Viernes, 03 de Mayo 2024
Jalisco | Políticas públicas

La sobriedad tiene recompensas

En la municipalidad de Alcorcón se decidió premiar a los jóvenes que se encuentren conduciendo en estado de sobriedad, entre las 12 y las 5 de la mañana

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO.- A nivel mundial, los distintos gobiernos están implementando políticas públicas muy diversas para disminuir la cantidad de jóvenes que deciden tomar el volante en estado de ebriedad. En la municipalidad de Alcorcón se decidió premiar a los jóvenes que se encuentren conduciendo en estado de sobriedad, entre las 12 y las 5 de la mañana. La recompensa consiste en un vale de gasolina de 20 euros que pueden cambiar en cualquier establecimiento.

En una pequeña localidad alemana han decidido las autoridades negar el permiso de conducir a cualquier persona que tenga antecedentes de violencia previa en algún ámbito de su vida: desde sus amigos hasta su familia y trabajo. En Brasil,  han decidido orientar el gasto público a medidas que suenan simples, pero que han sido bastante efectivas.

Por un lado incrementaron los requisitos para obtener el permiso de conducir a exámenes psicológicos y de comportamiento que manifiesten la tendencia de los jóvenes a conducir en estado de ebriedad. En el sur de Francia adoptaron una política regional conjunta que se basa en la interacción entre los jóvenes y la dimensión real del problema. Se habilitaron simuladores que transportan a los jóvenes a las condiciones máximas de alcohol ingerido que permite la ley, con lo que los jóvenes sin haber ingerido copa alguna, conocen de primera mano los impedimentos que tienen para conducir, evitando la frase de “yo conduzco mejor borracho” o “no pasa nada si vas despacio”.

La Conferencia Panamericana de Seguridad de Tránsito y la carta europea sobre el alcohol y las adicciones recomiendan:

Políticas públicas ineficaces
Promoción de actividades que no incluyan la bebidas
Educación tradicional en los centros educativos.
Propaganda oficial
Colocación de etiquetas en los productos
Uso del conductor designado

Políticas públicas eficaces
Puntos de control de sobriedad
Revisión aleatoria de la policía
Estímulos positivos
Establecer niveles bajos de alcoholemia
Suspensión de la licencia definitiva
Altas multas
Estrechar relaciones de cooperación que inhiban la corrupción en las aseguradoras

Crónicas

Cómo se van de los bares

En el Estadio

“Me eché más de 10 chelas, estoy bien pedo y no me acuerdo ni donde dejé mi carro” se oye una voz de un aficionado enfundado en la playera tricolor de los Leones Negros que camina en círculos tratando de acordarse la calle en la que estacionó su auto. 90 minutos de “vuelta, vuelta”, “Bruuuto” y “Vamooos” y un ambiente que se asemeja más a la lucha libre con toda su picardía, que al fútbol y la característica exigencia de la afición tapatía, no acaba en sobriedad. Dominan los jóvenes, algunos se van en el silbatazo final, otros esperan  en los palcos, con bebida en mano, a que se desahoguen las principales avenidas. “No manches ya está bien caro estacionarse, si pudiera tomar un camión que me lleve a mi casa después de la peda, ni agarraría el carro, pero si me quiero quedar un rato más en el estado, pierdo el camión” responde un enojado seguidor de la Universidad a la pregunta de ¿Por qué usas tu coche si sabes que vas a tomar?

La Calzada Independencia es un mar de gente, los taxis y camiones no se dan abasto de la demanda de transporte, una familia se sube a un taxi, un grupo de jóvenes se deleitan con el personal femenino que acudió al estadio y otros deciden ordenar un par de micheladas en uno de los bares adjuntos al Jalisco. Carlos, un joven con  aspecto asiático, le comenta a su cuate “el Topo”: “no friegues que malos son, que bueno que podemos echarnos unos vinos,  sino ni para que venimos”. El estadio se ha convertido en una cantina de más de 20 mil personas y ante la ausencia de calidad en el césped, los chavos deciden armar su propio ambiente y olvidar siquiera que hay 22 jugadores en la cancha. Cánticos, insultos, acompañados del clásico grito “me das una doble”, tiñen la colorida noche de viernes en las tribunas del Monumental Estadio Jalisco.

Motociclistas sobrios en el Centro

Era viernes, las once de la noche en el centro de la ciudad, y la cerveza fría estaba por acabarse, no bebo Corona, pero esta vez tuve no tuve de otra, era lo último bien frío que quedaba. Nadie vigilaba la entrada al bar y “Gold Lion” de los Yeah Yeah Yeahs armonizaba los restos de las conversaciones a modo de murmullos.
La gente siguió llegando, no había sillas vacías y los últimos metros cuadrados libres se estaban ocupando, la gente bebe de pie, pide más cerveza y sigue hablando; la gente sentada pide más cerveza y sigue hablando.

Antes de finalizar la primera hora del sábado la gente comenzó a salir, se alejaba del bar caminando o en bicicleta, quizá en busca de más diversión en el centro de la ciudad -yo por lo menos eso hice.

Llegamos al andador Coronilla, noche de blues, no cover, luego de la revisión pedimos una cerveza y fuimos cerca del escenario, “the music it´s all right” sonaba bien. Algunas personas habían sido “poseídas” por el ritmo, se movían, bailaban y cantaban; el hombre de barba blanca denotaba cierta pesadez en sus movimientos, como hecho de metal y parado sobre un imán, juraba que de un momento a otro terminaría postrado sobre el piso.

La guitarra y la voz sobre el escenario finalizaron su número y las conversaciones junto con los Doors se apoderaron del lugar. La barra estaba totalmente ocupada y los meseros seguían repartiendo alcohol. Pocas personas abandonaron el bar al terminar la música en vivo, pero nadie salió “tambaleante” por el exceso de copas.
Aún no eran las tres de la madrugada cuando salimos del bar, nos sentamos en una banca sobre el andador para fumar un cigarrillo. Un grupo de motociclistas salió tras de nosotros. Ninguno iba ebrio, responsablemente montaron sus vehículos y se alejaron dejando como “recuerdo” el estrepitoso ruido de los motores.

Valet parking en Chapalita

Son las dos de la mañana de un viernes de diversión en Chapalita. Los bares están llenos de mujeres en minifalda y hombros descubiertos. Aprovechan que el frío de principios de año ya no las atormenta y pueden lucir su juventud. Uno de los bares más famosos de la zona, quizá de la ciudad, está al costado de la Glorieta Chapalita y es el causante de que muchas calles alrededor luzcan saturadas de autos.

Hay camionetas sobre las banquetas, motos, autos caros y vochitos a lo largo de seis cuadras y estos vehículos no sólo son de un bar. En la esquina de Lázaro Cárdenas y San Uriel, a dos minutos a pie del primer bar, se encuentra otro de los más concurridos de la zona. Imposible encontrar lugar para estacionarse cerca de ninguno de los dos. Por lo visto, la mayoría llega en carros particulares; los bares les facilitan el estacionamiento con servicio de valet parking.

Julieta vino con sus amigas a tomar cervezas y a ligar al bar de Lázaro Cárdenas. “Aquí siempre hay buen ambiente”, dice a gritos tratándose de hacer escuchar “Vinimos en el carro de Mayra, ella es la que tiene la nave más padre”, explica sin dejar la cerveza. Los efectos del alcohol ya son evidentes en su mirada y no le molestan las preguntas. Está de buen humor.

Como la mayoría de los clientes, al salir del local Julieta y sus amigas siguen el ritual: pasos trastabillantes, sonrisas a los que llegan, búsqueda del papelito para pedir su auto. Todos lo hacen. Durante una hora, nadie para un taxi, todos llaman al valet parking. Dos se tambalean peligrosamente cuando les entregan las llaves, uno se va en moto a pesar de no poder hablar. Nadie los detiene, aunque el riesgo de que uno de ellos muera es 17 veces más alto que el de una persona que no haya bebido alcohol.

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