Sábado, 04 de Mayo 2024
Internacional | Molesta permanencia de gadhafistas

Libia: poca confianza y todo por hacer

A un año de la caída de Muamar Gadhafi, las autoridades interinas tienen la misión de organizar comicios legítimos

Por: EL INFORMADOR

La semana pasada, los libios festejaron en las calles el primer aniversario de la caída del régimen autoritario.  /

La semana pasada, los libios festejaron en las calles el primer aniversario de la caída del régimen autoritario. /

TRÍPOLI, LIBIA (20/FEB/2012).- Las sorprendentes nevadas que hace unos días pintaron Trípoli de blanco han sido recibidas por los libios como el mejor de los augurios: muerto Muamar Gadhafi, hasta los cielos les son propicios. La nieve y la lluvia arrastran el polvo del desierto, como la revolución ha arrastrado 42 años de dictadura. Algunos nubarrones, sin embargo, emergen en el horizonte. Un año después de la revuelta, la euforia deja paso a la decepción. La confianza en las nuevas autoridades se resquebraja por la falta de transparencia y por una gestión poco eficiente. Desbordado, el Gobierno provisional organiza contrarreloj las elecciones legislativas previstas para junio. Mientras tanto, las milicias llenan el vacío de seguridad. El desafío es inmenso: todo está por hacer.

La bandera roja, negra y verde de la nueva Libia ondea por todos los rincones de la capital. Los colegios conmemoran el levantamiento del 17 de febrero de 2011. Las fotos de los mártires, esos miles de jóvenes muertos en la guerra, cuelgan en escaparates y vehículos. Los milicianos armados se han desplegado por la ciudad. Los libios celebran su liberación a golpe de claxon y Kaláshnikov, pero el jolgorio no oculta la preocupación por el futuro. “Estamos felices sin Gadhafi, pero necesitamos certidumbre”, dice Karim en su joyería del barrio viejo de Trípoli. “Parece que en este país no hay Gobierno, que vamos sin rumbo”.

Todo, en efecto, es confuso en Libia. No hay Policía ni Ejército. Casi nadie conoce a los miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT), una especie de parlamento autonombrado que ha capitaneado la rebelión. Tampoco a los ministros del Gobierno interino que se formó en noviembre. No se sabe dónde empiezan y terminan los cometidos de cada quien, pero la cabeza visible del nuevo poder sigue siendo Mustafá Abdelyalil, exministro de Justicia de Gadhafi y presidente del CNT, antes venerado, y ahora blanco de todas las críticas.

“El CNT está hoy dominado por los gadhafistas, empezando por el propio Abdelyalil, y por los Hermanos Musulmanes. Después de todos los sacrificios, al final hemos acabado en manos de unos oportunistas que se beneficiaron del régimen anterior y que ahora quieren seguir aprovechándose”, dice Yalal el Galal, empresario de Bengasi y hasta hace poco uno de los portavoces del CNT. “No hay transparencia, ni sistema de trabajo, ni rendición de cuentas”.

“Somos demasiado impacientes”, responde Mohamed Ambarak, rector de la Universidad Médica Internacional. “Dadas las circunstancias, la guerra, el legado de la dictadura, no estamos tan mal. El CNT unió a los libios, guio la liberación y estableció el Gobierno interino. Cometen errores, pero hacen lo mejor que pueden bajo una presión inmensa”.

El primer ministro interino, Abderrahim al Kib, un catedrático respetado pero con escaso margen de maniobra, tiene un reto sobre la mesa: preparar las elecciones legislativas de las que saldrá, en junio, la Asamblea nacional que redactará la Constitución y formará el nuevo Gobierno.

“Es una tarea titánica. De organización y de pedagogía. No tenemos elecciones ni partidos desde la independencia, en 1951”, explica Said Laswad, director del semanario Tripoli Post. “Pese a ello, las elecciones no pueden posponerse. Es imperativo tener un Gobierno legítimo, que pueda destrabar la situación y tomar decisiones”.

Decisiones, por ejemplo, en economía. Al Kib ha dejado claro que no va a firmar un solo contrato con las empresas extranjeras que hacen fila para invertir en Libia, sobre todo en infraestructuras, y que serán decisivas para reactivar la economía. Sólo las petroleras han reiniciado su actividad. El país alcanzará a mediados de este año los niveles de producción de crudo de antes de la guerra: 1.6 millones de barriles al día.

