Heredan tradición de la Visita de los Siete Templos

GUADALAJARA, JALISCO (17/ABR/2014).- A sus 77 años de edad,  la señora Bonifacia Rodríguez,  una vez más hizo la Visita de las Siete Casas. Con su paso lento y del brazo de su hija, Aurora Romo llegó al Centro Histórico de Guadalajara desde la colonia El Bethel para  recorrer el Sagrado Corazón, San Juan de Dios, San Agustín,  la Catedral Metropolitana, la Merced, San José y Santa María de Gracia. Éste es el camino que ha seguido cada jueves Santos desde hace 57 años.
 
A la una de la tarde ya había orado en cuatro templos; se había trasladado de uno a otro sin encontrar una sombra donde resguardarse. La temperatura rondaba los 30 grados centígrados. "Ahora estoy muy cansada, ya no puedo ni caminar. Primeramente Dios voy a terminar los siete templos", dice apoyada de su hija.
 
Al recordar el ir y venir de Jesús en la noche de la traición, su sufrimiento en el Huerto de Getsemaní y las afrentas que recibió en las casas de Anás, Caifás, Herodes, Pilato, en el Calvario hasta su sepulcro,  la señora Bonifacia reza por el bienestar de sus ocho hijos, de quienes espera que sigan esta tradición.
 
En cada iglesia, el santísimo sacramento es expuesto. Los cristos, vírgenes y  santos están cubiertos de mantas moradas  en señal de duelo. El ambiente es lúgubre. Los creyentes oran "te acompañamos  señor y te damos gracias por  todo lo que sufriste por nuestra salvación esta noche..."
 
Afuera, en las calles, es una verbena, miles de feligreses  recorren las siete casas. Las banquetas  se saturan. El paso se abre a empujones  entre los puestos ambulantes, en los que se puede encontrar pulseras para la "buena vibra y envidia", escapularios, oraciones,  cristos, imágenes de santos y vírgenes, cirios, empanadas, refrescos, garnachas, nieves raspadas  y papas.
 
Para evitar los tumultos, la señora Laura Aceves junto con sus hijos Francisco, de 14 años, Daniela de 10 años y Manuel de 6 años,  llegó a las 9 de la mañana al centro para  iniciar las visitas en el templo de Aranzazu y terminar al mediodía en el  Santuario de Guadalupe. Todos hicieron ayuno. Antes de salir de su casa, sólo tomaron un vaso de agua, conscientes de que era un día de guardar.
 
"Tenemos ocho años viniendo para acá, es la costumbre que tenemos, de traerlos y hacer el recorrido para dar gracias porque mucha gente no toma en cuenta que es un día para guardar luto, para andar más  tranquilos, sin embargo lo agarramos como fiesta, qué  feo es eso, cada persona toma sus  decisiones y tenemos nuestro modo de pensar", refiere la señora Laura, quien regresa a casa satisfecha, con su deber espiritual cumplido.
 
EL INFORMADOR / GEORGINA GARCÍA