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La ficha roja de candidatos del 88

A dos décadas de las elecciones presidenciales en las que compitieron entre otros Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier y Carlos Salinas, parte de los expedientes recopilados por los servicios de inteligencia mexicanos de estos personajes son versiones públicas del Archivo General de la Nación

Por: SUN

Carlos Salinas de Gortari estaba considerado por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), como alguien que “acredita derecho de sangre en la familia revolucionaria dentro de la rama de los economistas”. La desaparecida policía política del régimen priísta tenía identificado a Manuel Clouthier del Rincón como un “terrateniente” que “goza de mucho prestigio y es serio en sus negocios” pero a quien “se le vincula con grupos de presión extranjeros”. De los expedientes personales, en versiones públicas del Archivo General de la Nación, de quienes fueron los tres principales candidatos a la Presidencia de la República el 6 de julio de 1988, elecciones consideradas las más fraudulentas y parteaguas en la incipiente democracia mexicana, sólo el de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien militaba en el tricolor desde 1954 y era considerado desde muy joven “el principal organizador de manifestaciones estudiantiles” y de “ideología izquierdista”, supera las tres décadas. Los ocho tomos de quien renunció al PRI en 1987, reúnen reportes e informes del seguimiento de sus actividades desde que participó en organizaciones sociales y políticas como el Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y los grupos de solidaridad con Guatemala y Cuba de los que su padre, el general Lázaro Cárdenas, fue uno de los principales impulsores.

Al cumplirse 20 años de la contienda electoral en la que los tres personajes fueron protagonistas, sus expedientes en los servicios de inteligencia civil, tanto en la DFS como en la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (DIPS) de la secretaría de Gobernación, podrían ser un botón de muestra de lo que su personalidad representó para el espionaje gubernamental. Los extremos van de lo más oficioso, en el caso de los cinco volúmenes que recogen actividades públicas de Salinas de Gortari, a la auscultación de la vida privada, como lo reflejan los cuatro que componen el del hoy fallecido panista Maquío Clouthier. En el caso de Cárdenas, entonces abanderado del Frente Democrático Nacional, es el único que contiene fotos y seguimiento a sus reuniones privadas con intelectuales, políticos y periodistas, a quienes en algunos casos, fotografiaban desde que llegaban hasta que salían de su domicilio en la calle de Arboledas en Lomas de Chapultepec.

Los expedientes
El expediente de Salinas fue revisado en 1989, al inicio de su régimen, cuando se crean las bases del Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), parte de sus documentos antes de los años 80 fueron extraídos, dice una fuente del centro entrevistado sobre los informes que llegaron al AGN. El documento más añejo es de 1978, es una hoja de “antecedentes” que es un resumen de su currículum académico y puestos que desempeñó desde que fue ayudante del diputado del PRI Gonzalo Martínez Corbalá, ex embajador en Chile en el año del golpe de estado contra Salvador Allende, hasta que despuntó en el equipo de Miguel de la Madrid a principios de los años 80. Comentarios vertidos en actos de gobierno, eventos públicos y discursos como secretario de Programación y Presupuesto, forman la mayor parte de lo que la DFS y la DIPS recogieron del que fue calificado como “usurpador” por la oposición tras las elecciones.

En contraste, Maquío Clouthier colocó en un dilema a los servicios de inteligencia desde que destacó como figura prominente del sector empresarial en el sexenio de Luis Echeverría (1970-76) al oponerse a la política presidencial que afectaba los intereses de la iniciativa privada.

Sus reportes más añejos datan de 1961, no se actualizan hasta que como líder de agricultores en Sinaloa, banquero y fundador del Consejo Coordinador Empresarial en el estado, participa en la cumbre de empresarios del norte del país que se reunieron en febrero de 1976 en Chipinque; antes de este año la información que se tenía era imprecisa para el espionaje gubernamental ya que mientras para la DFS había nacido un 17 de agosto de 1934 para la DIPS era el 13 de junio del mismo año.

Gobernación ensaya con él un “proyecto de investigación política”, un documento de 14 fojas, donde se planea investigar sus relaciones de poder desde su círculo familiar, de negocios, de amistades hasta los posibles escándalos, amantes, hijos fuera de matrimonio que pudo tener el que fuera miembro del Movimiento Familiar Cristiano. Opositor a la nacionalización bancaria de 1982, del seguimiento de su campaña para gobernador de Sinaloa por el PAN en 1984, al dejar al PRI donde militó desde 1960, hasta su irrupción como candidato presidencial en 1988, el registro de mensajes, manifiestos y discursos parecieran de una vigencia y actualidad cuando decía: “Combatamos al narcotráfico con empleos”, porque “debe haber una salida a las actividades ilícitas de la gente”.

Sobre el 6 de julio de 1988, en respuesta a una solicitud de información, el Cisen aseguró no contar con análisis, reportes o informes de lo ocurrido. Solo quedaron los expedientes que la policía política reunió de los tres protagonistas.

“Interrogaban como en las películas”
Luego de la matanza del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, la lucha armada fue adoptada por jóvenes para responder a la represión del Estado.

Jaime Laguna Berber probó en los 80 los horrores de la guerra sucia. Fue plagiado por agentes de la DFS el 15 de mayo de 1980 al salir de la preparatoria Tacuba.

Militó en la Liga Comunista 23 de Septiembre, la guerrilla urbana más buscada por la inteligencia mexicana.

Ricardo, su nombre clave, recuerda que cuando lo secuestraron los agentes de la DFS le vendaron los ojos y lo golpearon, y luego fue conducido a los sótanos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Pese a tener los ojos vendados, alcanzó a identificar algunos aspectos generales del lugar. Recuerda “la oficina” donde tenían a detenidos y desaparecidos.

Era un cuarto pintado de negro y con luz negra, de cuatro metros por cuatro, con focos en las esquinas. “Atrás de la puerta había un escritorio donde te sentaban y, como en las películas, te ponían potentes lámparas de luz para interrogarte”.

Por 30 días sufrió castigos corporales por agentes de la DFS. Las palizas y torturas con toques eléctricos —recuerda— eran para sacar datos de la Liga.

Hoy tiene un bufete de abogados. Dice que ha pasado por el edificio de la extinta DFS y que “no siento nada; nada más decir que estuve ahí”.

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