Viernes, 17 de Mayo 2024

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Chucho “El Roto” irrumpe en Palacio

Por: Martín Casillas de Alba

Chucho “El Roto” irrumpe en Palacio

Chucho “El Roto” irrumpe en Palacio

Alberto Castro Leñero es un artista hecho y derecho que, a pesar de la magnitud y la fuerza que expresa en sus obras, mantiene un perfil bajo y una modestia que contrasta con la energía que despliegan sus obras.

Ahora expone varias de sus esculturas, pinturas y obra gráfica en los salones de la Casa Frissac -a unas cuadras de mi casa en Tlalpan Centro-, una mansión que han restaurado y que la Alcaldía mantiene en perfecto estado. Aquí es donde Alberto Castro Leñero ha puesto algunas de sus obras como “Palacio roto”, colocadas en diferentes salones de la casa porfiriana diseñada por el arquitecto Antonio Rivas Mercado a finales del siglo XIX donde vivió el hacendado José Pliego Frissac.

Cuando le pregunté a Alberto por qué le llamaba a esta exposición Palacio roto, me contestó preguntándome si conocía la leyenda de “Chucho el Roto”. No me acordaba de ella hasta ahora que la he buscado para ver qué conexión tiene con su exposición: se trata de Jesús Arriaga (1858-1894), descendiente del presbítero y bachiller don Pedro de Arriaga, cura párroco de Chiautempan, Tlaxcala, que se convirtió en un legendario bandido y estafador después de que el señor Frissac lo mandó a la cárcel cuando se enteró de que ese “honrado carpintero” de apellido Arriaga había enamorado a su sobrina María de los Dolores, la hija de su hermana Matilde.

Entonces, lo mandó a la prisión de San Juan de Ulúa de donde se escapó en 1885 para dedicarse a robar y embaucar a medio mundo. Le decían “el Roto” porque así llamaban a los que se vestían bien, como lo hacía Jesús Arriaga y que, si existiera en estos tiempos, le dirían “Chucho el Fifí”.

Con esa historia, Castro Leñero irrumpe en todos los salones del “palacio” Frissac como si estas obras representaran a Chucho el Roto que se instala triunfante irrumpiendo en el palacio y ocupando cada uno de los salones de la casa de su victimario:

En el Salón de Invierno están unas esculturas con materiales de construcción; en la Sala de Máquinas, las maquetas de unos puentes y una promenade de cuatro metros de largo con tiras de acero tubular; en el Octágono, ese que está en el centro de la casa, ha colocado la escultura “La mujer que mira hacia arriba” que ahora está viendo la espectacular bóveda celeste, que imaginé por un momento que podría ser María de los Dolores y, por último, en el Salón de baile, colocadas en círculo, están varias esculturas de acero como si estuvieran bailando.

Cuando recorro la exposición con estas obras calificadas como “Palacio roto”, no puedo dejar de pensar en la leyenda de “Chucho el Roto”, como si ahora ocupara toda la mansión del señor Frissac con las obras de Alberto Castro Leñero y de esa manera estuviera presente en todos los salones del palacio de ese hacendado que lo mandó a prisión por haber enamorado a su sobrina cuando era un simple y honrado carpintero.

La obra en su conjunto tiene la fuerza de las obras de Castro Leñero que muestran su personalidad, tal como lo percibimos en cada uno de los salones diseñados con una elegancia digna de una obra arquitectónica de finales del siglo XIX.

El fantasma del Roto se pasea por los salones porfirianos, como si fuera a bailar en el salón de la danza con María de los Dolores, la jovencita desnuda que está ahora en el octágono, mirando siempre hacia arriba.

Fue en marzo la inauguración, que estará hasta finales de junio.

En esta mansión espléndida, que he vuelto a ver, sin poder evitar que me rondara el fantasma de “El Roto”, transmutado en las obras de Alberto Castro Leñero en cada uno de los salones, en una especie de justicia poética en la mansión señorial que, por su cuenta y riesgo, es una joya arquitectónica de finales del siglo XIX.

malba99@yahoo.com
 

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