Otro gran reto es la desmovilización de las milicias, impensable ahora. “Hay unos 50 mil combatientes. La mayoría serán reabsorbidos en la nueva Policía y el Ejército”, explica Ashur al Shames, portavoz del Gobierno.

Las denuncias sobre los abusos de las milicias son constantes. En días pasados Amnistía Internacional publicó un nuevo informe sobre los desmanes de algunos de estos grupos, que a falta de leyes y tribunales se toman la justicia por su mano.

A pesar de todos los problemas, los libios viven una explosión de libertad inédita. Decenas de nuevas publicaciones invaden los quioscos. Y los partidos políticos, aún embrionarios, empiezan a organizarse. “Es un cambio radical. Es otro planeta”, dice Naima, estudiante de Psicología. “Los libios quieren una vida normal y están cumpliendo con sus responsabilidades. ¿Caos? Sí, pero un caos que funciona. La gente ya no se calla. Quizás es más interesante verlo de esta manera”.     

Con información de EL PAÍS            


TESTIMONIO

''El pueblo libio se sentía avergonzado''


“No teníamos visitas, y sólo tres días al año, con motivo de las fiestas religiosas, nos permitían recibir una nota de la familia”, recuerda Mohamed Alfaqeeh, recién nombrado embajador de Libia en España. Pocos diplomáticos cuentan con 10 años de prisión en su currículo. Alfaqeeh conoció la Porta Benito, el penal construido por Mussolini durante el periodo colonial. En 1984, cuando llevaba seis años entre rejas, fue trasladado a la cárcel de Abu Salim, escenario de la matanza de mil 270 reclusos en 1996, un episodio que está en el origen del alzamiento que destronó a Muamar Gadhafi.

Poeta de vocación —aunque necesitara 22 años para superar la censura y publicar en 1999 su primer libro—, Alfaqeeh fue detenido junto a una decena de intelectuales. “Llamar a la formación de un partido político acarreaba la pena de muerte”, recuerda el diplomático de carrera, destinado en Madrid como canciller entre 2000 y 2004. Tripolitano de 58 años y frugal —toma su café con leche sin acompañar—, el embajador, consciente de que “todavía se sufre el legado de Gadhafi”, enumera los desafíos que encara un país castigado durante 42 años por la excentricidad del tirano: “La reconciliación, los enfrentamientos entre tribus, la proliferación de armas y de las milicias, porque muchos se sumaron a ellas tras caer Trípoli para sacar partido de la situación”.

A tenor de los últimos acontecimientos y de la atormentada historia reciente de Libia, tiempo se necesitará para restañar las heridas. “Los deseos de venganza son muy fuertes”, admite Alfaqeeh, que señala lo poco que ayudan las prisas de los ciudadanos por palpar beneficios tangibles sólo un año justo después de iniciada la rebelión, y cuatro meses después del tiranicidio. “Existen altas expectativas de la gente y una gran brecha entre esas expectativas y la incapacidad de un Gobierno aún débil. La legitimidad del Consejo Nacional Transitorio (organismo rector del país) se erosiona. Por ello necesitamos elecciones pronto”. Los comicios constituyentes están previstos para junio. Impensables cuando regía el Libro Verde, el escrito en el que el sátrapa detalló su proyecto político. Una obra que el diplomático conoce, aunque ni la leyó, ni falta que hacía. “Cada día escuchabas en televisión frases del Libro Verde”.

“El pueblo libio se sentía avergonzado cuando Gadhafi montaba su jaima en las capitales europeas. Los Gobiernos europeos lo consentían por cortesía y por sus intereses petroleros. Es dinero”, sonríe el diplomático.

“Necesitamos mucho tiempo para cambiar la mentalidad de los libios. Antes nadie participaba en política”, lamenta Alfaqeeh. Ni siquiera en 1986, cuando el presidente de Estados Unidos de la época, Ronald Reagan, decidió el bombardeo de Trípoli y Bengasi, la gente salió a la calle. Protestaron más en Jartum (Sudán) o Túnez que en Libia. “Desde 1951 no hemos tenido partidos. Ahora empieza Libia su vida política libre”.

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