero ésa es otra historia.

Hay, sin embargo, un elemento sumamente desagradable que deja una fuerte sensación de trinchera, pero de una guerra que sí estamos perdiendo. El aire de esta ciudad entrañable se ha sobrepoblado de sirenas y el horizonte de armas en manos de soldados y policías enmascarados, cuya presencia despierta gran temor entre la ciudadanía.

¡Qué gran crimen se cometió al conseguir que los defensores de la población se vean ahora como los mayores enemigos de ella: más aún que los delincuentes!

Los gritos que se oyeron el pasado domingo 8 en las principales calles de la Zona del Río, aparte de los ya famosos “¡Ya basta!” y “¡Estamos hasta la madre!”, fueron precisamente a favor de que se legalicen las drogas, se retire el Ejército y la Policía Federal y que se “larguen los policías gringos” que, al parecer, operan libremente en Tijuana. Eso pedía gente de muy diversos estratos y condiciones sociales… Es realmente de preocupar.

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