Viernes, 29 de Marzo 2024
Entretenimiento | “Vengo de un pueblo de narradores; quise ser pachuco, pero no se me dio” dijo Coernelio García

Cornelio García y su transitar interminable por los kioskos

El conductor de radio y televisión también es promotor cultural, artista plástico, músico de mariachi tradicional y narrador

Por: EL INFORMADOR

Durante la década de los ochenta y principios de los noventa, la televisión educativa y cultural en México vivió un colapso proveniente de dos frentes: mientras era eclipsada por la cobertura de la televisión privada del país que en ese momento buscaba el monopolio de la audiencia, en su interior se encontraba a sí misma desgastada.

La creatividad en la búsqueda de contenidos se paralizó, al grado de acudir a la transmisión literal de clases que formaban parte del proyecto de Telesecundaria de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Por otra parte, los contenidos “culturales” mostraban productos que correspondían a manifestaciones estéticas, en varios sentidos ajenas a la sensibilidad del grueso de la población mexicana.

En Jalisco, tras desdibujarse el Canal 6 del espectro televisivo, la oferta general se remitió a los consorcios televisivos, los canales de paga y el S istema Jalisciense de Radio y Televisión (SJRyTV), que en ese entonces tenía “menos rating que la misa de siete”.

El año de 1995, la televisión estatal de Jalisco inició la transmisión de un programa que, bajo un formato fresco, ofreció una visión de lo regional, que ahora es rescatada por señales públicas como la de TeleSur, en América Latina, y “algunas otras cruzando el charco”, en Europa, sin hablar del ahora grueso espectro nacional.

“De Kiosco en Kiosco”, conducido por Cornelio García, se convirtió en pocos años en un referente para la comprensión y gusto por la vida de los poblados y pobladores que componen el Estado de Jalisco. Sin tener estudios formales de antropología, su autor logró internarse en el ambiente popular de los lugares que visitaba, al margen de las versiones oficiales.

Conductor de radio y televisión, promotor cultural, artista plástico, músico de mariachi tradicional, y “sobre todo narrador”, Cornelio García, es uno de los personajes que en la memoria reciente de Jalisco, más han aportado al conocimiento de la Entidad.

— ¿Quién es, de dónde viene?
— Soy Cornelio García Ramírez, y nací un dos de febrero, día de la Candelaria, a las ocho de la mañana, en Tena

maxtlán Jalisco. Hijo de mi padre, campesino de San Buen Aventura municipio de Tecolotlán, José Hipólito García Medino, quien nació en 1902 un 13 de agosto, y mi madre, María de los Ángeles Ramírez de García, quien nació un 25 de julio, día de Santo Santiago, en Tenamaxtlán.

— ¿Porqué le pusieron Cornelio?
— Se me hacía feo mi nombre hasta que me reconcilié conmigo mismo. Resulta que mi padre agarró el calendario de Rodríguez, que utilizaba para todo. Ese calendario te decía cuándo cortar el pelo a tu esposa, cuándo hacer el amor y dejar de hacerlo. Mi padre, como buen campesino, respetaba los códigos celestiales y los códigos terrenales.

El caso es que cada que nacía un hijo consultaba el santoral, en su calendario de Rodríguez. Y el día de mi nacimiento había de cuatro sopas: Cornelio, Cipriano, Conrado y Candelario. Él escogió Cornelio, y aunque no me gustaba mucho, me reencontré con él.

Cuando tenía 19 años y estudiaba en el UNAM, se reían de mí por mi nombre. Pero llegué a la conclusión de que puedes hacer un nombre bonito o feo, depende de tus acciones. El hombre hace el nombre, y yo soy Cornelio.
— ¿Cómo era la vida en Tenamaxtlán?

— Mi vida, del 42 al 50, transcurre en Tenamaxtlán, soy el menor de seis varones, en donde los hombres andaban armados. Era un Jalisco muy violento. Recuerdo que una noche practicábamos serenata, porque ya andábamos dándoles gardenias a las muchachas bonitas, y a las feas con más razón, cuando escuchamos balazos y entonces fuimos corriendo a ver al matado; enfrente de la Presidencia vi un muerto. Después, a los siete años, vi a otro muerto: “La Peluda”, que tocaba en la banda. Era hombre, pero de apodo le decían “La Peluda”.

El cura del pueblo sacó de su cartera un billete de a peso, y estaba empapado de sangre. Acababan de matar a La Peluda.

Yo vivía enfrente de la cantina de María Navarro, y cada rato había muertos, balaceados y siempre había un mariachi de fondo. Estoy hablando de 1947.

— Y lo conversador, ¿de dónde le viene?
— Pues del pueblo. En el Suroeste de Jalisco, la gente es muy buena para platicar, son narradores de nacimiento. Será que no había muchos libros, era una región por donde llegó San Buenaventura. En ese rancho todos eran muy culteranos para hablar. Dolores del Castillo tenía su biblioteca y sus lentes como los de John Lennon. En un rancho en donde no había luz eléctrica, ni agua potable, ni cárcel ni policía.

Me tocó la post-revolución y no había radio ni tele. Puros mariachis de cuerda que narraban lo que pasaba. Yo tengo recuerdos de platicar mucho. Todos nos la pasábamos platicando, vengo de un pueblo de narradores.
Tengo recuerdos bellísimos del hogar, de la casa de la familia, había un corredor muy grande con una cocina improvisada. Ahí dormía una gata de angora, ya que quedaban las cenizas, ahí se echaba la gata. Olía todas las tardes a leña; y me crié en ese ambiente poético, con mi tía Chona y mi primo Juan Cueva.

