Jueves, 18 de Abril 2024

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Deportes | Por: Francisco Baruqui

Castela, en plan grande: ¡Torero... torerazo!

De los toros con verdad

Por: EL INFORMADOR

Bajó lo candente del sol, dejando con algunas nubes la tarde agradable y sin brizna de viento, con una entrada si acaso de media, pero ya con público aficionado al toreo de a pie, ausentándose ése que gusta del “caballito”, para recordar, luego del paseíllo, con un minuto de silencio, — los que nos acostumbramos a tal compostura —, y de palmas como en el hoy se estila, por la partida de mi querida e inolvidable amiga Conchita Cintrón.

Y de ahí, luego de declaraciones del criador Bernaldo de Quirós que venía a reivindicarse del “Un Sainete llamado Desverguenza”, — ése fue el título de mi escrito —, en la tarde infausta de José Tomás, debo decir que cumplió por cuanto a presentación con una corrida que tuvo romana y astifinas defensas como cuidada crianza pero…

Pero por cuanto a contenido, manifestación clara de mansedumbre y descastamiento.  Bureles sin galope de salida y más de alguno con trote cochinero, reculando y rascando, apenas monopuyásicos, — a puyazo o refilón por ejemplar doliéndose al hierro y saliendo sueltos del encuentro —, a lo que si se añade una extrema flojedad que les hacía doblar los remos cada vez que les bajaban la mano, pues varios rodaron…. Claros, sí, moviéndose con nobleza y son, dejándose sin complicaciones ni sentido para poner en aprietos a los toreros, destacando el tercero y un soberbio cuarto, el de más cuajo y kilos con 560 en la báscula, que tuvo bondad y temple, recorrido y fijeza para triunfo grande, pero al que el “Zotoluco” dejó ir con las orejas sin estar a la altura.

Y así transcurría el festejo bajo un tenor de detalles, algunos connotados y otros vulgares enmarcados en voluntad, empeño y hasta cierto tesón por parte de Lalo López e Ignacio Garibay en trasteos largos, con cierto tedio y fallando con los aceros escuchando el tlaxcalteca un aviso en cada astado dejando, eso sí, ver su bien aprendido oficio, recursos y técnica, como también un rechazo palpable de buena parte del cónclave, como el capitalino determinación y enjundia pero sin acoplamiento sobresaliendo intermitentemente con detalles pero nada más.

La afición quería a Castela, dado el grato sabor de boca que había dejado en la tarde de su presentación, y vaya que el artista galo supo corresponder de nueva cuenta ante los guadalajarenses realizando lo más inspirado y lucido de la tarde, primero con el tercero en el que un “espontáneo” se le tiró para dar un solo muletazo de rodillas siendo retirado por la cuadrilla, y con el que Sebastián lució en verónicas con cadencia rematadas con media para pinceles provocando la ovación.

Con la zarga aguantó de inicio con un cambiado por la espalda de gran exposición para hilvanar una faena importante, ligada, mandona fincada principalmente en la mano diestra que le valió el batir de palmas continuo. Y cuando tenía la oreja, un pinchazo y descabello quedando en sobrados saludos cuando en realidad la vuelta al ruedo era lo que merecía.

Con el sexto, que para nada valió, anduvo oficioso y dedicado pero sin lucir, cuando el público todo coreaba la petición del sobrero como regalo, a lo que el artista francés de muy buena gana accedió saliendo uno de La Venta del Refugio con el que…

Con el que simple y llanamente se adueñó de Guadalajara.

El venteño sacó cadencia y viaje; un toro con temple, claro, con fijeza y noble que le permitió al torero desbordarse saludando con lances a pies juntos y un remate para cartel premiado con los aplausos, para con la muleta…

Con la muleta realizar un faenón con planteamiento, bien estructurado, con gran trazo y expresión artística en el que Castella se rebozó llevando embebido, cautivado, con embrujo en los vuelos de la flámula con pases lentos, despaciosos, sentidos, gustando y gustándose en series tanto con la mano derecha como con la izquierda transmitiendo y llegándole a las fibras de los aficionados que le coreaban entusiasmados cada momento.

El artista estaba embelesado, disfrutando y haciendo disfrutar en una borrachera de bien torear dando la impresión de la difícil “facilidad” con la que el sitio, el mando, los recursos y el temple; ese temple con el que se apoderó de los tendidos, eran esencia y fondo de su obra, larga, debo decirlo, cuando un sector poco entendido empezaba a pedir el indulto, — a un burel que apenas había sido picado en caballo, noble y bondadoso, sí, pero que no para el perdón de  la vida —, Sebastián perfilándose muy en corto y por derecho, sin perder la vista del morrillo, se volcó pasándose en el embroque llevando muy toreado al astado con la izquierda, — en el argot decimos que es la que mata —, para sepultar la espada en la consumación plena de la suerte suprema, dándose, exponiéndose, perdiéndole la cara al ejemplar y atracándose de toro para ganarse a toda ley las dos orejas cuando hubo fuerte petición de rabo.

La vuelta que ha dado la deberá recordar siempre por los gritos estentóreos que un público de pie le expresaba: ¡Torero...!  ¡Torero…!  ¡Torero..!

Ni qué decir ya que el coso tapatío es de Castela…

Se lo ha ganado con torería; con valor; con entrega y vergüenza torera…

Y como desde mi barrera de la plaza, ahora remato estas líneas: ¡Torero..!  ¡Torero...!  ¡Torerazo...!

Correo electrónico: francisco@baruqui.com

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