Jueves, 25 de Abril 2024
Jalisco | Coloridas frutas de la sequía

Las pitayas, una tradición durante esta temporada

La llegada de estos frutos al barrio de las Nueve Esquinas demuestra que la tradición en el consumo de estas cactáceas sigue vigente en Guadalajara

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (02/JUN/2010).- La  presencia de las pitayas en las plazas y mercados de Guadalajara, además de otros municipios metropolitanos, es una arraigada tradición,  como se puede comprobar en el barrio de las Nueve Esquinas, en pleno Centro tapatío,  el cual ha sido testigo ya por varias generaciones de la llegada de estas cactáceas con sus frutos de colores solferino, blanco, naranja y rojo, que se ofrecen al paladar con una placentera sensación para estos días acalorados.

Nuevamente ahí están estas aguanosas frutas, traídas, en su mayoría, de la población jalisciense de Techaluta, llamada por algunos botánicos como la catedral jalisciense del campo pitayero, aunque también se traen de otros municipios del rumbo, como: Teocuitatlán, Acatlán de Juárez, Zacoalco de Torres, Sayula y Amacueca, por citar algunos.

Las variaciones del  clima y las condiciones del mercado de cada año tienen su influencia en la comercialización de las pitayas, según cuentan sus vendedores, en su mayoría mujeres, en el caso de las Nueve Esquinas.

Este año, varios vendedores señalaron que hubo mermas por las lluvias de invierno que tumbaron bastante la floración de los pitayos e, incluso, la retrasaron, como también sucedió con los guamúchiles.

Dos vendedoras, las hermanas Miroslava y Celina Cortés, comentan que las pitayas son el gran motor agrícola de la economía de Techaluta, dado que gran parte de las tierras, tanto de terrenos planos, como las cerriles, se dedican a las plantaciones de esta fruta.

Detallan que, incluso, la gente grande que ya no puede estar al pendiente de una huerta renta la tierra para que la trabajen otras personas en la producción pitayera. También comunicaron que por lo general los hombres, apoyados con “lámparas venaderas”, se encargan del trabajo duro, como es tumbar (a base de carrizos con gancho)  las frutas de los cactus durante las horas frescas de la madrugada, para que  las pitayas no sufran el embate del Sol.

Después, la fruta se somete a la limpieza de las espinas y se envasan en canastos de otate cubiertos con manojos de alfalfa, para luego trasladarse a los puntos de venta en plazas, mercados, camellones o calles transitadas de las ciudades.

Pasado el tiempo de pitayas, la gente de  Techaluta trabaja como puede, ya sea en sus parcelas o bien buscando otros empleos diferentes a los del campo.

Por cierto, durante la temporada se hacen varios festejos en barrios conurbados para promover su consumo con el apoyo del Ayuntamiento de Techaluta y algunos alcaldes de la zona conurbada. 

De origen mexicano


El botánico de la Universidad de Guadalajara, Eulogio Pimienta Barrios, ha sido un investigador muy tesonero de las cactáceas y señala que México posee en su territorio 21 especies de las pitayas del Continente Americano. Cita que 80% de las especies de esta planta son endémicas de nuestro país, lo que implica que son exclusivas de su patrimonio vegetal, en sus lugares que incluyen toda la costa del Pacífico y parte de la tierra ya metida en el continente.

Este académico resalta que las pitayas jaliscienses son del género “Stenocereus”. También destaca que estas plantas, por su gran resistencia a la sequía, son una valiosa alternativa ante el avance de la desertificación, sobre todo cuando se cultivan en plantaciones con enfoque comercial, mezcladas en ocasiones con nopal.

En el caso de las huertas bien trabajadas, Pimienta Barrios puntualiza que se obtienen hasta dos mil frutos por hectárea, lo que supone que estas plantas son una alternativa muy superior en su rentabilidad en comparación con el maíz cultivado en tierras áridas, sobre todo si los productores pueden compensar los costos de mano de obra del corte y la limpia de las espinas.       

Refiere que hay mucho por avanzar en su industrialización para utilizarlas en jaleas, paletas, aguas frescas o pan, y así tener alternativa a la venta como producto fresco; y en utilizar su pulpa como colorante natural.        

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