— ¿Cómo salió de Tenamaxtlán?
— La fatalidad se trasmuta en creación, dijo Octavio Paz. En el año de 1954 nos mataron a mi hermano Andrés García, teniendo 21 años de edad. Mi madre sufrió mucho al ver a su hijo muerto debajo de un foquito de quince watts. Mi madre sufría tanto que emigramos a Los Ángeles, California.

Imagínate del rancho, de andar ordeñando vacas, yo vivía una vida campirana, natural. Vivíamos con los cuatro elementos. Los campesinos comíamos nánciles, pitayas, guamúchiles, mezquites, y de repente me encuentro a 17 millas de Los Ángeles, estudiando sociología, que no concluí, pero hasta la distancia comencé a comprender la importancia del mundo de donde provenía.

— ¿Cómo era el joven Cornelio en Los Ángeles?
— Fui pocho en California, y traté de ser Pachuco con los batos de allá ése; con el “Conejo” y el “Chiruli”, pero no se me dio. Intentaba caminar acá bien cool como los batos, y con mis lizas hasta los dedos acá, y mis calcos pero no se me dio.

No respondió mi corazón a la cultura pachuca, desgraciadamente o afortunadamente no me asimilé bien a bien con esa cultura. Y era amigo de los batos, pero me dio más por cantar y escribir para la revista de la high school. No me gustó la violencia del rancho y de los pachucos, no me gustó, desde niño me dio por la cultura. Mi padre quería un universitario en la casa. Estudié sociología por que vivía en un barrio pachuco y en contacto con los negros. No mucho pero allá donde yo trabajaba lavando platos en Hollywood, convivía con negros y lavaba platos con negros y me chupaba mis tragos mientras lavaba platos con el Johonni, y tuve amigas mulatas. Y me di cuenta de que era un país multiétnico y que yo pertenecía a la tercera raíz de los Estados Unidos.
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Y leía el Laberinto de la Soledad, en donde decía Octavio Paz que la misma bugambilia que ves en Cuernavaca y en Los Ángeles, aunque es la misma, está más iluminada en tu país.
Y entonces me empecé a sentir más jalisciense y me llamó el terruño. Volví a México, pero no a Guadalajara, al Distrito Federal.

— ¿Ahí tuvo su formación profesional?
— Fui a la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en donde estudié del 63 al 67. Después me fui a Nueva York, Sudamérica, y después de quince meses de andar cantando folclor por allá me fui a Zambia en África, en donde viví tres años, y procreé una hija, Thandiwe García Downs, con la pintora Penélope Downs, ex esposa y actual amiga.

Indirectamente, sí tengo algo de antropólogo o etnomusicólogo es por tanto viaje; y si de formación soy artista, un artista siempre se involucra con la política y preocupaciones de su pueblo. Afortunadamente me siento realizado para trabajar por las inquietudes que tengo sobre mi pueblo, y tengo libertad de hacerlo, porque un artista es siempre un hombre libre.

— ¿Qué preocupaciones ve en Jalisco?
— Estoy comprometido con la belleza y mi Estado, es un compromiso por convicción, amo la manera de hablar de la gente, las güeras de Los Altos y las prietas de La Huerta, y los guaraches de Colotlán. Haber viajado tanto me hizo comparar la belleza de esos lugares con la belleza de mi tierra. Como me crié en el campo y fue niño chiqueado que le patrocinaron la educación, y luego viajes, me expuse a muchos conocimientos, escribo y leo inglés y francés, y no soy presumido eh.

Me preocupa lo auténtico; en los programas de tele lo mismo entrevistamos al viejito que hace cobijas de lana en Ojuelos, que ya ni le compra nadie pero él está ahí.

Acabo de entrevistar a un señor de Bolaños para un programa de radio sobre la birria. Le pregunté que en dónde aprendió a hacer la birria, y dice él: en las “andulancias”, fíjate que bonita palabra…. las “andulancias”.
Y afortunadamente, en mi caso, he visto apoyo gubernamental. Hablo por mí, en primera persona. Llevamos trece años al aire con de Kiosco en Kiosco. Han pasado cinco gobernadores y todos han apoyado el proyecto. Todos. Han visto que tiene rating, es un programa sencillo. Realizado con espontaneidad y sencillez, en donde el televidente entiende todo.

Ese es mi compromiso, con la gente, con el pueblo, que está olvidado por la ciudad, pero el pueblo no se olvida de sí mismo, no se acuerda de que existe porque está existiendo.

— ¿Cómo quiere que lo recuerden?
— No me preocupo de eso, porque me preocupo de ahorita que me vengan a visitar ahorita que estoy viviendo ya muerto para qué yo ni creo en la reencarnación el paraíso o infierno, esas son falacias para mí, la existencia es ahorita. Te mueres y ahí se acabo todo.

— Parce un hombre pleno, ¿hay algo que tenga ganas de hacer que no haya hecho?
— Sí; un cortometraje. Por otra parte, la actuación siempre me gustó, de niño quise ser actor, pero de eso ya tengo mucho y lo he hecho.

El programa “De Kiosco en Kiosco”, conducido por Cornelio García, es un referente para la comprensión y gusto por la vida de los poblados de Jalisco.

Si no hubieran matado a mi hermano, razón por la que salimos del pueblo, ahorita estuviera casado con una
muchacha gorda, tuviera muchos animalitos, nos dedicaríamos a hacer panelas, ordeñaría vacas y cultivaría alfalfa y hasta marihuana

Fui pocho en California, y traté de ser pachuco con los batos de allá; pero no se me dio.

Estoy comprometido con la belleza y mi Estado, es un compromiso por convicción; amo la manera de hablar de la gente, las güeras de Los Altos y las prietas de La Huerta, y los guaraches de Colotlán.

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