Domingo, 19 de Mayo 2024

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Por: Gabriela Aguilar

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Cumplimos un año desde que se dio por terminada oficialmente la pandemia por COVID-19, esa que nos enseñó la fragilidad de la vida en el orbe y que reescribió las reglas del juego en la interacción social. 

En el último año volvimos a la vida que conocimos antes, salimos sin cubrirnos la cara, viajamos sin un certificado de vacunación o pruebas negativas de portación del virus en el bolsillo, pero todo deja consecuencias. Nos reconstruimos, o eso intentamos, y en el proceso algunos perdieron más que otros. 

En México más de 800 mil personas perdieron la vida a causa del virus en esos tres años que duró la pandemia; sin embargo, en un reciente informe que presentó la Comisión Independiente de Investigación sobre la pandemia de COVID-19, ascienden a más de 300 mil los decesos registrados en exceso en el mismo periodo: el 37% se atribuyen a las malas decisiones tomadas por el Gobierno mexicano. 

Todos los países tuvieron muertes en exceso, India encabezó la estadística con 4.7 millones de defunciones, 10 veces más que las cifras oficiales y casi un tercio de todos los decesos registrados en el mundo. Un síntoma internacional, pero México estuvo entre los primeros sitios en esa métrica. 

Muchos perdieron todo desde el principio. Se estima que más de 215 mil menores en México quedaron huérfanos de padre o madre durante la pandemia y ante ese terrible escenario se veía en televisión cómo las autoridades responsables en México incumplían los protocolos de prevención. 

Las cifras oficiales son dramáticas, las extraoficiales aún más. En 2021 la estadística de fallecimientos en el país alcanzó los 213 mil y al final de la pandemia se había cuadruplicado, con vacunas incluidas y una economía restablecida. Algo debió salir mal. Las decisiones tomadas por el Gobierno causaron daños irreparables y todo comenzó antes de la pandemia. 

Si la política de austeridad de 2019 no hubiera hecho un recorte en el 30% del personal de salud el país hubiera estado mejor preparado para la atención médica necesaria.

Si no se hubiera sustituido el Seguro Popular por el Instituto de Salud para el Bienestar, quizá la atención de emergencia podría haber evitado que los casos medianamente graves sin Seguro Social terminaran en tragedia. 

Quizá si no se hubiera informado a la población que sólo los casos graves deberían recibir atención de emergencia muchos decesos se habrían evitado. Una operadora telefónica no podría hacer un diagnóstico confiable.

Quizá si el personal médico hubiera tenido los insumos de tratamiento y equipo de protección necesarios los contagios se hubieran detenido y no hubieran muerto cerca de cinco mil elementos del sector salud en el cumplimiento de su trabajo.

Quizá si la estrategia de inmunización escalonada hubiera iniciado con el grupo poblacional que requería más exposición en lugar de iniciar con el sector de mayor edad, pero menos expuesto quizá los contagios hubieran descendido. 

Quizá si las escuelas no hubieran cerrado por tanto tiempo el rezago educativo no sería tan grave. Quizá si no se hubiera cerrado a economía del país dejando oficialmente abierto sólo lo mínimo necesario otra sería la historia de todas esas familias que terminaron de fragmentarse y no por el virus, sino porque les quitaron la posibilidad de subsistir dignamente. 

No sabíamos que al confinar a la población en el lugar más seguro posible se iba a liberar otra pandemia: la violencia doméstica, y esa cobró más o menos el mismo número de víctimas. Ahora lo sabemos y todavía no tenemos vacuna.

 La OMS trabaja en un tratado de preparación contra futuras pandemias y evitar los errores cometidos, crear un protocolo internacional con el fin de que los países estén mejor preparados y puedan responder de forma más efectiva frente a otro evento de salud internacional. 

Dudo mucho que estemos preparados para otra pandemia; sin embargo, los que sobrevivimos, con anticuerpos o resistencia al virus, somos otros. Nos faltan 800 mil padres, madres, hijos, abuelos. Recordemos lo que vivimos para no cometer los mismos errores. Hace cuatro años sólo teníamos preguntas, ahora tenemos las respuestas.

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