Viernes, 17 de Mayo 2024
Jalisco | Al revés volteado por Norberto Álvarez Romo

Temblores que mueven

El caso de la Zona Metropolitana de Guadalajara se está volviendo un ejemplo claro de cómo ocurre el desquicio urbano sin necesidad de catástrofes naturales directas

Por: EL INFORMADOR

Antes, difícilmente podríamos haber imaginado la pesadilla de una situación de crisis tan compleja como la combinada en el magno terremoto, el tsunami y el desastre nuclear que ha caído sobre Japón en los últimos días. Igualmente, es difícil encontrar una sociedad más preparada para resistir los tropiezos en las que pueden caer las ciudades modernas. Otra vez se nos han exhibido los retos que la Naturaleza enfrenta al progreso tecnológico. Quizás más que ningún otro país, Japón nos ha mostrado los peligros y las virtudes del camino de la urbanización que todo el mundo está tomando.

Siempre, los asentamientos humanos habían sido principalmente rurales, extendidos a lo largo de los ríos, los campos, los paisajes. A través de la historia, los habitantes urbanos eran la minoría de la población humana. Sin embargo, se ha calculado que ahora hemos pasado por el crucial parteaguas histórico: por primera vez en la existencia de la Humanidad, es mayor el número de los habitantes urbanos que los rurales. Este proceso, si bien lleva unos 100 siglos, se ha notado marcadamente en las últimas décadas a través del acelerado crecimiento de las manchas urbanas sobre toda la faz de la Tierra.

Sin embargo, a diferencia del caso de Japón, en muchos países sus ciudades sufren, además de las aflicciones naturales, también los dolores del crecimiento fácil y apresurado, irredimible por haberse convertido en urbes desordenadas, caóticas, descuidadas y peligrosas.

Está el caso de la Zona Metropolitana de Guadalajara, que se está volviendo un ejemplo claro de cómo ocurre el desquicio urbano sin necesidad de catástrofes naturales directas.

El crecimiento en Guadalajara salió de su carril acostumbrado a raíz del éxodo que provocó el gran temblor de 1985 en la Ciudad de México. Antes había logrado ser una joya urbana, si bien se mantuvo modesta en su apetecible vida provinciana. Aquel éxodo de habitantes capitalinos trajo no sólo a más personas, sino que también las acompañó de políticas públicas centralistas y capitales inversionistas desvinculados a los valores, estilos y tradiciones propios de nuestra localidad. El amor, cariño, respeto y cuidado a la ciudad que se mantenía aquí fue arrollado por los embates consecuentes del gran sismo chilango. Cuando tembló allá, aquí se nos rasgó la paz en que vivíamos. La estructura de liderazgo en nuestro tejido social y político se vio gravemente rebasada. Fue tal la maldición que nos cayó, que las caóticas repercusiones que siguieron provocaron que la ciudad literalmente explotara algunos años después.

A menudo se nos recuerda en los medios de comunicación que en el contexto de la globalización, las ventajas económicas de una ciudad se ven reflejadas en los rasgos competitivos de los productos y servicios que ofrece al mercado mundial, principalmente en precio y calidad. Pareciera a primera vista un disparate afirmar que la calidad de vida de una ciudad afecta su desempeño en los mercados internacionales, pero los estudiosos de estos fenómenos están llegando a ciertas conclusiones que no siempre traen buenas noticias para las urbes descuidadas en su planeación y organización, como la nuestra.

No se trata de compararnos con la sociedad japonesa, pero debemos reconocer que aquí no estamos preparados para recibir bien una catástrofe de la magnitud que pegó allá. El nivel de cohesión social, solidaridad y disciplina que nos han mostrado merece admiración, además de la compasión y empatía que de por sí inspiran.

Aprender de la desgracia ajena pudiera ser la mejor manera de enaltecer su desdicha.

Temas

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones